Las claves de la semana: A la espera del 2-D
Si ser de izquierdas fuera cuestión de dudar de uno mismo y de las propias respuestas, como ha dicho esta semana la ministra Batet durante la presentación del nuevo libro del sociólogo y diputado socialista José Andrés Torres Mora, Pedro Sánchez debe ser muy pero que muy de izquierdas.
Basta un breve repaso a la hemoreteca para comprobar no uno sino decenas de cambios de criterio del presidente del Gobierno antes y después de que lo fuera. Y no precisamente en asuntos menores. Claro que sus vaivenes también podrían ser por aquello que dijo Bertrand Russell de que la humanidad se divide entre los estúpidos que están seguros de todo y los inteligentes que están llenos de dudas. Y los cementerios de la política están llenos de líderes con una alta consideración de sí mismos/as y sin dudas sobre la infalibilidad de sus posiciones.
Sea por lo que fuere, el caso es que esta semana el Gobierno ha dado un nuevo giro sobre la conveniencia de llevar al Congreso sus presupuestos para 2019 a sabiendas de que perdería la batalla si el independentismo sigue enrocado en el "no" a la negociación para aprobar las cuentas públicas. El presidente había comentado el viraje en un encuentro informal -que no debió trascender pero lo hizo- a principios de semana, pero horas después sostuvo exactamente lo contrario desde la tribuna del Parlamento y la portavoz del Gobierno oficializaba el viernes el comentario presidencial.
Hasta ahora, tanto el presidente como su gabinete habían defendido que el voto en contra del independentismo serviría para terminar de construir su relato para las próximas generales: "Si los secesionistas han dicho 'no' es porque no habido cesión ante ellos, en contra de lo que dicen los argumentarios de Casado y Rivera".
La campaña estaría hecha, la realidad desenmascararía a PP y Ciudadanos y el PSOE podría aumentar así su ventaja en el tablero electoral, una vez explicado, además, que intentó hasta el último momento aprobar y no le dejaron un paquete medidas sociales con el que se resarcir a los más afectados de las consecuencias de la crisis económica. Lo que nunca dijeron es que esa misma narrativa servía tanto para llevar los Presupuestos como para no llevarlos al Congreso, pero ahora pesa más el desgaste que una derrota parlamentaria pueda tener sobre la figura de Sánchez.
Parece que el presidente busca añadir a su currículum una nueva narrativa épica con la que presentarse a las próximas elecciones que, dicho sea de paso, cree ganadas de antemano, a tenor de las encuestas y de que cada día que pasa es un día más para el Gobierno que, hoy por hoy, tiene oposición -más mediática que política- pero no alternativa (sic).
En el contexto político actual, y a la espera del camino que marquen las elecciones andaluzas del 2-D, el presidente está tan seguro de sí mismo que no sólo invoca una y otra vez la propiedad de sus tiempos, sino que lamenta que su principal socio parlamentario, Pablo Iglesias, haya centrado el foco en un asunto, el del anticipo, que no le beneficia en absoluto como es la insistencia en que, si no hay presupuestos, el Gobierno tendrá que disolver las Cortes y convocar elecciones.
En contra de lo que cada cual interprete en sus palabras, Pablo Iglesias sabe que Sánchez no quiere llamar ahora a las urnas, por lo que hay quien dice que su mensaje tendría como destinatario no tanto al presidente como al independentismo con el objetivo de redoblar la presión para que se aviniera al "sí" a los presupuestos.
En Moncloa saben que al líder de los morados tampoco le conviene el anticipo electoral, pero entienden que, en algún momento, pensó que, aprobados los PGE, también se podrían desbloquear los de la Generalitat y los del Ayuntamiento de Barcelona, una hipótesis poco probable en ambos casos teniendo en cuenta la cercanía de las municipales de mayo.
Iglesias, sin embargo, ya escucha el eco de algunos movimientos que podrían dar un nuevo giro de 180 grados al panorama político, y que incluirían un adelanto electoral como consecuencia de la presión que algunos sectores ejercerán sobre el presidente del Gobierno, una vez pasadas las andaluzas y confirmada su pretensión de no llevar los Presupuestos al Congreso.
A Podemos, con una inmensa capacidad para autolesionarse -la última vez esta misma semana con la crisis de Madrid- tampoco le interesa un anticipo y mucho menos a un PP que necesita tiempo para consolidar su nueva dirección. Si Pablo Casado, que ha asumido en primera persona el peso de la campaña andaluza, fracasara estrepitosamente el próximo 2-D, un sector del PP pondrá en circulación al día siguiente de las elecciones que, con el relevo de Rajoy, no se ha resuelto la crisis de liderazgo. Unos entrarían en convulsión, otros se frotarían las manos y todos dejarían automáticamente de invocar las elecciones día sí y día también.
La próxima partida, pues, la jugarían PSOE y Ciudadanos. Si Rivera consigue en el sur el deseado sorpasso sobre el PP no es descartable que proceda a un nuevo ejercicio de contorsionismo, module el discurso, busque la transversalidad y rebaje su ofensiva contra el independentismo. Ante ese escenario, hay quien sostiene que a Sánchez no le iría mal anticipar elecciones y buscar un Gobierno de coalición con Ciudadanos que diera al país un Gobierno con la estabilidad de la que hoy carece el actual. Hoy (por ayer), el presidente está en agotar el mandato. Mañana (por hoy), vaya usted a saber.
Al fin y a la postre, no está en duda que el PSOE ganaría las próximas elecciones, que el constituido por Sánchez tras la moción de censura será el ultimo Gobierno monocolor en mucho tiempo, que el bloque de derechas no sumaría mayoría suficiente y que la izquierda necesitaría, de nuevo, el apoyo del independentismo.
¿Una reedición del 'pacto del abrazo'? En esta España nuestra todo cambia muy rápido y nada se puede descartar.
Cosas veredes, amigo Sancho.