Las claves de la semana: Cuando el tiempo no cura
El tiempo no cura, sólo acostumbra. En política es raro el olvido. Cosa distinta es que convenga superar lo pasado, aceptar lo que llega y moldear la memoria. Aún así hay momentos críticos donde se hace inevitable el recuerdo de la herida. El de esta semana ha sido uno de ellos para muchos socialistas cuando supieron que la dirección del partido apoyaba la aprobación, por lectura única, del cupo vasco acordado entre PP y PNV. No por el concierto, que está en la Constitución, y tampoco por la fórmula de cálculo por muy indecorosa que resulte. Al fin y al cabo, por coherencia y respeto a su propia historia, el socialismo jamás votaría en contra de la financiación de un territorio donde, además, gobierna en coalición con los nacionalistas.
El PSOE pone en pista a Rajoy
Los motivos del malestar son varios. A saber. Porque en pleno debate territorial reabre la caja de los truenos sobre los privilegios de unas Comunidades sobre otras; porque carga de razones al nacionalismo catalán; porque da alas al frentismo que ha aupado a Ciudadanos en las encuestas; porque el PSOE no ha conseguido siquiera que el Gobierno cumpla con su compromiso de renovar al mismo tiempo el modelo de financiación que rige para las Autonomías del régimen general; porque el acuerdo es la antesala de la aprobación de los Presupuestos para 2018; porque pone en pista a Rajoy hasta fin de Legislatura y porque quienes han decidido extender el cheque en blanco fueron los mismos que hace un año cargaron con dureza contra la gestora del PSOE por apoyar el techo de gasto para 2017.
He aquí la dosis del recuerdo de la herida. No en vano al asturiano Javier Fernández le cayeron entonces chuzos de punta de los del "noesno" y el "nunca jamás", pese a que aquél fue un pacto con contrapartidas: un incremento del 0,5 al 0,6 por ciento en el límite de gasto de las Autonomías y una subida del 8% -la mayor en 30 años- del Salario Mínimo Interprofesional. El "sanchismo" no se había repuesto aun del "golpe" impulsado por Susana Díaz para desbancar a Pedro Sánchez de la secretaría general, y no paró hasta convertir a sus correligionarios en cómplices de la derecha de la corrupción, los recortes y la desigualdad.
Díaz fracasa en su intento de reclutar agraviados
Hoy aquellos, los de entonces, ya no son los mismos. Pero nadie ha alzado la voz porque nadie pretende la reconstrucción de frente alguno, y mucho menos dar sensación de que el socialismo vuelve a las andadas contra Pedro Sánchez. Susana Díaz pinchó en hueso cuando el domingo pasado pretendió reclutar agraviados para provocar un nuevo incendio a cuenta de las formas y el fondo con que la dirección del partido había dispuesto el apoyo al cupo.
Aún así algunos presidentes autonómicos como el de Valencia, Aragón, Asturias o Castilla-La Mancha no han ocultado que la fórmula de cálculo es insultante porque agita los fantasmas del agravio y porque blinda la financiación de Euskadi para los próximos cinco años mientras el resto de Comunidades sigue sin un modelo que garantice la viabilidad de sus cuentas.
Pese a todo, nunca antes Sánchez lo tuvo tan fácil para reconstruir afectos y diálogo con quienes le combatieron como secretario general en el pasado. Todos han quedado escarmentados y todos saben lo que se juegan a año y medio de las elecciones municipales y autonómicas. El líder del PSOE podrá ganar o perder las próximas generales, pero de lo que puede estar seguro es de que el tiempo de Susana Díaz para la política nacional quedó sepultado bajo los escombros de las últimas primarias y de que no hay secretario general dispuesto a desenterrarlo.
La única resistencia que queda de aquella batalla está en Andalucía, donde la propia Díaz se empeña en poner palos en las ruedas a la mínima de cambio. Un día veta la presencia del secretario general en unas jornadas sobre la Autonomía andaluza con presencia de los líderes nacionales del resto de partidos, otro se opone a que el acto central del partido sobre violencia machista se celebre en su territorio para no tener que coincidir con Sánchez y al siguiente da la estampida nada más empezar la reunión del primer Comité Federal celebrado tras las primarias. Todo, eso sí, sin conseguir ya el despliegue tipográfico que acompañaba antaño a cada uno de sus gestos o movimientos por mínimos que fueran.
Mejor negociar los presupuestos que un cheque en blanco
Será por ello que a Sánchez, que apenas ha dejado resquicio para la disidencia en un Comité Federal diseñado a su medida, le cuesta tanto recuperar la confianza como mantener un cauce de diálogo fluido con los barones que apoyaron a la andaluza en aquella batalla orgánica, a excepción de Guillermo Fernández Vara.
De entre los presidentes socialistas a quienes el secretario general telefoneó esta semana para pedirles que modularan el tono contra el cupo vasco hay quienes defienden que hubiera sido preferible negociar con el PP los Presupuestos para el próximo ejercicio. Al menos así, quien más y quien menos hubiera podido explicar en su territorio haber arrancado algún beneficio a cambio. Alguno ya advirtió en el Consejo de Política Federal del PSOE que, de no aprobarse antes de fin de año el nuevo modelo de financiación, algunas Autonomías iban camino del desastre fiscal. En aquella reunión, ni Sánchez ni ningún miembro de la dirección informó sobre su intención de respaldar el cupo vasco en los términos acordados entre el Gobierno y el nacionalismo vasco. Una evidencia más de que el tiempo no cura, sólo acostumbra.
Rivera se quita la careta
De todo esto y de cómo el PP se ha propuesto pinchar la burbuja sobre la reforma constitucional se ha hablado en el PSOE en una semana en la que Albert Rivera se ha paseado por el Congreso, Constitución en mano, azuzando el enfrentamiento entre territorios que le ha aupado en las encuestas. No hay nada mejor que quitarse la careta. Ni liberal ni socialdemócrata, Ciudadanos ya ha decidido ocupar sin remilgos un extremo, y pasar al PP por la derecha. Pues alguno de los suyos tendrá también que moldear la memoria. Es lo que tiene esta política nuestra.