Lecciones
Esa ultraderecha que, de la mano de la derecha, intenta hacer sangre y sacar rédito político de una pandemia...
“No halle culpables, halle remedios”
Henry Ford
La pandemia de la Covid-19 ha causado estragos en la comunidad internacional: Asia, Europa, América Latina, EEUU, etc.
En España en concreto, la pandemia nos ha golpeado en un momento político en el que nos encontramos con un escenario marcado por la irrupción de una ultraderecha destructiva, capaz de confundir a la derecha de siempre y distorsionar, hasta prácticamente noquear, al autodenominado centro liberal. Esa misma ultraderecha que ataca un día sí y otro también al Gobierno de España, capaz de criticar por tardía la actuación del Gobierno frente a la Covid-19 y, a la vez, organizar un macroacto en Vistalegre el día 8 de marzo y votar en contra de la prórroga del estado de alarma, abandonando de paso las medidas restrictivas que están permitiendo a España, de manera paulatina, ir descendiendo en el número de contagiados y fallecidos diarios. Esa misma ultraderecha que quiere acabar con el Estado de las autonomías y que pretende fulminar las políticas públicas orientadas a mitigar la violencia de género, incorporando términos despectivos tales como “feminazis” al referirse a ellas. La misma ultraderecha que arrastra a una derecha desnortada, con tanta fuerza como sin sentido. La misma ultraderecha que, dopada de bots, inunda las redes de mensajes incitando al odio. Esa ultraderecha que, de la mano de la derecha, intenta hacer sangre y sacar rédito político de una pandemia que está azotando con especial virulencia y sin piedad a nuestro país sobre las numerosas víctimas mortales y familias afectadas, eso sí, envueltos en la bandera de España y el patriotismo de interés partidista.
Ampliando el foco, estamos viviendo también un periodo de tiempo en el que los populismos e hiperliderazgos han sacado a relucir sus mejores galas. Actuaciones y declaraciones del brasileño Bolsonaro, del estadounidense Trump señalando con el dedo a la OMS para desviar la atención de su responsabilidad en la gestión del “virus chino”, del húngaro Orban, arrogándose poderes absolutos, o del Gobierno polaco del PiS, que pretende aprovechar el brote pandémico para aprobar leyes que endurezcan el acceso al aborto y una legislación homófoba sobre educación sexual. Son todos ejemplos que dejan claro que ni en las peores crisis pandémicas las posiciones individualistas frente al multilateralismo y las actitudes que amenazan los valores de las democracias liberales se tomas una tregua. Estos comportamientos egoístas no solo están presentes a nivel global, sino también a nivel local, como lo demuestra la triste imagen de vehículos en medio de una pista de aterrizaje en Guayaquil, Ecuador, imposibilitando la entrada de un avión de Iberia y otro de KLM que pretendían repatriar a sus nacionales. Casos como éste u otros también los podemos encontrar en líderes locales o autonómicos de nuestros país, y seguro que a nadie se le escapan.
Es oportuno, además, analizar la evolución de la cooperación internacional para el desarrollo en este periodo de crisis sanitaria. La falta de solidaridad que hemos podido comprobar en algunos países contrasta con los enormes esfuerzos que han hecho muchos otros por colaborar y abre nuevos escenarios de relaciones y prioridades. La tensión entre el “mi país primero” al compromiso global provocado por la pandemia como se refleja en los llamamientos al alto el fuego del las Naciones Unidas, las cumbres de donantes o el compromiso de congelación de la deuda del G20 a los países en desarrollo…
No podemos perder la vista sobre quienes serán los principales damnificados de esta crisis: las clases más vulnerables de los países más desfavorecidos y, especialmente, las mujeres. “La pandemia ha subrayado y exacerbado las desigualdades, sobre todo la desigualdad de género, dejando al descubierto la forma en que la economía formal se ha sostenido gracias al trabajo de cuidado invisible y no remunerado de las mujeres. Ha puesto de relieve los desafíos actuales en materia de derechos humanos, incluidos el estigma y la violencia contra las mujeres”. Son los términos en los que se expresaba recientemente Antonio Guterres, secretario general de la ONU.
El coronavirus ha puesto en jaque a la sociedad actual: desde las estructuras gubernamentales, a las relaciones comerciales internacionales o el multilateralismo, pasando por la resistencia e incluso los valores de los países y de sus líderes. Un auténtico desafío ideacional al orden mundial.
¿Podemos hablar de un nuevo orden mundial después del Covid-19? Demasiadas incógnitas pero también muchas certezas. Una de ellas es que nada será igual.