Las 'lideresas invisibles' en la crisis del covid-19
Reflexiones sobre los retos para el liderazgo de las mujeres a nivel global durante la pandemia.
No hay un lugar en el mundo donde las mujeres no estén en la primera línea de frente de la lucha contra la pandemia de la COVID-19. Las hemos visto en hospitales, residencias, supermercados, tele-trabajando con el niño encima, recogiendo frutas, yendo a por agua… Sin embargo, prácticamente no existen en los lugares de decisión donde se decide sobre su futuro, ni en instancias económicas ni en gobiernos, y también escasean en los espacios donde se está decidiendo de qué tipo y cuántas ayudas van a ser necesarias para que puedan superar la crisis humanitaria que ya tienen encima.
Para reflexionar sobre este ‘liderazgo invisible’, la ONG Alianza por la Solidaridad-ActionAid y el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) han reunido en una foro internacional, en forma de ‘webinar’, a un grupo de especialistas en ayuda humanitaria de Colombia, Haití, Liberia y España. Y su mensaje ha sido muy claro: si algo está poniendo sobre la mesa esta pandemia es que hay que aumentar el papel de las organizaciones locales en los países en desarrollo a la hora de gestionar los fondos y que, además, debe contarse especialmente con las lideradas por mujeres si se quiere ser eficaz. “Con ellas al frente, es evidente que aumenta la eficacia de los fondos que se destinen a la crisis porque conocen bien las necesidades en las comunidades. Además, contar con ellas aumenta la justicia social porque abordan los impactos de género y toman decisiones que son sostenibles en el tiempo”, apuntaba Cristina Muñoz, directora de Programas de Alianza.
El problema de los impactos específicos de las crisis humanitarias en las mujeres no es nuevo, y ahora es más evidente si se miran los datos de informes sobre violencia, desempleo o pobreza en todo el mundo, y especialmente en países en desarrollo de Latinoamérica, África o Asia. Sin embargo, las agencias de la ONU, de la UE y en general los países donantes siguen sin contar con sus organizaciones cuando ‘reparten’ el poco dinero disponible para prevenir o paliar los daños, destacaban las ponentes. Todo indica que la burocracia y la desconfianza siguen provocando que se prime a las grandes ONG, frente a las locales, que tienen que ir de la mano de una ‘hermana mayor’ para conseguir apoyos, quedando invisibilizado su trabajo.
Es un panorama que no cambia pese a que hace tres años se alcanzó un compromiso internacional llamado ‘Grand Bargain’, fruto de la Cumbre Humanitaria Mundial, que pretendía generar cambios. Según ese acuerdo, países e instituciones donantes se comprometían a destinar un 25% de los fondos humanitarios a organizaciones locales y nacionales para este año 2020.
Pero no se ha conseguido. Francisco Rey, codirector del IECAH, recordaba que en 2018 (últimos datos disponibles) sólo se había llegado al 3,1% de ayudas directas. “Con el confinamiento en más de medio mundo, hemos visto que el riesgo que conlleva la ayuda humanitaria se ha trasladado a las organizaciones locales, y es algo que no puede ser porque hay que garantizar su seguridad, pero también ha servido para demostrar que pueden ser muy eficaces”, señalaba Rey.
Desde la Oficina Humanitaria de la AECID, Elena Bravo reconocía que las organizaciones de mujeres reciben “una ayuda poco generosa” y que falta avanzar mucho en los apoyos a las locales, pero destacaba que España está en esa senda y el porcentaje que les destina directamente ha pasado de un 4,5% en 2016 al 18,9% en 2019. Además, Bravo explicó que existe un ‘marcador de género’ que sirve para identificar los proyectos que cuentan con la problemática específica de las mujeres, gracias al cual saben que son el 26% del total. Pero hay retos pendientes y los puso sobre la representante de Alianza, quien recordaba la necesidad de invertir más en análisis sobre la realidad de las mujeres en casos de crisis, canalizar más recursos y aumentar su representación en los espacios de poder.
Más allá de los análisis… ¿qué está pasando en los territorios? Desde Bogotá, Gloria Isabel García (Oxfam América) relató las dificultades que han tenido para atender a las poblaciones durante un confinamiento muy represivo, coetáneo de una gran violencia social, con crisis políticas como la de Nicaragua o sequías como las del ‘Corredor Seco’ de Centroamérica. También desde un municipio del norte del Cauca (Colombia), la líder de la organización local ASOM, Clemencia Carabalí, insistía en la precariedad en la que se enfrentan a la COVID-19 : “Al mal funcionamiento de los servicios de salud se suma la falta de empleo, el aumento de la violencia de género y la social; sólo en este año ya llevamos 105 asesinatos de líderes de derechos humanos en este país. Y la ayuda no nos llega. Estamos usando para la pandemia fondos que estaban destinados a otros proyectos, reorientándolos para campañas informativas”, señalaba. En definitiva, ’desvestir a un santo para vestir a otro”, como dice el refrán.
Similares testimonios plantearon las representantes de Haití o Liberia. Yolette Etienne, directora de ActionAid Haití, recordaba que “cuando llega una crisis, como las muchas que ha tenido mi país, siempre nos dicen que no es momento de abordar los problemas de las mujeres, pero somos las que estamos en primera línea de los cuidados, en más riesgo. Y no queremos ser sólo víctimas o beneficiarias de ayudas, queremos liderar y participar en las decisiones. Hay quien dice que no tenemos formación o se escudan en que podría haber fraudes, pero no es verdad. Y eso se combate con buenos mecanismos de rendición de cuentas en todos los niveles. No todas las ONG deben ser grandes, hay que ayudar a las pequeñas en sus pequeños entornos para que puedan crecer”, argumentaba. Lakshimi Subramani, de ActionAid Liberia, recordabalo que ocurrió durante la pandemia del ébola, cuando las mujeres fueron fundamentales. “En todo caso, en mi país la situación de las mujeres no se debe a una crisis puntual como el COVID-19, es continua durante toda su vida”, añadió.
Durante la conexión, los problemas con algunas de las participantes pusieron de manifiesto las dificultades diarias de su trabajo. “Como podéis ver, aquí nada es fácil. En Haití ni siquiera es podemos saber qué pasa en otras zonas porque es un país pequeño pero muy aislado, no funciona bien internet y no hay móviles inteligentes”, mencionaba Etienne.
En definitiva, en los próximos meses, quizás años, muchos millones de personas van a necesitar una ayuda humanitaria que seguramente no será suficiente, pero que debe enfocarse de forma adecuada para que sea eficaz y palíe los impactos sanitarios, sociales y económicos de la pandemia. Sin contar con las mujeres y sus organizaciones locales, será mucho más difícil. De momento, sigue siendo una asignatura pendiente . Y la pregunta es: ¿Hasta cuándo?