Los motivos por los que España es la economía más perjudicada por la crisis del coronavirus
Los expertos apuntan al confinamiento estricto, la importancia del turismo, el tejido productivo español y la mayor temporalidad para explicar el desplome.
Ya no cabe ninguna duda. La pandemia del coronavirus ha provocado un auténtico desastre en la economía española, un enorme socavón que tardará varios años en arreglarse. El Fondo Monetario Internacional pronostica un desplome del producto interior bruto de 12,8% en 2020, la mayor caída de todas las economías avanzadas.
Ante esta situación cabe preguntarse, ¿por qué España es el país más perjudicado? ¿Tiene la culpa de todo el “Gobierno socialcomunista”, como braman algunos sectores de la derecha? Quizás haya una explicación razonable entre este extremo y el de atribuirlo todo simplemente a la mala suerte.
El confinamiento más estricto
Todos los expertos coinciden en que el confinamiento aplicado en España no tiene paragón en el entorno europeo.
“La principal razón de la caída es lo duro que haya sido el confinamiento y el cierre de los comercios. En ningún país cayó tanto la actividad como en España justo antes de Semana Santa”, explica Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de economía aplicada en la Universidad Pablo de Olavide y senior fellow del Centro de Políticas Económicas EsadeEcPol, el think thank capitaneado por Toni Roldán.
Los ciudadanos españoles estuvieron cuatro meses encerrados en sus casas durante una cuarentena de la que solo salían para ir a trabajar o hacer la compra. La gran mayoría de los comercios cerró sus puertas. Esto explica la caída del 17,8% del producto interior bruto durante el segundo trimestre.
El fuerte rebote de la economía durante la desescalada con un crecimiento 16,7% entre julio y septiembre no ha servido para compensar este socavón. El PIB todavía se encuentra un 8,7% por debajo del nivel que tenía hace un año.
El desplome de la actividad fue especialmente acusado durante la Semana Santa y la semana previa. El Gobierno decretó que los trabajadores de las actividades no esenciales debían permanecer en sus domicilios durante dos semanas para evitar los contagios.
Ningún país fue tan lejos. Y las diferencias con otros vecinos europeos son acusadas. Sirva como ejemplo el caso de Francia: sus comercios reabrieron el 11 de mayo y se produjo la reapertura de los colegios antes del verano, mientras que aquí se esperó a septiembre. Los ciudadanos pudieron salir en todo momento a hacer deporte, siempre que llevaran un justificante. Los bares y los restaurantes de algunos países de la UE solo cerraron durante unas semanas y ahora han empezado a sufrir nuevas restricciones a raíz de la segunda oleada.
El Ejecutivo puso en marcha una serie de medidas para hacer frente a las graves consecuencias de la crisis como la flexibilización de los expedientes de regulación temporales de empleo (ERTE), las ayudas para los trabajadores autónomos, la moratoria de los alquileres o la prohibición de los desahucios a los colectivos vulnerables.
“La experiencia de estos meses ha sido positiva. Hemos aprendido cosas: hay empresas que reorientaron su actividad y empezaron a vender a través de internet. El Gobierno pudo diseñar una serie de políticas que han permitido a la economía mantenerla viva, a pesar del golpe. Obviamente, si no hubiéramos cerrado, no hubiéramos caído”, señala Hidalgo.
El derrumbe del turismo, motor de la economía
La segunda razón que explica el mayor desplome de la economía española es la sobredimensión del sector turístico. Este representa el 12% del PIB y el 13,6% del total de afiliados a la Seguridad Social a inicios de 2020.
El peso del turismo para la economía española es mayor que en un país como Francia, que es el primer destino turístico mundial. Este sector genera alrededor del 8% del PIB y dos millones de empleos, según el Ministro para Europa y de Asuntos Exteriores galo.
El cierre de las fronteras iniciado con el estado de alarma decretado en marzo supuso un hándicap para la economía. España recibe más de 80 millones de turistas internacionales al año. Sin embargo, en 2020 ha recibido 40 millones menos de lo habitual entre enero y agosto.
La reapertura de fronteras internas en la Unión Europea fue una tímida esperanza de que se produjera una cierta recuperación, gracias a la campaña veraniega. El jarro de agua fría llegó cuando Reino Unido decretó en julio una cuarentena obligatoria de 14 días para todos los viajeros procedentes de España.
