Los centros de reclutamiento, el último blanco de la indignación rusa
El asalto armado a una instalación militar de Ust-Ilimksk, donde un alto mando está crítico, lleva al primer plano una creciente ola de ataques de protesta contra la movilización.
Una ola de indignación recorre Rusia. Los efectos de la ‘movilización parcial’ decretada por Putin el pasado miércoles han disparado las ansias de la población adulta rusa por abandonar su país, pero también la rabia de un sector menos afortunado que ha sido llamado a filas a la fuerza.
Este lunes en la localidad siberiana de Ust-Ilimksk (región de Irkutsk), un hombre ha abierto fuego en una oficina de reclutamiento e herido de extrema gravedad a un comisario militar identificado como Alexander Elisiv, que se encuentra “en estado crítico”, según informaciones oficiales. “Aquí no va a luchar nadie”, gritó el atacante, que fue detenido poco después del tiroteo.
“Lo que ha pasado no me entra en la cabeza. Me avergüenza que esto esté pasando en un momento en el que deberíamos estar unidos. No debemos luchar entre nosotros, sino contra las verdaderas amenazas”, ha apuntado el gobernador de Irkutsk, Igor Kobzev, que ha dado orden “para que se refuercen las medidas de seguridad”. “Pido a todo el mundo que mantenga la calma”, ha subrayado.
No es un caso aislado, sino el último episodio de protesta social. Y que haya tenido lugar en la región de Siberia es sintomático; a lo largo de su dura geografía se han instalado numerosos centros de formación exprés para muchos de los 300.000 movilizados por Putin, con ejemplos en la zona de Buriatia. La oposición al mandatario habla, incluso, de un fin racista, al centrar sus ‘movilizados’ en las minorías étnicas del país.
Más allá de lo ocurrido en Ust-Ilimksk, se contabilizan otros hechos similares. Según medios nacionales y otros cercanos a Rusia, al menos una veintena de oficinas militares han sido atacadas desde que comenzó la invasión y especialmente en los últimos días, con hasta 11 ataques registrados. Principalmente con cócteles molotov, como apunta el diario Meduza.
También hay informaciones de protestas contra oficinas militares y otros puntos en Uryupinsk, cerca de la frontera ucraniana, o en la república de Daguestán, al suroeste y cerca de la frontera con Azerbayán. Con una mayoría de musulmanes, los activistas locales denuncian una mayor afectación en su población que en grandes áreas poblacionales rusas.
Las protestas por la escalada bélica del Ejecutivo han llevado a manifestarse a decenas de miles de ciudadanos, con detenciones masivas y ‘mano dura’ del Kremlin como respuesta. Según la oenegé OVD-info, solo en las primeras manifestaciones en contra el mismo miércoles del discurso de Putin, más de 1.400 personas fueron arrestadas y muchas, llamadas a filas a la fuerza. Este fin de semana, nuevas protestas han dado lugar a nuevas detenciones masivas.
La otra protesta, huir del país
Centros militares y fronteras son los puntos más críticos en estas horas, Centenares de miles de ciudadanos han intentado (y conseguido, en muchos casos) cruzar el país, bien por carretera o en avión. Fuentes no oficiales elevan el cálculo a 260.000 personas, casi la misma cantidad que quiere incorporar el Kremlin, aunque esta podría superar el medio millón. Ya no se descarta que Rusia cierre sus fronteras a la población en edad de ser incorporada al ejército (hombres de hasta 50 años).
Solo el miércoles que dio la orden Putin, la venta de vuelos directos con salida en suelo ruso se colapso y los precios se dispararon. Y en las fronteras terrestres de Georgia o Finlandia se acumulan los coches haciendo cola para escapar de la llamada a la guerra.