"Las 1.900 personas que hemos conseguido rescatar son 1.900 dramas"
El comandante David Ureta, encargado de la evacuación de civiles desde Afganistán, se duele de que "no ha dado tiempo" a traer a más personas amenazadas.
El comandante David Ureta ha sido el encargado de la evacuación de civiles desde Afganistán organizada por el Gobierno español. Ya asentado de vuelta en Madrid, ante la imposibilidad de mantener la misión en el aeropuerto de Kabul por la enorme inestabilidad, el riesgo de atentados y el fin del plazo acordado entre EEUU y los talibanes para la presencia internacional, ha concedido una entrevista a la Cadena SER en la que relata con enorme humanidad el proceso y sus consecuencias. “Las 1.900 personas que hemos conseguido rescatar son 1.900 dramas”, resume.
Este militar del Ejército del Aire explica que siente su misión ha sido “cumplida”, porque era expresamente la de sacar de la capital afgana al máximo posible de personas, pero lamenta que los plazos han hecho imposible sacar a todos: “Debíamos sacar al mayor numero de personas y se ha quedado gente fuera, no ha dado tiempo”, asume.
Durante el proceso, narra, se vivieron momentos de gran tensión, pero que se fueron resolviendo con profesionalidad. “Una vez identificados en la distancia, se les guiaba al punto más adecuado para llegar hasta ellos”, indica. “El primer contacto era visual, la embajada les enviaba códigos de identificación para poder identificarlos”, ha contado. Algunos usaron enseñas de España o distintivos rojos, tal y como había explicado la ministra de Defensa, Margarita Robles.
Los afganos que lograban pasar los controles y quedar protegidos en el aeródromo “llegaban totalmente estresadas y en estado de shock”. “Hasta hemos vivido sucesos bastante delicados, no eran capaces de saber si toda la familia estaba dentro, y eso era complicado para nosotros”, ahonda.
Es entonces cuando ha desvelado un caso especialmente significativo: el de una mujer que logró entrar con uno de sus hijos pero que, en mitad del caos, no se dio cuenta de que su esposo y su otro hijo, un lactante, se habían quedado fuera. Se dieron cuenta entonces de que “la vida del bebé corría peligro”. “Cuando lo supimos, no lo dudamos, fuimos de nuevo al control para conseguir meterlo... Al final los encontramos y eso nos dio un subidón de alegría, fue un aliciente para seguir trabajando”, concluye.