La flema británica aliada del coronavirus
No se quejan, se creen todo, e invitan a volver a la normalidad a una velocidad inusitada para lo que vemos en los países mediterráneos.
Yo a los españoles los veo preocupados. El coronavirus en nuestro país está haciendo mella y la gran mayoría de nuestros conciudadanos han tomado la responsabilidad de cuidarse y cuidarnos al resto.
Es lo que veo y leo por los medios desde la distancia. Hay un porcentaje que grita mucho y los CayeBorroka o Chalecoborroka del Barrio de Salamanca son una representación tan pequeña que no hay ni que tenerlos en cuenta.
Los representantes de los emigrantes, que nos mantenemos en contacto, vemos cómo en cada país hay una actuación de los gobiernos variable, unos factores de diferenciación muy grandes según sea el sistema de sanidad público o privado y según exista o no la posibilidad real de los ciudadanos de mantener a una familia sin trabajar… muchos países no tienen las ayudas económicas que existen en Europa.
Las sociedades también varían mucho en su nivel de exigencia hacia sus mandatarios, y suele ir unido al nivel de ingenuidad de las mismas hacia las noticias que sus dirigentes les intentan hacer creer.
En España existe variada oferta periodística de todos los colores y sin censura, aun cuando muchos se limitan a transmitir bulos, mentiras, verdades a medias. Se ha demostrado que ante la COVID-19 puede haber muchos puntos de vista, y muchos de ellos tan desleales como lo son algunos partidos políticos.
En Reino Unido, desde el principio de la pandemia, el dedo índice de los medios de comunicación nos informaba de lo mal que Italia estaba y poco después de lo mal que estaba España, aun cuando a estas alturas sus números empezaban a crecer al mismo ritmo que lo hicieron en fases previas en estos países mediterráneos.
Las primeras semanas había gráficos comparativos de países que se publicaban en muchos medios, y que curiosamente fueron desapareciendo de todos los medios según se veía que Reino Unido subía alarmantemente sus cifras de muertos y enfermos. Pero en sus noticias seguían poniéndonos fotos de Italia y de España, y a pesar de acercarse a la situación de estos, seguían martilleándonos con preguntas sobre nuestras familias y nuestros países de origen, como si con ellos no fuera la cosa.
Los datos son inconsistentes, y hay días que doblan o triplican la cifra del día previo. España publica datos todos los días por la mañana mientras en Reino Unido se tarda mucho en saber lo que ha pasado en el día anterior.
Esta semana en la sesión de preguntas al primer ministro que tenemos todos los miércoles, Keir Starmer, el nuevo líder de la bancada laborista y tras una primera intervención la semana previa en la que apabullo al rubio Boris, volvió a hacerlo, y dejó en el aire una queja que va en línea con la falta de transparencia informativa: “¿Por qué Reino Unido ya no publica gráficas comparativas con otros países en referencia a la incidencia de la COVID-19?”.
Tiene fácil respuesta.
Reino Unido cuando lo hace bien todos los saben y serán insistentes en hacerte saber lo grande e importante que es el país y te enterrarán en datos que lo demuestren, sean reales o no.
Una vez que son el patito feo de Europa y solo van tras su primo Trump en la liga de muertes de la enfermedad, intentan taparlo y para ello no se sonrojan al dejar de informar sobre la situación real.
Aquí no salen las clases pudientes a Oxford Street, ni siquiera en el barrio de Chelsea, a golpear cacerolas ataviados de banderas. Quizás ya tuvieron empacho de banderas con su edulcorada y patriótica fiesta para celebrar triunfos pasados el pasado viernes, recordando el final de la II Guerra Mundial…o quizás porque en Reino Unido la queja en público está mal vista, y ni aun cuando te estafen en un referéndum levantarás la voz.
Los medios más críticos parecen gatos panza arriba en sus criticas al Gobierno. La oposición no pide dimisiones, ni insultan, ni piden levantamientos populares. Esperan al siguiente miércoles y será en las casas del parlamento donde sin levantar la voz ni entrar en descalificaciones personales harán las preguntas debidas, pero sin entrar a echar sal en la herida de una crisis que debería servir para encontrar soluciones sobre el futuro y no críticas a toro pasado.
El domingo pasado Boris nos regalo en directo un discurso que pasará a la historia por la cara que se nos quedó a todos de perplejidad ante la falta de dirección firme y contundente, y de claridad en las medidas.
“Deben estar en casa tanto como puedan”, “tanto como sea posible”, “si pueden”, “regularmente”, “nos movemos hacia una gama de acciones sin una instrucción única”, “el distanciamiento social ha de seguir donde sea posible”…la guinda de su discurso fue su lema, cambiando “quédate en casa” por “estate alerta”.
Discurso inútil como pocos que haya presenciado, y tras el mismo, y con una cifra de muertos que se sigue pareciendo mucho a la de las semanas previas, abre puertas a que la gente salga aun más, en un país donde en realidad no han conocido lo que es el confinamiento al mismo nivel que se ha llevado a cabo en España o Italia.
Los parques nunca se cerraron y ya han abierto los aparcamientos de estos, invitando de nuevo a que se llenen de una población a la que ni los medios de comunicación ni su propio gobierno le indican de la gravedad de la situación.
No se quejan, se creen todo, e invitan a volver a la normalidad a una velocidad inusitada para lo que vemos en los países mediterráneos. El Brexit se acerca a pasos gigantescos, y ni aun con la amenaza de una salida brusca sin ningún tratado sumado a unas cuantas decenas de miles muertos que siguen creciendo día a día despierta de su letargo a un pueblo que se han ganado esta vez sí, que se reconozca mundialmente la flema británica.