No era una decisión cualquiera. Uno de cada cinco turistas internacionales que viene a España cada año procede de Reino Unido. Los británicos son, junto con los alemanes, público habitual de las costas españolas. Esto afectó especialmente a destinos como Benidorm y Canarias.
“Este golpe en medio del verano supuso un auténtico mazazo. Más del 43% de los turistas internacionales que visitaron Canarias en agosto de 2019 procedían de Gran Bretaña”, asegura Pablo Díaz, profesor de estudios de economía y empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
La campaña veraniega ha sido desastrosa para muchas empresas del sector hotelero. Agosto terminó con 16,8 millones pernoctaciones hoteleras, mientras que un año antes se habrían registrado 47 millones en ese mismo mes. Un desplome del 64,3%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
El Gobierno anunció en junio un plan de reactivación del sector turístico, dotado con 4.262 millones de euros, que pretendía afianzar la idea de que España era un destino seguro. Sin embargo, los expertos creen que se podría haber fomentado el turismo nacional para compensar en parte la caída de viajeros internacionales.
“Se podía haber alentado la demanda con incentivos sobre los propios servicios, por ejemplo, con subvenciones de servicios como el tren. Disminuir el número de trenes fue un error, no garantizar la distancia de seguridad. Eso sirvió para alentar el viaje en vehículo privado, que va en contra del medioambiente”, asegura Raquel Huete, profesora de sociología e investigadora en el Instituto Universitario de Investigaciones Turísticas de la Universidad de Alicante.
Asimismo, también reprochan al Ejecutivo la falta de coordinación en la Unión Europea en la toma de decisiones. “Se podía haber presionado en Europa para que hubiera una política común y evitar eso de que cada país haya ido cerrando las fronteras como ha querido. España tenía que haber tomado una posición de liderazgo en la diplomacia en el Espacio Schengen”, señala Huete.
El coronavirus dejará una huella en el turismo. Una vez pase la pandemia y haya una vacuna, todo apunta a que se habrá producido un cambio profundo en el sector. “La crisis nos deja claro que tenemos un problema de precarización enorme. Hay miles de trabajadores que no tienen derecho a ERTE porque son fijos discontinuos o están a media jornada cuando, en realidad, trabajan todo el día, cocineros que les contratan de jueves a domingo”, afirma Huete.
Frente al turismo masivo, el sector seguirá unas tendencias hacia la digitalización, la profesionalización, una mayor preocupación por la seguridad y una mayor conciencia climática. “No se puede seguir subvencionando aviones que traigan turistas a 50 euros, porque el billete no cuesta eso”, lamenta.
“No podemos seguir dependiendo de mediadores internacionales, como turoperadores o plataformas como Airbnb o Booking, que apenas pagan impuestos en España. Un pequeño hotel rural paga una comisión del 20% a Booking, es una barbaridad”, señala.
Las empresas españolas son muy pequeñas
Otra razón que está detrás de esa mayor caída es el tamaño del tejido productivo español. Las pequeñas y medianas empresas suponen el 72% del empleo en España, frente a una media del 66% en la UE, según los datos de la agencia europea de estadística Eurostat.
Si se avecina tormenta, como ha ocurrido en el caso del coronavirus, las pequeñas empresas pueden tener dificultades para continuar con su actividad. Su margen de actuación es mucho menor que el de las grandes firmas. Estas suelen exportar más y pueden adaptarse más rápidamente a las nuevas demandas del consumidor, como la digitalización.
“Uno de los problemas que tiene la estructura empresarial en España es el tamaño. El 96% de las compañías españolas son microempresas, que tienen entre 0 y 10 asalariados. Su exposición es mayor por su limitada capacidad de reacción”, señala Ana López, profesora de economía aplicada en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Ante las dificultades financieras, muchas pequeñas empresas recurrieron a los avales del Instituto de Crédito Oficial para hacer frente a los pagos. Sin embargo, la recuperación todavía no ha llegado y ahora empiezan a tener problemas en sus cuentas. “La proporción de empresas en situación más vulnerable aumentará de manera significativa debido a la fuerte reducción de los ingresos”, alertó el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en su comparecencia en el Congreso.
