La lava ha llegado al mar: esto es lo que puede ocurrir ahora
Diez días después de que comenzase la erupción del volcán, una colada de magma y piedras ha alcanzado la costa.
La lava ya ha llegado al mar. Diez días después de que el volcán Cumbre Vieja entrase en erupción en la isla de La Palma, y tras una sucesión de cálculos fallidos, la colada de magma y piedras ya ha tocado la costa atlántica. Ha sido en la noche del martes, alrededor de las 23:00 hora canaria; rozando la medianoche peninsular.
La sucesión de fechas previstas para el encuentro se fue posponiendo a medida que la lava frenaba su avance. Si la primera previsión era el lunes 22, apenas un día después de que erupcionase Cumbre Vieja, todo se retrasó otra semana, con movimientos casi imperceptibles de las coladas de unos pocos metros por hora.
Sin embargo, en los últimos días el volcán ha entrado en otra fase, menos explosiva pero con un movimiento más veloz del magma, lo que ha generado un nuevo empuje a los ‘ríos’ de restos volcánicos. Incluso, en algunos puntos, las nuevas expulsiones han sobrepasado a los restos de las fechas previas, ya casi inamovibles sobre el terreno.
Un peligro ya esperado y previsto con tiempo
Aunque ha ocurrido de noche y los primeros testimonios hablan de unas pocas piedras caídas a la costa, el momento de la unión de la lava con el agua es un fenómeno tan espectacular como peligroso. El contacto genera un cambio drástico en la temperatura del magma (de unos 1.075 grados centígrados), lo que conllevará su sedimentación, proceso que generará una emisión muy fuerte de vapor y gases a la superficie.
“Hay un proceso de enfriamiento muy rápido. Es como si metiéramos un vaso de cristal muy caliente en agua muy fría, el cristal se rompería. Pues con la lava pasa algo parecido”, ha explicado el geólogo y divulgador científico Nahúm Méndez en Al Rojo Vivo (laSexta).
La reacción química puede provocar detonaciones con la expulsión masiva de gases como ácido clorhídrico y otros tóxicos, así como de partículas “que nos pueden golpear y nos pueden matar”, añade Méndez, en caso de contacto. Por ello, los responsables y especialistas piden guardar una distancia prudencial y no presenciar el “espectáculo natural” desde cerca, como sí ha ocurrido con la erupción, con turistas colapsando carreteras utilizadas por los servicios de emergencias.
Sin embargo, el geólogo ha reconocido que la situación está controlada minuto a minuto “por un equipo de los mejores del mundo; debemos de estar muy contentos del equipo científico que tenemos”. Apunta que desde antes de la erupción se estaba analizando cada señal que emitía el volcán: las visuales, la temperatura, la sismicidad interior para saber su evolución... “Creo que podemos estar seguros de que su trabajo será fundamental para conocer las causas”, ha rematado.
Un fenómeno conocido
Este proceso tiene, incluso, nombre: laze, un término inglés que une ‘lava’ y ‘neblina’ (haze). El Servicio Geológico de Estados Unidos las describe como “nubes espesas con mezcla de gas caliente corrosivo”, perjudiciales para el ser humano al irritar la piel y los ojos y causar problemas respiratorios. Hace referencia, además, a que el impacto de algunos de estos restos podría generar graves daños. Las laze pudieron vivirse tras la erupción del volcán Kilawea en la isla de Hawai en el verano de 2018.
Pero el riesgo no se circunscribe únicamente a los seres humanos. Este choque químico y térmico pone en riesgo el ecosistema de la zona, tanto terrestre como submarino, así como las posibles embarcaciones que faenen en los alrededores.
La tardanza de la lava en llegar al agua, al menos, ha permitido ganar tiempo para evitar lo que hubiera sido un desastre mayor por inesperado.