Los "Acuerdos de Abraham": las claves para entender la entente entre Israel y Emiratos Árabes Unidos

Los "Acuerdos de Abraham": las claves para entender la entente entre Israel y Emiratos Árabes Unidos

El acercamiento, auspiciado por EEUU, supone un revés para los palestinos, superados por el intento de los nuevos aliados de pelear contra Irán

Benjamín Netanyahu, Donald Trump y Mohammed Bin Zayed.REUTERS / AP

Donald Trump se presentó ayer en su Despacho Oval, acompañado de su corte, para anunciar un acuerdo “histórico”: el que abre la puerta al establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y Emiratos Árabes Unidos (EAU). Un paso importante, pues acerca a dos estados adversarios hasta ahora, pero que dista de ser un acuerdo “de paz”, como se vende, y que no parece que vaya a ayudar a resolver el conflicto con los palestinos, viejo de 72 años.

¿Para qué sirve, entonces? ¿Qué es lo que se va a firmar? ¿A quién beneficia y por qué se anuncia ahora? Estas son algunas claves para entender la entente.

El acuerdo

El documento, que se firmará “en un futuro no distante” en Washington y se ha bautizado como “Acuerdos de Abraham”, normaliza las relaciones entre los dos estados, que han vivido de espaldas uno al otro desde siempre. Israel, según ha anunciado Trump, se compromete además a suspender sus planes para anexionarse grandes áreas de los territorios ocupados a Palestina en Cisjordania.

En una declaración conjunta firmada por Trump, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el príncipe heredero de Abu Dhabi, Mohamed bin Zayed, se señala que las partes esperan que “este logro histórico ayude al avance de la paz en Medio Oriente”.

Las dos delegaciones se reunirían en las próximas semanas para firmar acuerdos sobre vuelos directos (sobre todo con el objetivo de hacer visitas religiosas y turísticas a Jerusalén), seguridad, telecomunicaciones, energía y atención médica. Los dos países también se asociarán para combatir la pandemia de coronavirus.

Cómo estaban las cosas hasta ahora

Tel Aviv tendrá una primera vía de relaciones diplomáticas en el Golfo Pérsico, donde hasta ahora no había ni un sólo país que recociera la legalidad de su existencia, tras la declaración de independencia de 1948. Las Naciones Unidas, un año antes, habían acordado partir la tierra del antiguo Mandato Británico en dos estados, Israel y Palestina, pero se produjo la declaración de independencia israelí y la contienda con los estados árabes vecinos y todo quedó en nada. Desde entonces, el bloque árabe ha vivido de espaldas a Israel y viceversa, guerra tras guerra.

Hasta ahora, solamente dos países árabes habían firmado acuerdos de paz con Israel, los fronterizos Egipto (en 1979) y Jordania (en 1994).

¿De la noche a la mañana?

El anuncio del acuerdo es inesperado, sí, pero no una sorpresa de las que dejan de piedra. Desde hace años, décadas incluso, el acercamiento entre Israel y distintos países del Golfo ha sido constante. Mejor no hacer ostentación de ello, con quien sigue llamándote en público “adversario”, pero frente a las diferencias por el conflicto con los palestinos, se ha impuesto la visión pragmática del enemigo común compartido: Irán.

En los últimos tiempos, el Gobierno israelí no ha tenido problemas en hablar en términos tibios sobre estos estados y se han incrementado los contactos comerciales en la zona. El año pasado, Netanyahu fue a Omán para mantener un encuentro con el sultán Qabús Bin Said, recuerda EFE, y una delegación israelí, tras días de secretismo, acudió a Bahréin para participar en el primer encuentro de debate del llamado Acuerdo del Siglo, un plan de ¿paz? por el que apuesta la Casa Blanca y que es un cúmulo de propuestas económicas, que deja de lado cualquier aspiración política de los palestinos.

En la presentación de ese texto, en enero, ya fue a Washington una delegación de EAU. Y este año, también, Israel y EAU habían anunciado ya varios acuerdos de colaboración para investigar contra el coronavirus.

Básicamente, los extremos se han unido porque los avances de Irán en cuanto a dominio en la zona, por la vertiente religiosa (chiíes contra suníes), por la comercial (petróleo y paso marítimo) y defensiva (progresos nucleares) hacen que el enemigo de mi enemigo sea ahora mi amigo.

EEUU, que denuncia los demonios en Teherán, apoya efusivamente este frente entre sus aliados de siempre en la región. Por eso podría ampliarse el reconocimiento diplomático ahora cerrado a países como Omán o Bahréin. Arabia Saudí es un hueso más duro de roer y los condicionantes son otros.

