Lo que sí manda al carajo un país
La frivolidad y el altivo cinismo de la derecha española, cada vez más radicalizada, está siendo uno de los elementos más importantes para el deterioro internacional de la imagen de España.
Cuando vi la entrevista a Pablo Casado en ‘El Mundo’ del domingo pasado me acordé enseguida de dos titulares del día anterior. Uno, de Luis Enrique: “Solo me preocupa intentar ganar; el resto es show”. Otro, de Fernando Ónega: “Ni España se rompe, ni se va a la ruina, ni leches…”. En ese contexto hay que entender la enésima ‘carallada’ del colíder popular, a cinco columnas en primera: “España se encamina a la quiebra, estamos abocados al rescate”.
Más exacto, teniendo en cuenta los hechos comprobados, los probados y los imputados sería cambiar España por Partido Popular. ¿Traición del subconsciente? También me vino a la memoria, no sé por qué vericuetos, aquella frase de Adam Smith: “Si abordas una situación como asunto de vida o muerte, morirás muchas veces…”. Y encima, también hay que tener en cuenta que el ridículo, en dosis excesivas, mata.
Este aviso a navegantes incautos del presidente ‘popular’ tiene antecedentes de raza: cuando José María Aznar iba diciendo lo mismo por ahí fuera. La España de Zapatero, decía, no podrá pagar la deuda. Un día algún economista o historiador, o un equipo multidisciplinar con psiquiatra incluido, debería estudiar cuánto subió aquella maldita espada de Damocles para la economía y la ciudadanía nacional que era la famosa ‘prima de riesgo’. Cuánto costó de más al país la indecente sarta de exageraciones, presunciones y mentiras propias de las hazañas del Barón de Munchausen.
La frivolidad y el altivo cinismo de la derecha española, cada vez radicalizada con mayor intensidad, está siendo uno de los elementos más importantes para el deterioro internacional de la imagen de España, y para una leyenda, si no negra si gris marengo, que lastra su influencia. Todo el montaje para promover la ‘Marca España’ no era, al fin y al cabo, sino un disfraz, nada más, como diría Nacha Guevara.
Casado repite la estrategia de su mentor, jefe de la FAES y hasta de una rediviva JONS. El ‘dimita señor Sánchez’ es una burda copia del ‘Váyase señor González. Igual que la descalificación de los fondos de cohesión, cuando Aznar llamó pedigüeño a Felipe González fue un claro antecedente del vacilón de niño pijo, primero, con el plan de reconstrucción ‘poscovid’ propuesto por Sánchez y, una vez aprobado con España como uno de los mayores beneficiados, la siembra de sospechas y el bloqueo, con toda clase de palos y chinchetas en las ruedas.
Todo se está repitiendo, pero en modo cómico. Las ayudas para el alquiler de viviendas, y medidas para controlar su especulación que convierte un derecho constitucional en un imposible metafísico se toman a guasa por Casado que dice que cualquiera con un trabajo y un sueldo puede alquilar una. ¿En serio o es una coña humillante? ¿Con 1.000 euros? “Cómo se nota -me decía una chica afectada- que este chiquillaje nunca ha trabajado como Dios manda”. Un buen parque de viviendas sociales es una de las soluciones más sensatas y duraderas: pero la Comunidad (popular) de Madrid vendió por debajo de su precio de mercado unas tres mil a fondos buitre. Anulada la venta por los tribunales, Isabel Díaz-Ayuso ejecuta a regañadientes la sentencia.
También es para el conservadurismo patrio de un “inadmisible y terrorífico intervencionismo” propio de extremistas poner límites a la escalada de precios del ‘recibo de la luz’, que rompe diariamente récord construidos con una parte de verdad, la subida del precio del gas, pero con otras partes de premeditación. Las energías baratas como la solar y la eólica (el barril de crudo Brent está sobre los 80$ mientras que el mejor barril de sol o de aire atlántico o mediterráneo está a 0$) no están proporcionalmente representados en el recibo. No interesa a estas grandes compañías, capaces de vaciar un pantano para vender la energía hidroeléctrica, la más económica, a precio de gas Loewe.
Igualmente, es de rojos, y en su defecto de autoritarios o manirrotos los ‘cheques bebés’, en cualquiera de sus modalidades (con pecaminoso olvido de que también han estado en los programas electorales del PP), las ‘subvenciones jóvenes’ para la emancipación (que asimismo practican comunidades o ayuntamientos conservadores, etcétera. Fuentes del IBEX lo tienen claro, clarísimo: “Hace falta menos intervencionismo y más seguridad jurídica”.
