La normalidad del cine
No ha aparecido ni un solo rebrote en las salas de cine, lo que las convierte en una de las opciones de ocio de menor riesgo en la actualidad.
Me preguntan que por qué creo que Padre no hay más que uno 2 está teniendo éxito, que cómo es posible que, con la que está cayendo, más de un millón doscientas mil personas hayan acudido ya a los cines a ver esta película.
Y yo, aparte de ponerle velas a todos los santos posibles, pienso un poco e imagino que probablemente tenga que ver con el hecho de que es una película amable, que invita a la sonrisa, que tiene momentos divertidos, entrañables y consigue que durante su metraje uno esté entretenido y contento en la medida de lo posible.
Por supuesto, habrá espectadores, por suerte los menos, que opinen, tras verla, que la película es una “puta mierda” (así, con todas las letras, aquí somos muy elegantes), algunos lo opinarán también directamente sin verla (España es así), pero la mayoría la está disfrutando y transmite su experiencia satisfactoria a sus allegados, como pasó con la anterior, algo que, desde que el cine existe, es la mejor publicidad posible.
El cine es cultura, el cine es arte, pero no todo el cine es necesariamente trascendente o importante. Muchas de mis películas favoritas son leves, livianas, ilustran una anécdota, o detallan aventuras disparatadas.
Pienso en películas que me iluminan el rostro con su recuerdo (y que probablemente hayan sido cruelmente calificadas también de “puta mierda” por algunos individuos amargados y tristes, que necesitan tirar por tierra y vilipendiar todo lo que no es de su agrado, con lo que no logran conectar). Películas como Tres amigos, Los albóndigas en remojo o Dos tontos muy tontos, películas “menores” que consiguen que mi alma sonría cuando pienso en ellas, incluso años después de haberlas visto.
Tenía claro que la gente necesitaba sonreír, necesitaba desconectar… y los cines necesitaban películas que proyectar para poder permanecer abiertos, para hacer regresar a sus espectadores habituales. Lo tenía claro, pero por supuesto no estaba solo. Cuando hablan de “mi” valentía o de lo mucho que he arriesgado estrenando la película, claramente hablan de la cara visible, pero mi socia María Luisa Gutiérrez también lo veía claro desde el principio, y Mercedes Gamero de Atresmedia, coproductores de la película, y por supuesto nuestra distribuidora Sony, sin cuyo apoyo tampoco hubiese sido posible adelantar diez días el estreno ante la “huida” de títulos potentes, películas “palomiteras” que ahora los estudios intentan guardar para “un momento mejor” (sin pensar que quizás cuando llegue ese momento mejor muchos cines se hayan visto obligados a cerrar ante la escasa afluencia de público).
Los cines han hecho un gran esfuerzo implementando las medidas de seguridad, cumpliendo todas las certificaciones precisas para su reapertura, ya se han adaptado a la “nueva normalidad”, y el premio ha sido que no ha aparecido ni un solo rebrote en cines, haciendo de la visita a las salas una de las opciones de ocio de menor riesgo en la actualidad.
En momentos de incertidumbre total como los que estamos viviendo, la gente ha recompensado con su complicidad esta apuesta por el cine, el hogar del séptimo arte. Han optado por retomar sus vidas con prudencia y precaución. Recobrar algo de lo que les hacía felices…
Padre no hay más que uno consiguió reunir el verano pasado a dos millones y medio de personas casi, convirtiéndose en la película española más vista del 2019. Este año la gente ha querido volver a compartir las aventuras de esta familia cinematográfica y, contra viento y pandemia, han abandonado la seguridad de sus casas (que se han convertido estos últimos meses en una especie de refugios no exentos de un algo de claustrofobia) para acudir a la cita con esta segunda parte.
No podemos estar más satisfechos todos los integrantes del equipo que ha hecho posible que la película estuviese lista en menos de un año desde el estreno de la anterior, esos fabulosos actores de comedia y esos niños que han conseguido desenvolverse ante la cámara como si llevasen toda la vida en esto. Atrás quedan las angustias, las prisas, el sufrimiento por no poder completar la película, por no acabarla a tiempo, por tener que rodar los dos últimos días después del encierro y con las restrictivas normas actuales para los rodajes. Por acabar las mezclas y tener las copias a tiempo para distribuir entre los cines.
Ahora, respiramos aliviados viendo que la película se ha encontrado con su público, poco a poco y hasta donde la dejen.
Tanto ha gustado, que la gente no para de decirme que si estamos preparando ya la tercera parte. Me encantaría responderles, pero aún no tengo claro si a partir de ahora los cineastas rodaremos una realidad paralela alternativa, una especie de “mundos de Yupi”, o si por el contrario cuando tengamos que enfrentarnos a una película contemporánea tendremos que retratar este mundo de distancia social, ausencia de besos, abrazos, contacto físico y mascarillas.