  El responsable del Cuarteto para Oriente Medio, Tony Blair, y Jared Kushner, asesor y yerno de Donald Trump, en junio de 2019 en Bahréin. Anadolu Agency via Getty Images

¿Por qué ahora?

Aunque el acercamiento se lleva cociendo un tiempo, ahora tocaba hacerlo público porque beneficia a varios de los actores implicados. Empezando por Trump, que ha querido marcarse un tanto internacional, con aliados fuertes, en un tablero en el que suele meter la pata. Todo, con las elecciones presidenciales a las puertas, en noviembre. Y en la misma semana en la que los demócratas han acaparado titulares con su aspirante a vicepresidenta, la carismática Kamala Harris. De paso, se refuerza la figura del yerno del presidente, Jared Kushner, marido de Ivanka, judío, con intereses familiares en los asentamientos ilegales israelíes, impulsor de las últimas propuestas de la Casa Blanca para la zona.

Siguiendo por Netanyahu, sumido en una crisis sin precedentes a causa de la virulencia de la pandemia del coronavirus en su país y por sus propios procedimientos judiciales abiertos por presunta corrupción, sumados a la débil alianza de Gobierno que le mantiene en el cargo.

Y acabando con Bin Zayed, pues el anuncio coloca a los Emiratos Árabes Unidos a la vanguardia de una carrera para el reconocimiento regional entre los países vecinos del Golfo, con un aire de pacificador que tapa su gobierno autocrático. Buen momento, cuando los grandes suníes se pegan codazos en la zona.

¿Qué pasa con la anexión?

EEUU dice que Israel desiste de anexionarse el suelo palestino de Cisjordania que planeaba quedarse y que se contempla en esa patente de corso que Trump le dio hace meses, que es el Acuerdo del Siglo. Es una cesión que no es cesión, sino un absurdo: Netanyahu dice que no va a hacer algo que, de partida, no tenía derecho de hacer, porque viola la legislación internacional y las resoluciones de la ONU.

“Israel suspenderá declarar la soberanía sobre las áreas destacadas en la Visión por la Paz del presidente (Trump) y enfocará sus esfuerzos ahora en expandir los lazos con otros países en el mundo árabe e islámico”, dice el texto, exactamente, pero Israel niega la mayor: el primer ministro dice que esa apropiación “sigue sobre la mesa”, que estamos ante una decisión “temporal” (para la que no aporta plazos ni condiciones) y que no está “anulada”. “No hay cambios”, ha llegado a afirmar. De momento, paraliza un órdago que se le había atragantado, causándole problemas con sus socios de Ejecutivo.

¿Y con los palestinos?

Yousef Al Otaiba, embajador de Emiratos Árabes en Estados Unidos, emitió una declaración en la que afirma que el acuerdo es “una victoria para la diplomacia y para la región”. “Es un avance significativo en las relaciones árabe-israelíes que reduce las tensiones y genera nueva energía para un cambio positivo”, agregó. La embajada de los Emiratos Árabes en Estados Unidos sostiene que el acuerdo sirve para mantener la viabilidad de la solución de dos estados en el conflicto palestino-israelí.

Sin embargo, no parece que vaya a pasar de una declaración de intenciones. Sólo el hecho de que se trate el tema de la posible anexión es una cesión a Israel y a su amigo americano, es comprarle su marco y su discurso, el que sostiene que los palestinos no tienen derecho a un estado propio y deben seguir bajo el control -a tramos militar, a tramos administrativo, a tramos parcial y a tramos total- de la actualidad. Tampoco se aportan soluciones ni compromisos al conflicto. Es un entendimiento bilateral, que difícilmente puede llamarse “acuerdo de paz”, como pregona la Administración Trump.

El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, enfadado, ya ha convocado una reunión de urgencia para estudiar la respuesta al acuerdo. Un portavoz de la presidencia calificó el documento de “traición” y se ha retirado al embajador palestino en los Emiratos, informa la BBC.

De momento, Hanan Ashrawi, miembro del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), ya ha dicho que el pacto “no hace ningún favor” a su pueblo. Palabras similares a las del movimiento islamista palestino, Hamás, que controla la Franja de Gaza, para quien “no sirve en absoluto a la causa palestina”. Frustración, es lo que les queda, de nuevo, al ver el desapego de sus hermanos árabes.

Naciones Unidas ha dado la “bienvenida” al acuerdo, porque espera que aporte “esperanza” y dé una oportunidad a la paz en la zona, pero recuerda a quien quiera escuchar que sólo es defendible una solución justa de dos estados, con sus innumerables resoluciones como base, sin violar las leyes internacionales y con acuerdos bilaterales, o sea, que los palestinos tengan también voz. Aquí parece que se les ha olvidado darles la vela en el entierro...

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.