Y dicho así, hasta se puede estar de acuerdo como principio general. Pero como nos revela el alcalde de Madrid hacer ‘nada, exactamente’ es una forma de intervencionismo que daña la seguridad jurídica en el mercado de la vivienda. Hacer ‘nada, exactamente’ es ‘mutatis mutandis’ una forma de intervenir también en el mercado eléctrico. Hay pecados por acción y los hay por omisión.
Decía Adam Smith, mientras defendía la ‘mano invisible’ de la ley de la oferta y la demanda que regulaba el mercado que “los comerciantes del mismo rubro rara vez se reúnen, incluso para entretenimiento y diversión, pero la conversación termina en una conspiración contra el público o en alguna estratagema para aumentar los precios”.
Esto lo sabemos bien los periodistas. Una buena parte de las informaciones que se nos dan sin pedirlas tiene ese objetivo. Lo mismo que cuando piden programas especiales de ayudas para el sector del automóvil, para el naval o para la comercialización de las berzas o la exportación de chochos (altramuces) y pejines. También A. Smith decía esto otro, que viene mucho a cuento del ofensivo desparpajo de Aznar, Casado, Ayuso y Almeida ante la ofensiva ‘brecha social’, cada vez más ancha: “Esta disposición a admirar, y casi a idolatrar, a los ricos y poderosos, y a despreciar, o como mínimo, ignorar a las personas pobres y de condición humilde es la principal y más extendida causa de corrupción de nuestros sentimientos morales”.
Casos prácticos: el desmantelamiento irresponsable de la atención primaria y la salud pública; el desinterés por el problema de la vivienda y el aumento de ‘sin hogares’; la ‘pobreza energética’ de un amplio sector de la población… y sobre todo un discurso insultante que se envuelve en el papel celofán de una frase vaciada de contenido: la ‘libertad’ de las cañas utilizada como trampantojo.
No, lo que puede llevar a un país al carajo son otros elementos: como la corrupción, por ejemplo, sobre todo cuando es organizada y adquiere caracteres sistémicos. Y en este plano a Casado le crecen los enanos. No es solo mala serte y una maldita casualidad que dos de los invitados estrella a la convención publicitaria del por ahora candidato en Valencia tengan problemas de corrupción: el ex presidente francés Nicolas Sarkozy y el ya ex canciller austriaco Sebastian Kurz. Cuando hay indicios y se pasa, es como cuando hay seísmos, temblores, ruidos raros que vienen de abajo y olor a azufre y se ignora el volcán.
Junto con este, el otro gran peligro actual para España, y para Europa, es la extrema derecha, que ha llegado con el mismo discurso que fue el caldo de cultivo para el siglo europeo de las grandes guerras. Los jinetes del odio cabalgan de nuevo, y mientras en la mayor parte de Europa se les pone un ‘cordón sanitario’ por la derecha civilizada y de raíz demócrata cristiana, excepto en algunos de los países del Este ‘hibernados’ desde la IIGM en el Bloque Comunista, y aún desnortados, en España se tontea con VOX, cada vez más agresivo y radicalizado hasta la caricatura.
El PP, ciertamente, tiene un problema serio que está transfiriendo a España: desde el nacimiento estuvo infiltrado por el franquismo agazapado. La idea de Fraga, según el mismo padre fundador’ sostenía era que ese aporte se fuera diluyendo en el interior de AP, luego PP. Pero sus sucesores no han sido tan pragmáticos como el ministro franquista. Del PP surgió VOX, y los populares lejos de dejar el lastre lo quieren volver a embarcar.
El PP, arrastrado por su competencia con VOX, se está acercando a la extrema derecha populista europea, a la Polonia y a la Hungría, a la Italia… ultras. También la tropa de Abascal empieza a criticar y socavar, como Kaczynski y Orban y otros locos del montón, los principios fundacionales de la Unión Europea: y quizás el más importante: la primacía del derecho y de la justicia de la Unión sobre el derecho y la justicia nacionales. Que es lo que precisamente a la inmensa mayoría de los europeos nos ha hecho europeístas.
Europa ha tenido paz, democracia y progreso sostenido cuando las guerras de soberanía y del espacio vital y de los viejos agravios dejaron de tener sentido.