Fue el epicentro del coronavirus, la ciudad a la que todos mirábamos aterrados. Pobres vecinos de Wuhan, lo que estaban pasando con el Covid-19. Luego el virus se extendió al mundo entero, mientras los ciudadanos de esta ciudad china se confinaban sin misericordia para atajar el mal.
Más de 70 días de encierro y un control férreo de fronteras y movimientos libraron a la urbe de la situación que hoy Occidente no es capaz de parar. Por eso, este verano los hemos visto hacer turismo, irse de piscinas, volver al cole sin problemas y, ahora, irse de copas y de discotecas, una escena impensable ahora mismo, por ejemplo, en España.
Muchas personas sin mascarilla, grupos juntos y numerosos, besos, terrazas sin distancia... Todo es posible en esta zona, que fue declarada libre de coronavirus tras la realización de casi 10 millones de test.