Lecciones francesas para socialistas españoles
Cada vez que un partido socialdemócrata europeo pierde las elecciones, habilidosos y oscuros aparatchkis sin ideología previa conocida más allá de proteger su propio trasero, descubren mágicamente que en realidad tienen una irreprimible pulsión revolucionaria, vuelven grupas hacia sierra maestra y encuentran rápidamente la solución a todos sus males: Tenemos que volver a las esencias, tenemos que ser más de izquierdas.
El problema es que si bien esta estrategia les puede hacer ganar las batalles internas de sus partidos, raramente funciona cuando finalmente se someten a la opinión de la ciudadanía en unas elecciones.
El último ejemplo de todo esto lo tenemos en Francia, ya saben, ese extraño país de comedores de quesos y cantantes excesivamente azucarados. Repasemos.
El pasado mes de agosto, una de las estrellas emergentes del Gobierno socialista de François Hollande, el ministro de Economía Emmanuel Macron, presentó su dimisión y montó una plataforma política llamada En Marche, un movimiento bastante vaporoso en torno a su figura y en el que, a pesar de que Macron se presenta a sí mismo como un hombre de izquierdas ("Yo soy de izquierdas, es mi historia"), toma elementos tanto canónicamente socialdemócratas, como otros social-liberales para construir un corpus ideológico/programático flexible que se sitúa con habilidad en un centro-izquierda desacomplejado y maleable.
En ese momento, el consenso de los analistas es total: ninguno otorgaba a Macron más de un 10% de voto en unas presidenciales. Pero nadie contaba con la prodigiosa capacidad de los socialistas franceses para suicidarse sin razón aparente.
Y ese suicidio se produjo en unas primarias a tumba abierta en las que se enfrentaban un socialdemócrata clásico ( con algunos tintes de grandeur autoritaria) como Manuel Valls y un autoproclamado representante de las bases y de la izquierda del partido como Benoît Hamon.
Tras las dos vueltas preceptivas con cerca de 2 millones de participantes, un Hamon que tras toda una vida en el aparato del PS sin veleidades ideológicas conocidas se presentó sorprendentemente con una llamada para unir a toda la izquierda, derrotó a Valls de forma contundente.
Había llegado la hora de la unidad de todas las izquierdas, la hora de la unión histórica con comunistas y ecologistas para presentar una candidatura conjunta, la hora de la izquierda viva y vibrante tras el oprobio de una presidencia socialdemócrata y claudicante. La hora de ganar sin bajarse del autobús.
Pero no. Ni unidad de izquierdas, ni candidatura conjunta, ni izquierda vibrante, ni gaitas normandas. Ni siquiera laúdes provenzales.
Solo tres meses después, el candidato Hamon, capitán de la unidad de la izquierda y líder de las bases es 4º ( sí amigos, cuarto) en las encuestas, con posibilidades nulas de pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, mientras que el outsider Macron, ministro de un Gobierno socialista, tiene todas las posibilidades para ser el próximo presidente de la república.
Los posibles paralelismos con nuestro país se los dejo a ustedes.