Unidad, recuperación, agenda social y verde, las claves de la Presidencia española de la UE
Nuestro país asume en el segundo semestre de 2023 el reto de acoger reuniones, coordinar trabajos e impulsar apuestas, con las elecciones como telón de fondo.
Ocurrió en 1989, en 1995, en 2002, en 2010 y, en este 2023, España asume de nuevo, por quinta vez, la Presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea (UE). En el segundo semestre del año, tomará relevo a Suecia y será el momento de aplicar una agenda maratoniana de consejos, reuniones y actos paralelos que van mucho más del magnífico escaparate internacional. Es gestión, es harina, en un momento crucial para el futuro de los Veintisiete, que salían de la pandemia y se han topado con la guerra de Ucrania.
Quedan meses y en el Gobierno se trabaja aceleradamente para tenerlo todo a punto. Todo ello, con las elecciones generales de final de año y una formidable polarización política como telón de fondo. Así que lo europeo, también, acabará salpicado con lo doméstico.
¿Pero en qué consiste esto de la Presidencia? Como explica el Ministerio de Exteriores en el sitio especial creado para la cita, los Estados miembros de la UE asumen la Presidencia del Consejo por turnos de seis meses, según un sistema de rotación igual y orden determinado. El Tratado de Lisboa creó la figura de los Tríos, grupos informales de tres Presidencias que se coordinan para dar continuidad a los trabajos a lo largo de 18 meses, para que no se vayan cortando los proyectos cada vez que cambien de país. En el caso de nuestro país, se inaugurará el bloque que empieza España, sigue Bélgica y culmina Hungría, los dos países anfitriones de 2024.
Lo que se hace en ese semestre es presidir nueve de las diez formaciones que componen el Consejo – menos la de Exteriores – y sus órganos preparatorios: el Comité de Representantes Permanentes (COREPER) y la gran mayoría de los grupos de trabajo. Entre los deberes de la Presidencia, se encuentran “el impulso de los trabajos del Consejo elevando propuestas y organizando las reuniones necesarias, la búsqueda de consensos que defiendan los intereses generales .por ejemplo, al dirigir las negociaciones interinstitucionales con Comisión y Parlamento, que deben ser leales, no partidistas, de honest broker, en el argot diplomático- y la representación institucional de todos los Estados miembros en ciertas instancias”. Y la coordinación, esencial, un papel muy valioso sobre todo en la gestión de crisis -a Francia le tocó el año pasado la invasión rusa de Ucrania-, que facilite una “reacción ordenada y de unidad europea”.
Es momento de combinar el ejercicio neutral de la presidencia de turno para buscar los máximos consensos son el sello especial que cada Estado quiera imprimir, según sus prioridades nacionales. Sin pasarse, pero suele haber margen para elevar propuestas, aunque en la última ocasión España se quedó con las ganas, porque lo peor de la crisis iniciada en 2008 estaba arrasando y había apuestas comunes que anteponer.
Lo que prioriza España
El ministerio que comanda José Manuel Albares ya ha apuntado las líneas maestras de lo que quiere que sean sus ejes de la Presidencia, al menos como un marco de deseos que luego hay que ver cómo se implementan y qué imprevistos encuentran en el camino. El contexto es complicado, de inicio, porque será la última presidencia completa de un país antes de que, en mayo del año próximo, se celebren nuevas elecciones al Parlamento Europeo. Esto quiere decir que será el final del mandato de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea y de Charles Michel como presidente del Consejo Europeo.
Eso hará que, en muchos casos, Madrid se vea en la obligación de esprintar para cumplir con planes de la legislatura, cuando hay un “gran número de expedientes abiertos en las grandes líneas de trabajo de la Unión”: transición ecológica, transformación digital y agenda social son las que cita Exteriores con más ahínco. De lo que salga de España dependen los primeros pasos de la nueva Comisión por venir.