Además hay que tener en cuenta que la mayoría de los 752.711 trabajadores que siguen afectados por un expediente temporal de regulación de empleo (ERTE) trabajan para estas pequeñas y medianas empresas, principalmente en el sector de la hostelería, el ocio y el turismo.
“El mecanismo de los ERTE ha logrado salvar el empleo, pero cuando se levanten tendremos que ver cuántos de esos trabajadores permanecen en sus puestos o, en cambio, van al paro”, señala el economista Javier Santacruz, profesor en el Instituto de Estudios Bursátiles (IEB).
Las debilidades del mercado laboral
Esto nos lleva a otra explicación de la mayor caída de la actividad económica, que está relacionada con el mercado laboral. La pandemia provocó la destrucción de cerca de un millón de puestos de trabajo en las primeras semanas del confinamiento. La mayoría de ellos eran temporales, mientras que los trabajadores indefinidos fueron incluidos en los ERTE.
“El uso excesivo de los contratos temporales viene de mucho antes del coronavirus, pero el shock derivado de la pandemia ha expuesto estas debilidades de manera significativa”, apunta Ángel Talavera, economista jefe de Europa de la consultora Oxford Economics.
“Ese el otro problema que tiene siempre el mercado laboral español. Crea empleo muy rápido cuando las cosas van bien, pero lo destruye también muy rápido cuando van mal”, señala Santacruz.
Ante la avalancha de nuevos desempleados, el Gobierno anunció una restricción de los despidos a finales de marzo, que en realidad era un encarecimiento. La realidad es que la mayoría de los trabajadores se iban al paro cuando se terminaba su contrato laboral, al no renovarse.
La destrucción de puestos de trabajo afectó especialmente a los menores de 25 años. La tasa de paro juvenil se ha situado en el 43,9% a finales de agosto, según Eurostat. Una vez más, España vuelve a liderar esta estadística.
Unos niveles de desempleo que tardarán bastante tiempo en volver a ser los de antes de la crisis. El FMI pronostica una tasa de desempleo del 16,8% para este año y el próximo. “A España le cuesta mucho reducir la tasa de paro después de las crisis. En muchas ocasiones, el crecimiento del empleo es más rápido que la disminución de paro. Esto se debe a que hay personas que estaba fuera del mercado laboral que vuelven al mercado laboral”, señala Santacruz.
Precisamente por eso, Santacruz alerta de que la tasa de paro no refleja a veces la realidad. “La tasa de paro es muy probable que se mantenga alta. El problema no es solo ese elevado desempleo, sino también que hay gente que sale de la población activa. Personas que se ha quedado paradas, dejan de buscar empleo o se pasan a la economía sumergida”, apunta.
La pandemia, y el miedo a un nuevo confinamiento, seguirá marcando el mercado laboral en los próximos meses. “El sector retail, sobre todo el alimentario, creará empleo hasta diciembre, ya que viene la campaña de Navidad. También veremos más empleos públicos como sanitarios y profesores”, afirma Santacruz.
Otros sectores tardarán más tiempo en recuperarse como la automoción, que funcionó como un motor de recuperación en la anterior crisis. “A pesar de las ayudas, la automoción es una de las partes de la industria que más destrucción de valor ha tenido en los últimos meses, porque se ha cortado la circulación de mercancías, componentes, y, sobre todo, la gente no compra coches porque estamos en crisis”, señala.
La recuperación de la economía resulta vital para mitigar el impacto sobre el mercado laboral. “Cuanto más tiempo dure esta crisis, la destrucción de empleo será más permanente”, alerta.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció a principios de octubre el plan de reactivación de la economía, que pretendía crear más de 800.000 empleos en los próximos tres años, gracias a los fondos procedentes de la Unión Europea. “Esa estimación se nos puede hacer corta, pero yo creo que es realista, ya que porque se centra en esas líneas de actuación como la digitalización, el pacto verde o la despoblación. Las energías renovables, por ejemplo, son industrias de alta tecnología que necesitan poca mano de obra”, apunta Santacruz.
Al igual que ocurría con el turismo, habrá empresas que cambiarán radicalmente tras la pandemia. “El denominador común en la anterior crisis fueron las exportaciones. Ahora ocurrirá lo mismo con la digitalización. Las empresas de muchos sectores optarán por automatizar de tareas que antes requerían fuerza laboral”, señala.
