Líderes

Líderes

Motivar al equipo, saber inspirar y redistribuir responsabilidades está muy por encima de la autoridad o de la necesidad imperiosa de cumplir los objetivos

Estatua de Winston Churchill en Londres.Gera Heusen via Getty Images/EyeEm

Hay un proverbio chico que dice que los patos salvajes siguen al líder de la bandada por la forma de volar y por las habilidades para orientar al grupo, pero no por la fuerza de su graznido. Una frase que nos invita a reflexionar sobre el concepto de qué es un líder.

El carisma, la convicción o la visión de futuro son algunas de las aristas que diferencian a los líderes del resto de los mortales. Seguramente que más de uno estará echando de menos cualidades como honestidad, respeto, habilidades comunicativas  y compromiso. La verdad es que no resulta sencillo describir a un líder.

Ejemplos de liderazgo tenemos muchos, desde políticos pacifistas como Mahatma Gandhi o Nelson Mandela hasta líderes empresariales como Steve Jobs, pasando por adalides deportivos como Diego Pablo Simeone.

Dos lecciones de liderazgo de Churchill

Uno de los líderes políticos que más admiración causa entre los gurús empresariales es Sir Winston Churchill (1874-1965), el que –a los 65 años- se convirtió en primer ministro británico en un momento decisivo de la Historia, durante la Segunda Guerra Mundial.

Fue un personaje extraordinario, soberbio, pedante y autoritario, al tiempo que una de las mentes más brillantes del siglo pasado. Es conocido su discurso ante la Cámara inglesa en donde dijo aquello de “no tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Esta frase es, en sí misma, todo un compendio de inteligencia emocional, uno de los tres pilares sobre los que asienta el liderazgo bien entendido.

El segundo es la autenticidad, un valor excepcional del ser humano, tanto en aspiraciones como en comportamiento y personalidad. En otro de sus discursos el político inglés pronunció: “Es muy probable que los capítulos más gloriosos de nuestra historia no hayan sido escritos todavía”. Un mensaje que llegaba directamente a las fibras más sensibles de los ingleses.

Cuando la retirada se convirtió en una victoria

Evacuación o muerte. Estas eran las dos únicas soluciones para los casi 400 mil soldados del ejército británico que luchaban en territorio francés y que habían sido acorralados en el bolsón de mar, de unos veinticinco kilómetros, que rodea al puerto de Dunkerque.

Fue entonces cuando Churchill pensó en lo que bautizó como “Armada Mosquito”, utilizar embarcaciones civiles para recoger a los soldados en territorio francés y llevarlos de vuelta a casa. El primer ministró delegó la responsabilidad de la planificación de aquella retirada en el almirante Bertram Ramsay. Corría el 29 de mayo de 1940.

Diseñó tres rutas de evacuación: la ruta Z, la más corta pero expuesta al bombardeo de las baterías costeras alemanas, la ruta X, que tenía que afrontar las minas submarinas y la ruta Y, que estaba expuesta a los buques, submarino y a la Luftwafe. El destino final era el puerto inglés de Dover.

La estrategia de Ramsay fue un éxito, el Canal de la Mancha se convirtió en un hervidero de barcos y es que al final fueron unas ochocientas embarcaciones las que participaron en la Operación Dínamo. Con ellas 338.000 soldados rescatados.

Y es que otra de las cualidades de un buen líder es saber delegar, para ello es fundamental ser asertivo, es decir, expresar con claridad qué se espera de cada uno de los componentes del equipo y cuáles son las tareas que deben realizar para cumplir los objetivos.

Para finalizar nos quedamos con las míticas palabras de otro gran líder, Nelson Mandela: “Las apariencias importan, recuerda sonreír”.