Sabiendo esa coyuntura, España ha planteado un paquete de apuestas que se basan en más Europa -“Lo tenemos claro: para que a los españoles les vaya bien, a Europa le tiene que ir bien y a España le tiene que ir bien en Europa”, dice Albares-, la unidad de acción de los Veintisiete, que tan necesaria se ha visto que es en casos como el de Ucrania; la revisión de los planes de recuperación y resiliencia, con una mejor gobernanza económica; una agenda social que impulse el llamado Pilar Social Europeo para que nadie se quede atrás (centrado el la mujer, la infancia, la discapacidad o la salud) y al que añade el pacto sobre inmigración y asilo, bloqueado desde hace años; el desarrollo del mercado interior, enfocado en más autonomía estratégica y una mejora en la competitividad de la industria europea y su innovación; la aplicación total de la agenda digital, con una mayor conectividad; el impulso a la agenda verde, con todo lo que conlleva de menor dependencia energética exterior, reforma del mercado de la energía y más recursos limpios, de lucha contra el cambio climático y en favor de la biodiversidad; y el gran cajón desastre que es el papel global de la UE, su influencia en el mundo y sus respuestas de futuro, con América Latina y los vecinos del sur como principales preocupaciones.
El pasado septiembre, en un acto con embajadores comunitarios, el ministro Albares planteó esos ejes e insistió en que hay dos aspectos en los que la “concertación europea” es clave. En primer lugar, la energía, “que requiere de medidas urgentes y coordinadas para dar respuesta a la grave crisis que atravesamos”, de ahí el valor de reducir la dependencia energética de Rusia, impulsar la eficiencia, ampliar “las interconexiones europeas de gas y electricidad” y mejorar las renovables. Y en segundo lugar, la gobernanza económica, para responder a la inflación al alza, no vista en cuatro décadas en el viejo continente, y aumentar las inversiones públicas para las transiciones verde y digital.
Por encima de todo ello, enfatizó Albares, debe sobrevolar la palabra “unidad”,l para que la UE “sea capaz de seguir respondiendo a las crisis que se presenten y que continúe el desarrollo institucional y legislativo de forma que responda a las expectativas de los españoles y los europeos”. Cuajará ese espíritu en las 22 reuniones ministeriales informales que se van a celebrar en España, repartidas geográfica y temporalmente, más un Consejo Europeo informal en Granada, en octubre.
Estos son los eventos, fechas y lugares que han trascendido hasta el momento:
Los retos
El Real Instituto Elcano ha elaborado un análisis del año por venir, titulado España en el mundo 2023: perspectivas y desafíos de política europea, en el que da cuenta de algunas de las claves de esa Presidencia temporal de la UE. Coinciden los expertos con Albares al resaltar que el gran reto del año que acabamos de estrenar es el de “mantener la unidad y coherencia, que serán puestas a prueba por la crisis energética, la inflación y otros precios a pagar por confrontar al agresor” en el conflicto de Ucrania, o sea, a Rusia, que se ha convertido en un rival estratégico.
La guerra “ha alterado la arquitectura general de la relación entre la UE y el resto del continente”, pero los Veintisiete, a través de las sanciones a Moscú y las ayudas a Kiev, han mostrado “una contundencia que no podía darse por descontada” cuando comenzaron los ataques. Además, se ha abierto la puerta al proceso de entrada de Ucrania en la UE, aunque es lento y, desde luego, no culminará en el semestre español. Sí que ha reactivado otros debates, como la apertura mayor a los Balcanes occidentales o la creación de la Comunidad Política Europea, que parecía un invento temporal de Francia pero tiene visos de consolidarse como un órgano funcional “para insertar en la cooperación política continental a potencias regionales alejadas de Bruselas”, de Reino Unido a Turquía.
