Las mujeres tienen el mundo en sus manos: por qué son imprescindibles para frenar la crisis climática
"Son las mujeres las que tienen que levantarse muy pronto para ir a por agua, las que se encargan de traerla a casa y cuyas hijas dejan de ir a clase en muchas ocasiones para ayudar a sus madres".
Hay una imagen —mucho más antigua que la de la solitaria Greta Thunberg a las puertas del parlamento sueco— que representa de forma nítida el amor y la lucha de las mujeres por la tierra. Es una fotografía en blanco y negro en la que se ve a mujeres del movimiento Chipko en la India, que durante casi 40 años defendieron los bosques y se movilizaron contra del monocultivo de árboles en el Himalaya. En el retrato aparecen varias activistas—muchas de ellas menores de edad—algunas de las cuales llegaron a perder la vida en los 70 por sus acciones de resistencia pacífica, en las que se abrazaban a los árboles para intentar frenar la acción de las empresas madereras.
Como ellas, son muchas las que a día de hoy luchan por la conservación del planeta alrededor del globo. Todos los estudios apuntan a que son ellas quienes más sufren las consecuencias de esta crisis y, por eso, este martes, día de los Derechos Humanos, la 25 Cumbre del Clima celebrada en Madrid se centra en la perspectiva de género en la lucha contra la emergencia climática. Ha sido la vicepresidenta Carmen Calvo la encargada de abrir una serie de paneles que durante la mañana y la tarde cuyo objetivo era poner en valor la acción femenina a nivel mundial ante esta problemática.
“No se puede prescindir del diagnóstico de las mujeres”
“No se puede hablar de cambio climático sin contar con el diágnostico de las mujeres”, ha señalado la vicepresidenta del Gobierno en funciones, que ha incidido en que la violencia contra la mujer también se traduce en violencia sexual. “Los datos de la ONU son insostenibles para este planeta”, ha asegurado, “así como las dificultades de las mujeres para acceder a los recursos, la titularidad de las tierras, al trabajo, a la independencia económica y a la libertad”. Las cifras le respaldan: las mujeres poseen sólo el 1% de las tierras en todo el planeta. “No habremos alcanzado un objetivo razonable sin el progreso de la otra mitad de la población, por eso es tan importante este debate”, ha aseverado.
Para ella, la relación entre las mujeres y el medio ambiente es estrecha: “Sabemos mucho de cooperación, de concordia y de trabajar en grupo”, ha recalcado. “Es el momento de utilizar estos saberes como un gran instrumento del que aprender y ofrecer a los demás”.
El ecofeminismo, más fuerte que nunca
Esta visión forma parte de un movimiento que, aunque todavía lucha por hacerse un hueco más pesado dentro del propio feminismo, cada vez hace más ruido. El ecofeminismo se trata de una corriente que busca combatir la crisis climática evidenciando que las mujeres son más vulnerables a la contaminación ambiental. La filósofa experta en el tema Alicia Puleo, no tiene duda: “Estamos más en contacto con las zonas sumamente devastadas”, asegura en otro de los paneles de la COP25, en el que explica que esta es una realidad que todavía se ignora.
La corriente ecofeminista va ganando importancia ahora que el feminismo y el ecologismo se han convertido en las grandes luchas sociales del siglo XXI, pero hasta la fecha, ha sido “la gran desconocida”, recalca Puleo. “A pesar de ello, se trata de una teoría que se ha ido desarrollando en muchos campos, tanto en la Sociología como en la Filosofía y en la Teología”, apunta. “El feminismo ambiental es aquel que toma consciencia de la necesidad de administrar racionalmente los recursos y que se preocupa por el medio ambiente entendido como un escenario donde los seres humanos actuamos, tratando de preservar eso lo máximo posible”, añade.
La filósofa entiende que este movimiento es “una mirada nueva sobre la naturaleza, sobre el mundo en el que vivimos y una redefinición del ser humano de acuerdo a conceptos que vienen de la larga historia de marginación de las mujeres”.
África, un claro reflejo
El continente africano es, sin duda, uno de los reflejos más evidentes de esta lacra. Las mujeres campesinas y de clase obrera africana son las principales afectadas por el impacto de la crisis climática al ser las primeras responsables de la producción de alimentos de subsistencia o del abastecimiento de agua potable. “Son ellas quienes defienden la tierra, las semillas, el agua y los bosques, pero también trabajan para proteger una forma de ser y una forma de vida profundamente interconectadas con la naturaleza”, asegura por su parte Dorah Marema, miembro de una organización africana.
