La sombra de Yolanda Díaz es alargada
La ministra de Trabajo es la única de los cinco de Podemos que ha “rentabilizado” su cartera. Cada día le preguntan si va a ser la sucesora de Pablo Iglesias.
A Yolanda Díaz le preguntan cada día si va a ser la sucesora de Pablo Iglesias. Y eso pese a la enorme bofetada que Podemos se dio en Galicia, la tierra de la ministra de Trabajo. Ella, naturalmente, responde siempre que no, que está a lo que está, al frente del Ministerio de Trabajo. Y es la única ministra de los cinco de Podemos que ha “rentabilizado” su cartera. ¿Qué les pasa a los titulares de la formación morada para que no logren trasladar en votos su paso por el Ejecutivo? Desde la debacle gallega, la pandemia ya no es la disculpa.
“En conjunto, al Gobierno le renta poco gobernar. La pandemia les sirvió como explicación hasta los resultados de Galicia o Euskadi —explica uno de los fundadores de Podemos— pero lo que no creo es que Yolanda vaya a ser alternativa a Pablo, porque él no se va a ir, no lo va a dejar. Cuando tú te vas de un sitio, la pregunta es ¿a dónde te vas que sea mejor? Pablo no tiene otro sitio mejor que ser líder de Podemos. A Yolanda no le van a perdonar que brille más que ellos. Desde el minuto uno se puso el traje de ministra y decía de sí misma: Ustedes entenderán que la ministra de Trabajo… También le ha tocado la cartera más protagonista”.
Es un hecho que el resto de carteras -las de Irene Montero, Alberto Garzón, Manuel Castells a su bola, y el mismo vicepresidente Iglesias- quedan desdibujadas. E incluso que la popularidad negativa de la pareja formada por el vicepresidente Pablo Iglesias y la titular de Igualdad, Irene Montero, cada día protagonistas de titulares críticos o muy críticos, bien sea por “el caso Dina” o los off the record que se filtran, como la previa a una entrevista a la ministra Montero, están haciendo mella.
“Yolanda ha destacado por la cartera que ocupa y la situación sobrevenida con las medidas, como los ERTE o la negociación colectiva. Lo mismo le ha pasado a Illa, en la cartera de Sanidad. Pero es que, además, ella (Díaz) comunica su trabajo estupendamente”, explica Ramón Espinar, ex secretario general de Podemos Madrid, quien, aunque alejado del partido hace más de un año, aún conserva el alma podemita. “Se me encoge un poco el estómago cuando veo a los ministros de mi partido aplaudiendo a Sánchez tras llegar de Bruselas. No es el acuerdo de la troika, pero tampoco el plan Marshall”.
A Espinar le preocupa el término “rentabilizar” en política, porque “no me gusta”. “Uno gobierna para hacerlo bien y luego ve los resultados en los votos, en las elecciones. Además, todo depende de la posición que ocupes en el Gobierno y las cinco carteras (salvo Trabajo, mencionada) no son decisivas. Todo el mundo parece saberlo, menos quienes las ocupan”.
Lo peor para el exdirigente morado es que, además de esa posición subordinada que no les permite ganar más votos como se ha demostrado, la formación de Iglesias hace de “amortiguador” del Gobierno, de escudo para lanzar que Sánchez preside un Gobierno de izquierdas. Con todo, la formación siempre ha tenido un problema de comunicación, aparte de ser el objetivo vital de los medios de derecha y de extrema derecha, vinculados a las cloacas.
“Los votantes y simpatizantes de Podemos lo entienden todo a través de las redes sociales, pero no hemos sido capaces de comunicar más allá de esas redes”, concluye Espinar, que no tiene claro cuál va a ser el futuro de los ministros de Iglesias en el Ejecutivo. “Sobre todo porque el destino de este Gobierno está vinculado a la pandemia” y nadie tiene la bola para saber que va a pasar en septiembre. O en unas semanas.
Pese a que las circunstancias externas son el principal condicionante, alrededor de los líderes de l formación hay un continuo runrún, que va más allá de las campañas salvajes lanzadas por la prensa ultra y no tan ultra. Dentro de la formación —donde sigue imperando la orden de silencio, o con nosotros o contra nosotros que practican Iglesias y Montero— es inevitable que cundan las sensaciones ante los gestos. Que ni al vicepresidente ni a la ministra de Igualdad les gusta el protagonismo de Díaz es un hecho asumido; que hay momentos en que las políticas de “Pablo e Irene no confluyen en el mismo punto, no son las mismas —nada que ver con lo personal— es un hecho que vemos”, señalan fuentes de la Plaza de España (sede de Podemos); que Yolanda Díaz puede ser “la Diego López Garrido del PSOE “—una idea que gusta en Ferraz— tiene recorrido.
¿Y qué hay de Alberto Garzón, el líder de IU (la formación en la que la ministra de Trabajo se dio de baja) y de Manuel Castells, el de Universidades? “Manuel va a su bola”, confirma una de las fuentes consultadas, que añade que “es un intelectual para el que la gestión no está entre sus prioridades”. “Y Alberto mantiene el tipo, peleando por contar su trabajo y no meterse en ningún lío que le enfrente a Irene o a Pablo. Pero tiene muy difícil vender su labor, y mira que las medidas contra el juego son importantes”.
No todo está perdido, eso es evidente. La coalición respira ampliamente tras el pacto en Bruselas, pero ahora tiene que abordar la pieza clave de la jugada, los Presupuestos. La llave para gobernar hasta el final de la legislatura, algo crucial. “Iglesias va a aprovechar para poner distancia con Ciudadanos (ya lo ha dicho y hecho), pero no llevará la situación al límite. Todavía no, él depende también de que estos Presupuestos salgan adelante y podrán hacerlo pactando otros logros progresistas, aunque renuncien a la derogación total de la reforma laboral. Encontrarán partidas sociales que puedan atribuirse”, reflexiona una analista que conoce a la formación desde sus inicios.
“Deberían tomar iniciativa en el Gobierno con banderas como la autodeterminación de género, que lo están haciendo. Pero no pueden quedarse en los temas de periferia, deben insistir en la derogación de la reforma laboral y crear perfil propio. Si desde el Gobierno no pueden, que lo hagan desde el Grupo Parlamentario y el partido”, opina Espinar.
El problema es que al entrar los dos principales líderes en el Gobierno, el partido se ha quedado sin referentes. Y resulta complicado organizar bien el juego, pues la realidad evidencia que Echenique no acaba de dar con el tono equilibrado que permita defender ciertas reclamaciones desde Podemos y mantener posturas discordantes desde el Ejecutivo.
Uno de los principales errores durante la campaña gallega fue que las caras visibles de la formación morada no descendieron al barro porque estaban demasiados ocupadas con su labor en sus respectivos ministerios. “Los votos se decidieron en el último momento y está claro que en clave territorial nadie va a votar a un partido que ni está ni se le espera. Las autonómicas han evidenciado que hay dos bloques, la España central y la periférica. La central vota a partidos de derechas y la periférica apuesta por los nacionalismos porque hay una demanda identitaria”, asegura un notable político gallego.
También hay quienes conocen bien a Pablo Iglesias y están convencidos de que “la estrategia de Pablo no es mejorar electoralmente, sino negociar poder. Aguantar al estilo Rajoy. Hubo un tiempo en que tuvimos muchos votos y cero poder institucional, ahora con muchos menos votos hay más poder. Iglesias ha cambiado votos por sentarse en mesas de negociación”.