La muerte de una niña de 5 años reflota el drama de los migrantes y sus devoluciones en Grecia
La menor llevaba días en un islote, con 38 personas más, sin asistencia alguna. El grupo ya había sido devuelto en caliente y obligado de nuevo a hacerse a la mar.
Se llamaba María y tenía cinco años. Ha encontrado la muerte en un islote en la frontera entre Grecia y Turquía que ni tiene nombre ni país que lo reconozca como propio. La niña llevaba desde principios de agosto en la roca, junto a 38 migrantes más procedentes de Siria y Palestina, y la picadura de un escorpión se la ha llevado por delante. Eso y la falta de ayuda y atenciones.
La noticia la ha confirmado el ministro de Migración griego, Notis Mitarakis (de Nueva Democracia, centroderecha), contando con testimonios de los supervivientes. El grupo ha aguantado días y días sin agua ni atención médica, hasta que el lunes pudo ser localizado por las autoridades griegas en la orilla griega del río Evros. Se trata de 22 hombres, nueve mujeres y siete menores, informa EFE.
El caso ha puesto en primera plana la terrible situación que afrontan los migrantes y refugiados en Grecia. No estamos ante una nueva crisis como la de 2015, los números son mucho más bajos, pero sí que persisten violaciones de los derechos humanos de estas personas, denunciadas sistemáticamente por organizaciones como Médicos Sin Fronteras (MSF) y que hace un año ya preocupaba “extremadamente” a la Comisión Europea.
Lo sufrido por María y sus acompañantes es un caso de libro. Las críticas han surgido de inmediato contra el Gobierno heleno, por no actuar a tiempo, pero el ministro lo que ha hecho ha sido culpar a Turquía de la situación. Mitarakis acusó a Ankara de “empujar” a los migrantes hacia un islote del río Evros, frontera natural entre los dos países, y “presionarlos con la amenaza de violencia para que se dirijan hacia Grecia”. Lo hizo en una visita al centro de acogida donde fueron trasladados los sobrevivientes, la primera vez que el titular de Inmigración se desplazaba a una zona donde estas emergencias son el pan de cada día.
Añadió que las autoridades turcas habían arrestado a los migrantes dentro de su territorio y, sin embargo, no les dieron derecho a solicitar protección internacional. “Acudiremos a la Cruz Roja Internacional y la Media Luna Roja para que su cuerpo pueda ser encontrado en el islote turco y enterrado dignamente por su familia”, señaló el ministro. Según Mitarakis, los migrantes declararon ante las autoridades que entraron en territorio griego el domingo, y tras esconderse durante un día dieron a conocer su ubicación a través de un móvil, y fue entonces cuando la Policía se movilizó y finalmente los localizó. Gozan de buena salud y sólo una mujer embarazada tuvo que ser trasladada preventivamente a un hospital.
Sin embargo, los mismos migrantes denuncian al diario local Efsyn que el 26 de julio fueron devueltos en caliente a Turquía por las autoridades griegas, y fue después de esto que las autoridades turcas les obligaron a tratar de pasar una vez más la frontera hacia Grecia, amenazándolos con deportarlos a Siria.
Aunque se encontraban varados en el islote durante días, ni las autoridades griegas ni las turcas intervinieron hasta el lunes, lo que provocó la reacción del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) que el sábado, mediante un mensaje en su cuenta oficial en Twitter, mostró su “preocupación” sobre los refugiados, y recalcó que es indispensable que se tome acción inmediata. Mitarakis respondió entonces a UNHCR y señaló que también el Gobierno heleno está “sumamente preocupado” pero que el islote donde están los migrantes no se encuentra en territorio griego, sino turco.
En la tarde del domingo, el ministro recalcó que la policía realizó operaciones de búsqueda “sin encontrar ninguna presencia humana en el islote”. No obstante, tan solo unas horas después los migrantes fueron localizados en la orilla griega del río por las autoridades helenas, donde pudieron llegar usando una barca, según la versión de la Policía.
