La gota que colmó el vaso en EEUU
El nombramiento de la ultraconservadora Amy Coney Barrett como juez del Tribunal Supremo.
El 26 de octubre tuvo lugar en Estados Unidos la confirmación en el Senado de la juez ultraconservadora Amy Coney Barrett como miembro del Tribunal Supremo, hecho que sin duda pasará a la historia como la gota que colmó el vaso de la paciencia de muchos ciudadanos respecto a la deriva autoritaria del actual residente de la Casa Blanca. En este país, el Tribunal Supremo tiene el poder de decisión que en otros posee el Parlamento, así que su influencia en la vida de los ciudadanos es enorme. Por ejemplo, los derechos de las mujeres, del colectivo LGTBIQ y de las minorías étnicas son cosas que decide el Tribunal Supremo, que también interviene en muchos otros asuntos importantes. Un tema de actualidad es la cobertura médica. Bajo las reglas aprobadas por el presidente Obama, ahora las compañías no pueden negarse a vender pólizas de seguro sanitario a personas con enfermedades preexistentes, como hacían antes. Los republicanos quieren eliminar estas nuevas reglas, que, por razones obvias, no son del agrado de las compañías de seguros. Un Tribunal Supremo dominado por jueces ultraconservadores podría hacer esto y negar cobertura médica a todos los que tienen enfermedades preexistentes. Así pues, la composición del Tribunal Supremo tiene consecuencias muy directas para la ciudanía, que podría perder derechos que ha costado mucho tiempo y esfuerzo adquirir.
Según la Constitución, el presidente escoge los jueces y el Senado los ratifica. Tradicionalmente, los presidentes demócratas escogían jueces liberales y los republicanos jueces conservadores, y con el turno pacífico de los partidos la composición del Tribunal se equilibraba con el tiempo, estando siempre en 5-4, con un miembro que actuaba como bisagra en las votaciones. En el último año del mandato del presidente Obama, el Senado, controlado por los republicanos en ese momento, alegando que faltaban solamente diez meses para las elecciones y la decisión había que dejarla para el próximo presidente, rompió con la tradición y se negó a presentar a votación a un juez liberal, por cierto muy moderado, que éste había propuesto. Con esta acción sin precedentes se rompió el turno pacífico de los partidos y empezó a minarse el sistema democrático, que dependía de protocolos de conducta no escritos. Ahora los republicanos, que todavía controlan el Senado, han confirmado a una juez ultraconservadora a una semana de las elecciones, cuando ya han votado más de sesenta y cinco millones de personas.
La juez nominada para el Tribunal Supremo por Trump para su ratificación por el Senado tiene un perfil ultraconservador y es famosa por su fuerte oposición a la legalización del aborto, habiendo firmado más de un manifiesto a favor de eliminar este derecho. También ha sido miembro del patronato de un colegio privado que no admite a hijos de parejas homosexuales ni contrata a profesores homosexuales. Además, sus decisiones judiciales revelan hostilidad hacia los derechos de las minorías étnicas y los inmigrantes. Por si esto fuera poco, ha declarado su apoyo a la propuesta de los republicanos de eliminar la protección proporcionada por el seguro médico del presidente Obama a las personas con condiciones preexistentes. Esta propuesta está a punto de llegar al Tribunal Supremo y ahora ella tendrá ocasión de votar sobre ella.
Con el nombramiento de la juez Barrett, el tribunal tiene tres jueces liberales y seis conservadores, cinco de los cuales son ultraconservadores. Los tres que ha nombrado Trump son de un conservadurismo a prueba de bomba. Como ha dicho él mismo, está totalmente seguro de su fidelidad y de que votarán siempre por la opción más conservadora. Para resaltar su dominio sobre los jueces que ha nombrado, el actual presidente ha hecho la jura del cargo de éstos en la Casa Blanca, cuando la tradición dicta que la jura se haga en el edificio del Tribunal Supremo, lo que simboliza la independencia del poder judicial respecto a los poderes ejecutivo y legislativo. Trump alardea constantemente sobre su control sobre el Tribunal Supremo, presumiendo incluso de que, si hay dudas en las elecciones y el caso acaba en el Supremo, este tribunal decidirá a su favor. Recuérdese que en 2000 las elecciones las determinó un puñado de electores en Florida y, en la decisión Bush vs.Gore el Tribunal Supremo, de mayoría conservadora, prohibió un recuento de los votos que se cree le habría dado la victoria a Gore. Trump confía en una acción de este tipo para ganar las elecciones.
La consternación que esta situación tan vergonzosa causa en la ciudadanía es indescriptible. Si los demócratas ganan las elecciones, tendrán que hacer una reforma de todos los tribunales y no solamente del supremo, ya que el actual presidente ha nombrado una multitud de jueces a todos los niveles, los cuales no solamente son ultraconservadores sino que en bastantes casos no reúnen los requisitos mínimos del cargo. Como no encontraba suficientes candidatos ultraconservadores cualificados, nombró personas que carecen de la debida preparación y experiencia. No es de extrañar que la gente esté votando en cifras record en estas elecciones, que son un referendum sobre Trump y sus acciones cada vez más dictatoriales. La gente sabe que un segundo mandato representaría el fin de la democracia y la pérdida de sus derechos más preciados.