La poca implantación del teletrabajo
Otro de los factores que ha afectado a la economía española es la baja capacidad para implantar el teletrabajo. El Banco de España estimaba, en un informe reciente, que solo cerca de un tercio de los trabajadores, el 30,1 %, podía trabajar desde casa.
A pesar del crecimiento que se produjo durante el confinamiento, hay un gran diferencia respecto a la situación existente en muchas economías vecinas. “España era uno de los países europeos que tradicionalmente tenía menos teletrabajo. No llegaba al 8% antes del coronavirus, mientras que en Suecia estaban en torno al 30%”, explica Eva Rimbau, profesora de los Estudios de Economía y Empresa en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Tras la declaración del estado de alarma, el Gobierno recomendó a las empresas que utilizaran el teletrabajo de manera preferente. Una vez ha pasado el verano, hay algunas compañía que optaron por el trabajo a distancia, pero que ahora han recuperado la obligación de acudir físicamente a la oficina.
“La mayoría de empresas que implantaron el teletrabajo durante la pandemia no preveían en julio mantenerlo en los próximos seis meses. Solo el 32% de los establecimientos que adoptaron esta modalidad y que antes no lo usaban, pretendía seguir utilizándola”, asegura Rimbau, basándose en las últimas encuestas publicadas por el INE.
El Ministerio de Trabajo se puso las pilas para sacar adelante una nueva ley del trabajo a distancia. La regulación establecía el carácter voluntario del teletrabajo, así como la obligación de las empresas de asumir los gastos. “La nueva ley desaprovecha la oportunidad de potenciar realmente el teletrabajo”, lamenta Rimbau.
Una de las cuestiones más controvertidas fue que la normativa establecía que un trabajador tiene que realizar más de un 30% de su jornada laboral semanal en su domicilio para ser considerado teletrabajo.
“La frontera del 30% de la jornada para sufragar los gastos en que incurran las personas que teletrabajen será, en mi opinión, una barrera que hará que en la mayoría de empresas ni se planteen que se trabaje en remoto más del 29% del tiempo”, apunta.
Los cambios en el consumo
La pandemia del coronavirus ha provocado también cambios en el comportamiento de los consumidores. Esto ha tenido un impacto sobre la economía española.
“El consumo de los hogares se ha reducido bastante. Esa caída ha sido más acusada en España porque es una economía periférica, con un mayor peso del sector servicios y con un mercado laboral con mucha temporalidad. Eso hace que las familias sean más precavidas”, señala Luis Cerdá Suárez, economista experto en consumo y director del máster de marketing estratégico de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
Ante la incertidumbre sobre la economía y el futuro laboral, muchos españoles han pospuesto decisiones importantes como comprarse un coche nuevo. Las matriculaciones de vehículos por parte de particulares se han desplomado un 31,5% entre enero y septiembre respecto al mismo periodo del año pasado, según los datos de la asociación de fabricantes Anfac.
“Cuando la gente es mucho más precavida porque tiene una incertidumbre sobre lo que va a pasar en futuro, aquellas compras de bienes duraderos, como un vehículo o una vivienda, se contrae. Esas compras se posponen a otros momentos cuando la situación económica sea mejor”, afirma Cerdá.
No todo el consumo ha caído, sino que se han producido importantes cambios respecto a lo que ocurría antes de la llegada de la pandemia. “Hay variaciones en los patrones de consumo en todo lo que tiene que ver con el entorno más inmediato: el cuidado de la salud, la movilidad y la digitalización. Si se compra, son este tipo de cosas”, señala este profesor.
Los gastos en productos de alimentación e higiene, e incluso muebles, han aumentado, mientras que ha caído el consumo en ropa. “Lo que se compró en el primer momento fueron productos de higiene, limpieza, telecomunicaciones, alimentos y bebidas, pero también algunas pequeñas herramientas como martillos o taladradoras. Se han dado cuenta de que no era necesario comprarse una camisa todos los meses”, apunta.
A diferencia de lo que hicieron otros países, el Gobierno no llevó a cabo ningún plan para fomentar el consumo. El Ejecutivo de Malta —también socialdemócrata— otorgó vales por valor de 100 euros a los residentes en la isla mayores de 16 años para gastarlos en restaurantes, hoteles y pequeños comercios, que hubieran tenido que cerrar durante el confinamiento.