Desde el principal partido de oposición en Grecia, el izquierdista Syriza, se pregunta al Ejecutivo mediante un comunicado cómo exactamente han podido ser encontrados por las autoridades griegas los hasta el domingo “inexistentes” migrantes en la zona.
En los últimos meses se han repetido numerosos episodios de este tipo en el río Evros y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos emite con regularidad órdenes cautelares que obligan a Grecia a proporcionar agua, alimentos, atención médica y acceso inmediato al proceso de asilo a los migrantes varados en los islotes. Y, pese a todo ello, sólo la muerte de la pequeña María ha llevado a un ministro a pisar la zona y ver a las personas afectadas.
“Ilegal, violento e inhumano”
Desde Médicos Sin Fronteras reconocen que es un problema viejo y que no hay cambios en el comportamiento de Grecia. Nicholas Papachrysostomou, coordinador de Médicos sin Fronteras en el país, explica que en lo que va de año han tenido que atender a 661 personas que denuncian devoluciones por la fuerza y haber sido víctimas o testigos de violencia física o de tratos degradantes, como palizas, exámenes genitales forzados y abandono a la deriva en botes sin motor.
En los últimos tiempos, MSF atiende sobre todo a personas llegadas desde África Oriental -con un importante pico de Sierra Leona-, pero también sirios y palestinos. Todos vienen de Turquía, desde Medio Oriente. A bordo de embarcaciones neumáticas muy precarias, por sus malos materiales y porque van muy cargadas, migrantes y refugiados llegan sobre todo a la zona de la isla de Samos, especialmente compleja, además, por su rocosidad, lo que facilita los naufragios y complica la llegada a tierra y la asistencia. Los que sobreviven y tocan suelo griego están “aterrorizados ante la posibilidad de ser apresadas por las autoridades y devueltos a la fuerza, por lo que tratan de escapar como sea”, incluso aunque muchos lleguen en malas condiciones físicas y mentales, incapaces de caminar, incluso.
Las devoluciones en caliente son “ilegales, violentas e inhumanas”, relata al teléfono Papachrysostomou. ¿En qué consisten? Hablamos de la expulsión de personas migrantes o refugiadas sin que tengan acceso a los procedimientos debidos, sin que puedan impugnar ese acto a través de un recurso judicial efectivo. Ocurren cuando las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado expulsan a estas personas sin la debida protección ni garantías, sin la oportunidad de explicar sus circunstancias, solicitar asilo o apelar su expulsión.
“Es difícil saber por qué las autoridades se están comportando de esta forma. Las devoluciones por la fuerza no son la forma de acoger a estas personas que están en Turquía por millones. Es obvio que van a seguir queriendo llegar a las fronteras europeas y entrar en Europa, por varias razones: en busca de una vida mejor, porque escapan de violencias, de amenazas o de guerras y buscan asilo… Toman sus botes, cuando no hay una travesía segura para llegar, sino las que marcan las redes que todos conocemos, y si logran llegar lo hacen asustadas por la posibilidad de ser apresadas por las autoridades y devueltas a la fuerza”, relata.
“No es un miedo teórico”, rechaza ante los posibles escépticos. Hay testimonios que lo constatan, de los pacientes que MSF ve a diario. Personas que hablan de varios intentos, de devolución sobre devolución, que relatan cuando por fin han logrado llegar a suelo europeo. “Pintan una imagen bastante grave en términos de legalidad, de humanidad, de derechos humanos, porque es eso, un derecho humano sencillo y básico, poder someter una solicitud de protección internacional o asilo a unas autoridades”, se duele. “Es la famosa política de disuasión y contención, que obviamente está funcionando, pero los derechos no funcionan así”, apuntala.
Recuerda que el proceso establecido es que estas personas “tienen que poder someter sus solicitudes frente a las autoridades de asilo y luego deben tener una respuesta positiva o negativa, pero tenerla, no ser expulsados de forma precaria y violenta”, insiste. Por lo que le cuentan sus pacientes, el traslado forzado viene en ocasiones acompañado de “tratos degradantes, violencia física, palizas o exámenes genitales forzados”.
