Los psicópatas: ni tan inteligentes ni tan calculadores como nos han hecho creer
¿Qué diferencia el cerebro de un asesino al del resto del mundo y por qué fascina tanto el 'true crime'? ¿Los están ensalzando las series y las películas?
Los psicópatas aterrorizan tanto como fascinan. La televisión produce cada vez más formatos de true crime —como se ha percibido en el MIPCOM de Cannes—, muchas de las grandes obras de la literatura, como Hamlet, están vinculadas a los crímenes y cada vez se publican más biografías que indagan en la mente de los criminales, a pesar de que sus historias ponen la piel de gallina. ¿Por qué nos fascina tanto el mal?
La clave no es el morbo, sino que “hoy en día los peligros son las personas que viven con nosotros”, explica el criminólogo Vicente Garrido, colaborador del especial Asesinos en serie del canal Crimen+Investigación. El true crime resalta ese peligro, la gente aprende cómo debería reaccionar en esas situaciones viéndolo (o cree hacerlo) y “nos ayuda a recordar que todos tenemos un lado oscuro que debemos conocer para controlarlo”, apunta. Porque lo cierto es que nadie nace bueno y todo el mundo puede sucumbir al salvajismo.
Sin embargo, el cerebro de un psicópata no funciona como el de una persona ‘normal’. En concreto, la zona frontal, que es la que nos permite dominar nuestros actos, y la zona de las emociones. Por eso, un psicópata es impulsivo, apático y no tiene pudor. Además, en muchas ocasiones el asesino fue víctima en el pasado. Esto no justifica su comportamiento —muchas personas han sido víctimas y no han desarrollado conductas delictivas—, pero sí lo explica.
A diferencia de Garrido, la psicóloga Ana Villarrubia, que también ha colaborado en el especial, no cree que “todo el mundo tenga una semilla del mal, pero nos fascina lo prohibido y no hay nada más al límite que arrebatar la vida a una persona”.
El cine ha hecho creer que los psicópatas tienen una inteligencia superior al resto del mundo, pero no es cierto. Carecen de inteligencia emocional, son personas inseguras, torpes en sus relaciones sociales y tienen complejo de inferioridad, algo que potencia la psicopatía y el narcisismo. “Normalmente, una persona que se cree ‘grande’ no necesita alardear de ello”, detalla la psicóloga experta en trastornos de personalidad.
En la mayoría de series o películas de este tipo, el protagonista es un hombre. Esto sí se corresponde con la realidad porque “las mujeres matan distinto”, revela el criminólogo. Lo hacen por venganza, por celos, por dinero... y son menos agresivas. Son asesinas instrumentales porque buscan un fin (y por eso las muertes son más orquestadas), y en muchos casos solo son las cómplices, mientras que el psicópata busca el beneficio psicológico, mata por placer.
El 16% de los asesinos en serie son mujeres, según los datos que manejan estos expertos. Según Villarrubia, la cifra también tiene que ver con la educación: “Tradicionalmente, a las mujeres se les ha enseñado a ser más compasivas”.
El 90% de los delitos violentos (incluidos los sexuales) los cometen los hombres. El hombre suele matar para satisfacer sus impulsos y las mujeres suelen tener más trastornos clínicos, generalmente, según los estudios con los que cuentan estos dos expertos.
Jack ‘el Destripador’, que ha inspirado varias películas, fue el primer asesino en serie ‘moderno’: un criminal en una ciudad grande, donde el estilo de vida fomenta el anonimato y el individualismo. Se le atribuyeron al menos cinco homicidios de prostitutas en Londres (Reino Unido) en 1888. Cortó la garganta a sus víctimas, les mutiló los genitales y el abdomen, les extirpó los órganos y les desfiguró el rostro. Nunca se le identificó.
La primera asesina en serie, que se sepa, fue Aileen Wuornos, la exprostituta ejecutada con la inyección letal en 2002 en Florida (Estados Unidos) por matar a siete hombres entre 1989 y 1990. La película Monster (2003), protagonizada por Charlize Theron, y el documental Aileen Wuornos: The Selling of a Serial Killer cuentan su historia. En los crímenes había un componente de venganza hacia los hombres.
“No tienen capacidad de arrepentimiento”, explica Ana Villarrubia. De hecho, racionalizan y justifican lo que han hecho. “Cuando existe la culpa suele ser por consejo de un abogado”, añade. El primer capítulo de la serie Criminal España (Netflix) es un buen ejemplo de cómo ‘funciona’ un psicópata: el personaje de Carmen Machi solo reacciona emocionalmente cuando cree que van a hacer daño a su perro. Sin embargo, el dolor de las personas le despierta cero empatía.
Si no hay arrepentimiento, ¿puede haber reinserción? “Hay un pequeñísimo porcentaje de personalidades impermeables a las terapias, que no son reinsertables. En España, debería existir un seguimiento terapéutico obligatorio”, comenta la experta.
Si hay un asesino sobre el que se han escrito historias recientemente, aunque su historia no se ha conocido ahora, ese es Ted Bundy. Las cintas de Ted Bundy (2019) o Extremadamente cruel, malvado y perverso (2019) han contado la historia del secuestrador, violador y asesino en serie que confesó 30 homicidios cometidos entre 1974 y 1978. Pese a ello, asegura Garrido, Ted Bundy no tenía ningún interés en ser famoso: “No mataba para eso. Otros sí buscaban la fama, como Dennis Lynn Rader”. Rader, conocido como ‘BTK’ (Bind, Torture and Kill - Atar, torturar y matar), asesinó a diez personas entre 1974 y 1991 en Kansas (EE.UU) y envió cartas a la Policía y a las agencias de noticias con detalles de sus crímenes.
En España, Alfredo Galán, ‘el asesino de la baraja’, también buscaba el reconocimiento dejando naipes a modo de firma en la escena de los seis crímenes por los que fue condenado, mientras que Joaquín Ferrándiz, que mató a cinco mujeres en Castellón, no tenía interés en ser famoso, según el criminólogo.
Cuando después deciden hablar o conceder entrevistas, una vez que han entrado en prisión, lo hacen por romper con la monotonía de su vida en la cárcel o porque están intrigados por su propio comportamiento e intentan autoanalizarse (como en el caso de Ted Bundy). O simplemente porque esperan ver mejorada su situación en la cárcel. “Algunos prácticamente confiesan solo porque les visite la psicóloga y les saque de su rutina”, comenta Ana Villarrubia, aunque no está de acuerdo con que algunos no busquen la notoriedad: “Son narcisistas y cuentan su versión hasta el final”.
Ni son héroes ni son mentes brillantes ni son vengadores que hacen justicia. El mito hollywoodiense de los asesinos en serie y el aumento de la producción de true crime abre el debate de si el cine y la televisión están romantizando los crímenes y ensalzando a los psicópatas.
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