En España habrá un debate importante sobre el futuro de Europa y una mayor integración. Hay países que la quieren acelerar y países que no la ven, “reacios al cambio”. Como Ucrania también ha puesto sobre el tapete, se puede lograr la unidad, pero con esfuerzo, porque cada cual tiene sus intereses. Hace falta una intensa labor de acercamiento en los meses por venir, cuando además viene el final del actual ciclo político, hay las elecciones europeas en primavera y también algunas nacionales de peso, como las de Grecia (junio) y Polonia (noviembre), más la propia España.
Hay cosas concretas alcanzables, destaca Elcano: “el deseo de llegar a un acuerdo sobre la reforma de las reglas fiscales antes de que acabe 2023, ya que en 2024 se desactivaría la cláusula general de escape”, el reparto completo de los fondos Next Generation, que tienen que estar disponibles, todos, para diciembre de este año, y avances en la Ley Europea de Chips o la de Materias Primas Fundamentales.
Los cinco analistas que firman el artículo explican que el hecho de que sea el último semestre completo antes de las elecciones comunitarias, la importancia que han tomado estas presidencias ante crisis como la sanitaria o la defensiva y el hecho que que España releve a Suecia,“un país tradicionalmente reacio a europeizar competencias nacionales”, puede aumentar las posibilidades de que La Moncloa herede “dosieres legislativos y grandes debates abiertos”, de las reglas fiscales al pacto migratorio. “Hay esperanza de que España ayude a progresos concretos” por su “ambición europeísta”, que difícilmente lleve a nuevos Tratados, por ejemplo, pero sí a “reforzar la mejorable sintonía en el motor fraco-alemán”, exponen. La inercia de lo logrado en España puede arrastrar a Hungría, que cerrará las presidencias rotatorias el año que viene, y donde el rechazo a Europa se ha vuelto alarmante.
En cuestiones de Seguridad y Defensa, Elcano augura intensos debates sobre el aumento de gasto militar y una mirada distinta sobre la protección doméstica, cuando hasta ahora no había guerras en Europa y se miraba hacia afuera. La subida de la inversión en Defensa también puede dinamizar el sector industrial del ramo en nuestro país y el interés en la vecindad sur (Mediterráneo occidental, el norte de África, el Sahel y la fachada atlántica del continente africano, sobre todo el tramo entre el golfo de Guinea y la península Ibérica) puede interesar al resto, por este flanco, si se empiezan a dividir tareas y zonas.
“España podrá utilizar su presidencia del Consejo de la UE en 2023 para promover una visión de la política de defensa europea que resalte sus prioridades funcionales y geográficas: seguridad marítima y desarrollo de capacidades aero-navales, fomento de misiones de seguridad marítima en el tramo Mediterráneo-golfo de Guinea, desarrollo de capacidades de seguridad y defensa de países socios en el norte de África, el Sahel y el golfo de Guinea, y desarrollo de capacidades de intervención rápida y estabilización ante posibles contingencias en el Vecindario Sur”, indican.
!Asimismo, la presidencia del Consejo ofrece una oportunidad a España para aprovechar el creciente interés de la UE en el Indo-Pacífico para reforzar su proyección en esta zona, de enorme interés estratégico y comercial, y en la que España tiene escasa presencia. También ofrecerá una oportunidad para reforzar la relación entre la UE y la OTAN, garantizando su complementariedad”, indica el informe, que también expone que España puede ser atractiva en materia de defensa antimisiles, disuasión y ciberdefensa a la hora de “reforzar” el trabajo conjunto entre Bruselas y la Alianza.
En materia internacional, España espera acontecimientos también sobre Gibraltar, tras el Brexit. El acuerdo entre nuestro país y el Peñón está cerca pero no deja de retrasarse. El texto deberá fijar las relaciones futuras de la colonia con el territorio comunitario. En este año, debe haber consenso y empezar a aplicarse, también, y la presidencia española puede engrasar mejor el proceso.
Seis meses dan para mucho, pero más se quiere o se necesita hacer. Va a ser un no parar, y con las urnas al final del recorrido...