Le preocupa especialmente la “coherencia” y “repetición” de los testimonios, que hace “complicado pensar que sus historias “son cuentos de hadas”. “Vemos lo que denuncian y vemos los resultados médicos de las pruebas y exámenes. Es un relato consistente, que habla de cosas que uno no quiere ni pensar, desde robos de pertenencias a un abandono tremendo a la deriva de gente vulnerable, niños, embarazadas, mayores, todos en en un bote a la deriva para que puedan llegar a algún lado sólo con el viento”, dibuja.
A ello se suma que el viaje es aún más “precario” porque estas personas casi no saben nadar o tratar con el mar abierto, por lo que muchos de ellos llegan a Grecia con lesiones serias provenientes de accidentes y golpes de todo tipo. “Saben muy bien que están tomando este riesgo y lo asumen. Inmediatamente, cuando llegan, van a buscar refugio, escapan por acantilados escarpados para encontrar un sitio entre la vegetación que no sea visible. Saben que la posibilidad de ser encontrados significa después todo el trato que estamos denunciando”, añade.
En un islote como María y los suyos o en tierra, ocultos, pasan días sin agua ni comida ni medicinas ni higiene, en un verano duro como el griego. “Es fácil sufrir agotamiento y deshidratación”, reconoce Papachrysostomou. El escorpión de esta nueva desgracia es un añadido extra. “Insisto: este tipo de trato impuesto por una determinada política es inhumano, lo sentimos mucho, pero hay que decir las cosas como son”, dice, antes de hacer un largo silencio. Le viene a la cabeza el caso de un chico camerunés al que atendió recientemente, que en vez de saludarle lo abrazó, pidiéndole repetidamente: “Por favor, que no nos devuelvan, por favor”. No pedía ayuda, ni comida, ni nada. Sólo eso.
El Gobierno de Atenas niega la mayor. Como las devoluciones y el maltrato son ilegales, no admite nada. No obstante, hay pruebas: el semanario alemán Der Spiegel y el diario francés Le Monde revelaron a finales de julio los resultados de un informe de la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) que aporta pruebas de que Grecia ha realizado “devoluciones en caliente” en el Egeo oriental y que la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) ayudó a encubrirlas e incluso a financiarlas. Se sobresalen los rescates, la asistencia, que es “evidente” que también la hay, dice MSF, pero nada más, de ahí que esta organización, como otras entidades europeas y locales, estén tratando de avisar a la comunidad internacional de lo que sucede, para que “se encuentre la forma de asignar responsabilidades a quienes están tras estas políticas y estos actos”. Con su dossier, MSF se propone ir donde haga falta: Fiscalía, Defensor del Pueblo, tribunales internacionales...
Mientras eso llega, el coordinador general de MSF en Grecia recalca que hace falta ayuda “urgente”, tanto médica como psicológica, empezando por las personas que llegan en peor estado, “casi no hablan”, o las embarazadas. Han tenido ya partos al raso, recién llegada la barca. Ese es el paso inmediato, asistir. Pero de seguido viene la anulación de ese “trato violento, ligado con una práctica fronteriza que culmina con devoluciones por la fuerza, que tiene consecuencias directas e indirectas, físicas, psicológicas y de salud mental” y que relatan constantemente los atendidos.
Papachrysostomou pone también el dedo en la llaga de los números, porque las cuentas no casan. “Hay una inconsistencia en números clara. A veces tememos una alerta de que llegan 50 personas pero vamos al sitio y encontramos a 20. Algunos nos cuentan que a los demás se los llevaron las autoridades, pero esos traslados no los tenemos claros. Significa que, obviamente, hay gente que no está contada. ¿Dónde está esta gente? ¿Qué pasa con ellos? Se los llevaron y nunca los vimos más”, denuncia.
Concluye además con una dolorosa constatación: todo lo que denuncian que está haciendo Grecia va “contra los valores con los que se fundó la Unión Europea”. “No es Grecia quien tiene un marco, sino que es legislación europea la que impide estos comportamientos. No estamos inventando algo que no existe, sino identificando algo en lo que hemos trabajado, que hemos creado como europeos y ahora no lo respetamos. La estructura legal que tenemos no se respeta cuando esto ocurre”.