“Sabemos que hablar de indígenas o campesinas no es un tema sexy, pero debemos dar voz a esta situación. Son las mujeres las que tienen que levantarse muy pronto para ir a por agua, las que se encargan de traerla a casa y cuyas hijas dejan de ir a clase en muchas ocasiones para ayudar a sus madres. Cuanto mayor es la escasez, más tiempo se invierte en encontrarla, y por tanto más repercuten estos cambios en su vida”, señala Marema.
ONU Mujeres lleva tiempo destacando en sus informes que, a menudo, las mujeres y las niñas son las últimas en comer o en ser rescatadas, quienes se enfrentan a mayores riesgos de salud y seguridad cuando los sistemas de agua y saneamiento se ven comprometidos y quienes asumen una mayor carga de trabajo doméstico y de cuidado cuando deja de haber recursos.
“Mujeres como agentes de cambio”
Es un hecho que ellas son más vulnerables, sin embargo, “los vínculos entre cambio climático y género han estado invisibilizados mucho tiempo”, apunta por su parte la exministra de Igualdad y actual representante de ONU Mujeres en Ecuador, Bibiana Aído. “Es necesario que conozcamos las brechas de género, que se trabaje en el fortalecimiento de las capacidades de la mujer y que se tomen acciones clave que nos ayuden a mejorar y a acertar en las soluciones que se planteen, pero no hemos de ver a las mujeres como víctimas, sino como agentes de cambio”, destaca en otra de las ponencias de la jornada.
Finlandia, un ejemplo a seguir
No es tarea fácil teniendo en cuenta que en los procesos de toma de decisión la representación femenina es mucho más escasa, por no decir nula en la gran mayoría de Estados. No es el caso de Finlandia, donde cinco partidos en el Gobierno llevan las riendas del país bajo una fórmula de coalición liderada por cinco mujeres.
“El género y su vínculo con los asuntos climáticos es clave. Tengo confianza en que la nueva generación en mi país traiga nuevas perspectivas ya que no podemos permitirnos volver atrás, hay que seguir adelante con esta lucha”, apuntaba este martes la embajadora de Finlandia en España Tiina Jortikka-Latinen.
Queda mucho por hacer, pero lo cierto es que desde 2008 ha habido avances. “Por aquel entonces, en la Convención Marco de Cambio Climático había solo una pequeña referencia a la igualdad de género. A partir de ahí empezamos a desarrollar conocimiento en temas de mitigación y adaptación sobre el vínculo entre género y cambio climático y a día de hoy tenemos más de 70 decisiones”, exponía por su parte la viceministra de relaciones internacionales en Costa Rica, Lorena Aguilar. “Operacionalizar este tema ha sido clave porque ahora queremos un plan más ambicioso. El reto es que debemos incluir acciones que le den a los países las herramientas para incorporar género en sus decisiones”, aseveraba.
Hay esperanza
A pesar de que todavía los datos son devastadores, hay esperanza. Cada vez son más mujeres las que acceden a puestos de poder y rompen los techos de cristal que se encuentran por delante. Esto hace que las decisiones que se adoptan se tomen desde una perspectiva feminista. Ejemplo de ello es Cristina Gallach, la Alta Comisionada para la agenda 2030, quien señala que “es necesario incorporar a mujeres en los órganos internacionales y que tengan más representación”.
Es ahora cuando empieza a hacerse más visible la lucha de las mujeres por el planeta, pero la realidad es que viene de mucho antes: desde aquellas que se abrazaban a los árboles en los 70 hasta el movimiento de Plachimada, que consiguió en 2004 que la justicia reconociera a la comunidad india el derecho de uso del agua frente al deterioro de las condiciones de acceso a este recurso básico por la contaminación de las multinacionales. Pasando por las feministas inglesas de Greenham Common que lograron cerrar bases de misiles con más de 13 años de campamentos y manifestaciones.
La jornada de la COP25 dedicada al vínculo entre Género y Cambio Climático muestra otro ejemplo de este avance. Pero sabremos que se ha dado el gran paso cuando no hagan falta temáticas dedicadas concretamente al trabajo de las mujeres y se empiece a incluir este trabajo en el día a día.