Los imperios, siempre los imperios
Junto con la lucha de clases, la única constante de la Historia.
La guerra no se para gritando fuerte “no a la guerra”. Vladimir Putin no es agresivo ni defensivo, pacífico o belicoso, mentiroso, sincero o ambivalente. La cuestión no es que haya más o menos gente manifestándose contra la invasión de Ucrania, o que estas manifestaciones se celebren en cada ciudad, en cada pequeño pueblo de cada continente. Los generales de la OTAN no son seres siniestros que se reúnen en habitaciones en penumbra mientras fuman, ni nobles guerreros movidos por el afán de justicia, paz, libertad y democracia para la Humanidad. ¿A lo mejor deberíamos gritar aun más fuerte ”¡no a la guerra!”, forzar un poco más la garganta? ¿no estamos haciendo suficientes declaraciones, escribiendo suficientes columnas? No, me temo que ahí no está la clave.
Andamos entretenidos en nuestras minucias individualistas y voluntaristas. Díaz Ayuso es una corrupta. Los barones del PP han demostrado ser un grupo de cobardes y traidores. Casado y Egea eran unos niñatos inmaduros. Pero de pronto irrumpen en los medios de comunicación cuestiones macropolíticas y geoestratégicas -ay, ese prefijo “geo”-, y todas las categorías psicologistas que vienen tan bien para los análisis de las cuestiones micro se vuelven completamente irrelevantes cuando se trata de afrontar las cuestiones macro. Las cuestiones micro se juzgan; las cuestiones macro se entienden. Ante las cuestiones micro casi siempre hay muchos caminos abiertos. Ante las cuestiones macro casi siempre hay una única posibilidad de acción.
Será el lenguaje, serán esas manos que sólo tenemos algunos primates, será la plasticidad que nos permite la inmadurez con la que nacemos, pero los seres humanos no podemos evitar ser seres trascendentes. No, por dios, no me refiero a la degenerada trascendencia que proclaman las religiones, sino a la trascendencia que nos lleva irremediablemente a producir instituciones políticas supraindividuales en donde los aspectos individuales han quedado centrifugados y evacuados. El Occidente capitalista ofrece a su población como credo oficial la apología de la intrascendencia y la banalidad, pero eso forma parte de la macroestrategia trascendente y relevante de uno de los grandes bloques mundiales, en permanente choque con los demás.
Los imperios, siempre los imperios. Por encima de las declaraciones de Josep Borrell, los cómics en los que Astérix le pega una patada en el culo a César, y la ciudad en donde se celebre la final de la Champions League. Nos gusten o no, -nada hay que importe menos-. Junto con la lucha de clases, la única constante de la Historia. A golpes de revoluciones o a golpes de guerras. Podemos llamarlos “grandes bloques geoestratégicos”, pero no cambiará nada. Podemos llamarlos “placas tectónicas políticas” y hacer un mapa que señale las zonas de fricción entre ellas, en donde es más probable que se produzcan terremotos. Es inquietante saber que tomaremos libremente la decisión de actuar de la única forma posible. La Historia de las Civilizaciones, con mayúsculas, tiene con frecuencia la ceguera moral de la Historia natural.