Las elecciones del 10-N explicadas a los que han pasado de la campaña
Los españoles vuelven a las urnas y ni si quiera ha cambiado uno solo de los principales candidatos... Ni va a variar el vencedor de los comicios.
Hace apenas diez días los españoles tuvieron que cambiar la hora para adaptarse al horario de invierno. A las 2 pasaron a ser las 3. Se ganó una hora, pero es el único avance que ha conocido el país en 2019. Si hubiera un reloj para medir los progresos de una nación, el de España estaría parado desde el 28 de abril de 2019, fecha en la que se celebraron las últimas elecciones generales. En el mejor de los casos, las manecillas no volverán a funcionar hasta diciembre.
Este domingo los españoles vuelven a elegir presidente del Gobierno. Es todo un récord europeo: cuatro elecciones en cuatro años han servido para crear un clima de hartazgo, pesimismo y enfado en una sociedad a la que se le interpela constantemente pero cuyas opiniones nadie escucha. Si una mujer se hubiera quedado embarazada el día de las últimas elecciones generales, el 28 de abril de 2019, el bebé aún no habría nacido. Es un ejemplo que dibuja un sentimiento generalizado: algo tiene que salir, aunque a estas alturas no se sepa muy bien qué.
Porque los españoles vuelven a votar y ni siquiera ha cambiado uno solo de los principales candidatos que se presentan a las elecciones. Tampoco va a variar el vencedor de los comicios: ganará, nadie lo duda, el socialista Pedro Sánchez. La gran pregunta en noviembre es exactamente la misma que tenían todos los electores en abril: con qué partidos se va a aliar el PSOE para poder formar gobierno.
Porque todo sigue igual: Sánchez ganará pero no obtendrá una mayoría suficiente como para gobernar en solitario. Necesitará el apoyo de otras fuerzas políticas, tal y como ocurrió en abril, y otra vez Unidas Podemos, la izquierda más a la izquierda, se erige como socio más lógico. Sin embargo, esa unión que han reclamado tanto votantes socialistas como de Unidas Podemos se frustró este verano. No hubo acuerdo y esa falta de sintonía común derivó en la convocatoria de nuevas elecciones.
¿Con quién podrá gobernar ahora Pedro Sánchez? Esa es la pregunta que recorre las calles españolas y cuya respuesta sólo conoce una persona: Pedro Sánchez. En esta campaña electoral insiste en que quiere formar un gobierno progresista, es decir, con Unidas Podemos, pero su animadversión al líder de la formación de izquierdas, Pablo Iglesias, es tan evidente que supone un impedimento real para que puedan unirse en esta nueva oportunidad. Formar una gran coalición con su rival de toda la vida, el conservador Partido Popular, es una opción que cada vez gana más defensores.
Tercera fuerza
La única gran diferencia con la situación que había en abril es el auge de la extrema derecha de Vox, un partido prácticamente calcado al Frente Nacional francés de Le Pen o a la Liga Norte de Salvini en Italia. La formación, que defiende la construcción de un muro que separe las ciudades españolas de Ceuta y Melilla de Marruecos, que niega el cambio climático, que veta a periodistas o que reniega del feminismo, ha encontrado en Cataluña el trampolín que necesitaba para ganar votantes. La mayoría de las encuestas ya sitúan a Vox como tercera fuerza política en España.
El partido, que dirige Santiago Abascal, se ha convertido en un referente para todos aquellos que defienden la aplicación de la mano dura para solucionar el conflicto independentista en Cataluña. Vox no entiende de grises: o es blanco o es negro. Y en el caso catalán lo ve todo negro. Por eso propone detener a todos los líderes de los partidos que defienden que los catalanes puedan decidir su permanencia o no en España y aboga por quitar a la comunidad autónoma las competencias que tiene en materias tan sensibles como autogobierno, educación o sanidad. En definitiva: que España tome el control total de Cataluña.
Es la postura más extrema de todo el panorama político. Las otras dos fuerzas conservadoras —el Partido Popular, que quedará segundo, y Ciudadanos, la formación más afín a la forma de entender la política del francés Macron— optan por un control progresivo sobre Cataluña, mientras que Pedro Sánchez ha endurecido su postura en el conflicto negando la posibilidad a los catalanes de votar en un referéndum sobre su futuro dentro de España, algo que la Constitución prohíbe. Unidas Podemos, mucho más abierta, promueve esa posibilidad de celebrar una consulta sobre una potencial independencia.
Pactos con la ultraderecha, por supuesto
Una de las grandes diferencias de España con el resto de Europa es que los partidos conservador (PP) y liberal (Cs) sí pactan con la ultra derecha y no ponen un cordón sanitario como líderes ideológicos homólogos en otros países como Angela Merkel y Emmanuel Macron. De hecho, estos dos partidos gobiernan en regiones tan importantes como Madrid -el motor económico de España- y Andalucía -la autonomía más poblada- gracias a los votos de la extrema derecha de Vox. Además, si tienen posibilidad, pactarán los tres después el 10 de noviembre para formar Gobierno.
Cataluña y Vox son los dos ejes sobre los que ha pivotado la campaña electoral, que en ningún caso va a despejar el camino para que se forme gobierno. No son pocas las voces que auguran que después de las cuartas elecciones en cuatro años llegarán las quintas, en un bucle infinito que hará de España un país con una inestabilidad política similar a la de Italia. Sánchez, que se sabe ganador, asegura que finalmente encontrará un socio de gobierno con el que completar la legislatura de cuatro años.
A su favor para lograr la victoria cuenta con la reciente exhumación del dictador Francisco Franco, una decisión muy valorada entre los votantes de izquierda y que, por contra, también ha servido de gasolina para la ultraderecha de Vox, absolutamente contraria a que se movieran los restos del dictador.
Con una crisis económica galopante, con una incertidumbre política real y un país paralizado por la falta de acuerdo entre los partidos, los votantes acudirán a las urnas de nuevo este domingo con la mayor de las desganas. “¿Para qué, para que todo siga igual?”, se pregunta de forma generalizada la sociedad española. Un dato que puede marcar lo que suceda el 10 de noviembre: la participación en el voto por correo ha caído un 30% respecto a los comicios del 28 de abril. Todo un síntoma del cansancio generalizado hacia la política y los políticos. También algo que favorece a la extrema derecha de Vox.
Mientras tanto, el reloj de España sigue parado.