Las y los 'centennial' ante el 8-M
Nuestra lucha como sociedad debe estar orientada a la defensa de la igualdad.
Debemos reconocer como sociedad que hubo un antes y un después del 8-M del 2019. Para la gran mayoría de las mujeres fue un motivo de orgullo, también para ser justa, de una amplia mayoría masculina. ¡Toda una revolución social feminista en las calles!
Pero si algo debe ser motivo de enorme satisfacción es la renovación generacional en la lucha por la igualdad, que pudimos visualizar en las dos últimas convocatorias del 8-M, una renovación representada por jóvenes de ambos sexos, aunque todavía sigue habiendo una mayor implicación de nuestras jóvenes, según hemos podido comprobar en un pequeño estudio cualitativo.
Es deseable que cada 8-M vuelva a convertirse en una fecha de reivindicación de millones de mujeres y cada vez de más hombres, de todas las edades, de todas las condiciones sociales, de distintas ideologías, compartiendo un deseo común: avanzar en la igualdad efectiva y real en todos los ámbitos sociales y laborales junto con una lucha decidida y sin fisuras contra la violencia de género.
Quizás estos sean los principios que nos unen a todas. Son los principios que no debemos olvidar jamás. Ante ellos solo cabe la unión de todas las personas que luchamos por la igualdad, practicando la igualdad a diario y no dejando que la igualdad se pisotee. Es necesario que las y los jóvenes compartan este principio, esta convicción desde las edades tempranas.
Por ello, es preciso reforzar la coeducación en nuestras escuelas, en los patios de los colegios jugando juntas y juntos, en las aulas trabajando la igualdad transversalmente y a través de los planes de igualdad que los centros educativos deben desarrollar, con la estrategia incorporada de la recién aprobada LOMLOE para la lucha contra la violencia de género en distintas etapas educativas. Se pretende eliminar las barreras para que niños, niñas y jóvenes accedan sin distinciones a cualquier área de conocimiento y fomentar el gusto por las áreas científicas tecnológicas o artísticas, todavía más comunes para los hombres que para las mujeres.
En definitiva, ayudando desde el ámbito educativo a construir una conciencia común y general en defensa de la igualdad. Esta tarea no solo se puede adaptar desde la escuela, sino que debe ir acompañada del apoyo de la familia y de la sociedad en este proyecto que todas y todos debemos compartir por el bien de una sociedad más justa e igualitaria.
Nuestra lucha como sociedad debe estar orientada a la defensa de los valores inherentes a la Constitución Española, que en su artículo 14 señala: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Así lo ven los centennial, quienes entienden por igualdad, igualdad de trato, quienes eliminan de su discurso cualquier tipo de discriminación. Como ejemplo de opinión de un centennial: “cuando escucho igualdad, entiendo igualdad de oportunidades, de derechos o de responsabilidades; es decir, que nadie sea prejuzgado o discriminado por su género en la vida cotidiana”. Y en eso consiste la ley Zerolo.
Tenemos la obligación de hacer lo imposible para que en el día de mañana, cuando nuestros jóvenes se conviertan en adultos ejerzan la igualdad y no la teoricen. Esta será la señal y constatación de que verdaderamente hemos alcanzado el objetivo de igualdad como sociedad.
Para ello es esencial no perder de vista el objetivo. Niñas, niños y jóvenes aprenden de lo que ven, por ello en la lucha por la igualdad los mensajes deben ser claros y no confusos. Se trata de construir una sociedad más igualitaria.
Nuestros jóvenes saben, porque lo ven, que actualmente existe todavía discriminación, brecha de género, desigualdad salarial, desigualdad laboral, techos de cristal, diferencias en las pensiones, violencia machista, asesinatos... Es a estos problemas a los que ellas y ellos dicen basta.
Son estas desigualdades las que quieren eliminar en el futuro. Ellas y ellos tienen las ganas, la determinación y la vida por delante para lograrlo. Nosotros tenemos la obligación de seguir abonando el terreno, de poner todo de nuestra parte y ayudarles a que tomen el testigo. Para ello es fundamental que no pierdan el espíritu y la ilusión de la juventud.
Hablemos con el lenguaje que entienden, hagamos pedagogía también sobre la igualdad y sobre todo, escuchemos a nuestros jóvenes, para que nos digan qué entienden por igualdad y qué quieren en el futuro, yo les he escuchado para este artículo, y son claros: “que se nos trate a todos por igual”, “que nos apoyemos los unos en los otros sin importar el sexo”, “la lucha con respecto a la diferencia en la situación laboral que se produce entre hombres y mujeres”, “lograr eliminar ese miedo que tenemos por el simple hecho de ser mujeres, de poder ser libres”.
Y para finalizar, recojo otra opinión de una centennial que resume otras muchas opiniones manifestadas: “en esta lucha, lo principal es conseguir un mundo en el que nadie sea menos que nadie, por ser de un género o de otro, en este caso, mujer”.