Las claves de la semana: Como si no hubiera un pasado
Y salieron de las tumbas. Y atacaron a los hombres. Y así se alimentaron. No es Pennsylvania. Ni La noche de los muertos vivientes. Lo parece, sí, porque también han salido de la fosa (política) como si nada, tras años de repudio y sin conciencia del daño causado. Es lo que tiene el ostracismo, que cuando a uno le dan licencia para acabarlo, vuelve como si no hubiera un pasado ni nadie que lo recordara para llenar la agenda política y mediática con una soltura que sonroja a propios y extraños.
Ha pasado en el PP esta semana. Y hay quien está encantado y quien alerta preocupado del regreso del aznarismo y de un discurso que la derecha creía superado tras el coste pagado. Hablamos de José María Aznar, de Esperanza Aguirre y de una estrategia contra el independentismo catalán que, lejos de causar mella en el electorado, durante años sirvió para que crecieran los partidarios del separatismo, que pasó del 15% al 50% en apenas una década.
Tanto el ex presidente del Gobierno como la ex presidenta de la Comunidad de Madrid han saltado de nuevo a la palestra. El primero, que apoyó al actual presidente del PP en su campaña de primarias, para promocionar su nuevo libro. La segunda, para reivindicar un espacio perdido tras su dimisión como presidenta del PP regional por la corrupción entre los suyos, y de paso zarandear a la televisión pública autonómica que durante años controló con puño de hierro y grandes dosis de sectarismo. Y ambos para poner en valor las posiciones más extremas de la derecha contra el independentismo.
Lejos de rebajar a un ejercicio de nostalgia cualquier manifestación pública de Aznar o de Aguirre, el presidente del PP, Pablo Casado ha abrazado el legado de sus mayores y de a quienes, en buena parte, debe hasta dónde ha llegado en el partido sin haber cumplido los 40. Fue Aguirre quien le ayudó en sus comienzos y fue Aznar quien le dio su primer cargo institucional en su Gabinete recién llegado a La Moncloa.
Pero es sobre todo el convencimiento de que sólo con la firmeza ante el independentismo podrá recuperar el espacio achicado por Ciudadanos y neutralizar a VOX por lo que Casado ha decidido hacer suya la implacable ofensiva que tanto Aguirre como Aznar -sólo en su segundo mandato- desplegaron contra el secesionismo desde mucho antes que el Estatut comenzara a negociarse en el Parlament. Después llegaría la recogida de firmas, la judicialización de la política y todo lo que disparó el número de independentistas en Cataluña.
Casado asume pues los postulados del aznarismo/aguirrismo, y ha defendido no sólo ya la aplicación de un 155 "sine die" que lleve a negro la Autonomía, sino la ilegalización de aquellos partidos que inciten, alienten o no condenen la violencia de los CDR y la recuperación en el Código Penal del delito de convocatoria ilegal de referéndum que suprimió el Gobierno de Zapatero.
Y todo en una semana en que el president Torra ha protagonizado un clamoroso y doble ridículo. Primero, con un ultimátum al Gobierno de Sánchez para que pacte una consulta de autodeterminación que no conocían ni sus socios de ERC ni muchos de los diputados de su propio partido -PDeCAT- y sobre el que ha tenido que plegar al día siguiente de haberlo planteado. Y segundo, con una carta en inglés a varios líderes mundiales, entre ellos a Donald Trump, Vladimir Putin, el chino Xi Jinping o el Papa Francisco. El mismo texto con el que ahonda en su afán de internacionalización del conflicto fue remitido en idéntico idioma a La Moncloa, donde ahora dan largas para un segundo encuentro con el presidente de la Generalitat.
Y mientras la derecha de Casado avanza, con ayuda de Ciudadanos, a un nuevo escenario de implacable confrontación y el Parlament vivía una nueva y bochornosa entrega de utilización partidista de las instituciones, que a punto estuvo de hacer saltar por los aires el Govern, en La Moncloa aún confían en que nada hará descarrilar la Legislatura, cuando menos hasta después de las municipales y autonómicas, con Presupuestos o sin ellos.
Más bien están convencidos de lo primero, esto es, que habrá cuentas públicas antes de primavera en la medida en que la negociación con Podemos está muy avanzada y que el nacionalismo vasco y los partidos catalanes no estarán dispuestos a asumir el riesgo de una convocatoria electoral en la que PP y Ciudadanos superen a la suma de la izquierda.
En el horizonte inmediato y tras el compromiso de ERC de no romper el pacto de Govern hasta después del juicio a los líderes del procés, no se atisban más elecciones que las que Susana Díaz anunciará la próxima semana en Andalucía para el próximo 2 de diciembre. La presidenta regional se sale con la suya y evita la doble convocatoria -andaluzas y generales- que le planteó Sánchez para primavera. En el fondo, la más crítica entre los críticos del PSOE con el hoy presidente del Gobierno evita la coincidencia porque teme que en Andalucía los resultados de Sánchez sean mejores que los suyos. No hay un escenario que le aterre más, después de la incontestable derrota de unas primarias internas cuyas heridas sigue sin cicatrizar en las filas del socialismo.