La falta de lluvia seca nuestras carteras: así hace la sequía que suban los precios
La sequía que atraviesa España provoca un encarecimiento del carro de la compra y de la energía. Ya lo hemos notado, pero irá a peor si no llueve pronto.
"Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva" se suele cantar de pequeños y esa frase se ha convertido en una obsesión en estas últimas semanas sin rastro de lluvia. Pero lo cierto es que, en España, un año con precipitaciones por debajo de la media no es un problema porque somos un país acostumbrado a sufrir su escasez. Pero, cuando ese año se convierte en varios, la situación se vuelve problemática, más si se tiene en cuenta que las previsiones climatológicas, de momento, no apuntan a que el cielo vaya a descargar lluvia con alegría.
En un ejercicio hidrológico normal, que va de octubre a septiembre, la media de lluvias suele alcanzar los 650 litros por metro cuadrado. "Esta vez se acumularon 551 litros, lo que supone un 15% menos", relata Mar Gómez, meteoróloga de ElTiempo.es. Es el cuarto año consecutivo en el que la cifra de lluvias está lejísimos de la habitual en el período de referencia (1981-2010).
"Las sequías son propias de nuestro clima", asegura Santiago Martín Barajas, coordinador del área de agua de Ecologistas en Acción. Sin embargo, este ingeniero agrónomo señala que, en esta ocasión, existen dos problemas que agravan la situación: el cambio climático y un elevado consumo de agua. "El cambio climático ha provocado que esta década la temperatura se haya elevado 0,9 grados por encima del período de referencia. A mayor temperatura, más agua se evapora que no llega a los cauces y los acuíferos", señala. En cuanto al consumo de agua, se debe en gran medida al incremento en un 20% de la superficie dedicada al regadío.
La reserva hidráulica se encuentra al 37% de su capacidad total, la peor cifra de agua embalsada de lo que llevamos de siglo, según los datos del Ministerio de Agricultura. La media de la década se sitúa en el 52,6%, explica la plataforma SOS Sequía. "Desde el pasado mes de mayo las reservas de agua no paran de bajar y siguen marcando mínimos históricos. La situación es particularmente dramática en la cabecera del Tajo y en las cuencas de la vertiente mediterránea", cuenta Gómez.
Una de las sequías más graves de las últimas décadas
La sequía ya no es algo que ocurra solamente en el desierto de Almería, sino que tiene impacto en todo el territorio. Incluso en zonas de la geografía española donde suelen ser muy frecuentes las lluvias se encuentran con problemas. Los gestores de las cuencas gallegas alertan de que en los 11 primeros meses del año se ha registrado allí la misma cantidad de lluvia que debería haber caído entre enero y febrero, según publicó La Voz de Galicia.
Hay motivos para la alarma: todas las cifras de análisis de la actual sequía (serie de años secos, volumen de agua embalsada, pluviometría, previsión meteorológica), la retratan como una de las más graves que ha sufrido España en los últimos 40 años. Sólo en 1981-1984 y 1992-1995 podemos encontrar datos similares: en febrero de 1984, los pantanos se encontraban al 47% de su capacidad (10 puntos más que actualmente); en 1994, al 36,4% y en 1995 al 26,84%. Basta hacer un repaso a las características y consecuencias de esas dos crisis hídricas para darse cuenta de que la de 2017 es tan crítica como aquellas.
La sequía de los años ochenta afectó a toda la Península, provocó un "aumento desorbitado de las perforaciones acuíferas", causó dificultades en el abastecimiento de numerosos núcleos urbanos (especialmente, en el sur) y, por supuesto, redujo drásticamente la productividad agraria y el resultado de las cosechas. Todas esas situaciones, reflejadas en un informe del Sistema Español de Información sobre el Agua (Hispagua) de 2005, otro año de sequía, están dándose actualmente.
Ese mismo documento apunta que la sequía de los noventa, a su vez, sirvió para que la sociedad tomase conciencia de la gravedad del problema y para que el Gobierno, presidido por Felipe González, empezase a pensar en estrategias a largo plazo, como la elaboración del anteproyecto del Plan Hidrológico Nacional. A la fuerza ahorcaban: la sequía afectó durante cinco años seguidos al sur y el centro del país, obligó a tomar medidas de urgencia por valor de cien mil millones de pesetas (600 millones de euros) y sometió a ocho millones de españoles a restricciones hídricas. Fue, además, uno de los periodos más cruentos de la llamada Guerra del Agua, que aún colea en algunas comunidades autónomas.
Escasez en el campo, encarecimiento en la tienda
En enero y febrero de 2017, el Índice de Precios de Consumo (IPC) subió un 3% en su tasa interanual empujado por el alza de los precios de las frutas, las legumbres y las hortalizas frescas, que fue del 7,6% al 22,2%. Desde entonces, la inflación se ha moderado pero los datos al detalle muestran una constante: el precio de estos alimentos ha seguido subiendo, en conjunto o por separado. De hecho, en septiembre y octubre, cuando la sequía era ya manifiesta, subieron a la vez.
Los alimentos frescos acumulan una subida de precios del 4,9% respecto al año pasado, y cualquiera lo ha notado al llenar su nevera. Especialmente a la hora de comprar productos de temporada. La falta de lluvias de los últimos meses ha reducido la producción de acelgas, calabazas o calabacines, lo que ha repercutido en subidas que en algunos casos alcanzan el 100%. Han duplicado su precio, especialmente en las zonas de España más afectadas por el déficit de lluvias, como Galicia. Por no hablar del olivar, un sector del que depende una parte importante de la economía en Andalucía, que mira con miedo al mismo tiempo al cielo que sigue sin traer lluvia y a las restricciones al riego que se producirán si el agua sigue sin llegar.
Lo que pasa en la tienda es la consecuencia directa de lo que pasa en el campo. La sequía ha limitado la producción y ha puesto a la mayoría de agricultores contra las cuerdas. La cosecha de trigo ha sido en 2017 un 50% menor que la del año pasado y esa situación, como ha señalado la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), ha sido común a todo el cereal que se cultiva en el campo español. ASAJA, otra agrupación representativa de los agricultores de España, advirtió ya en julio de que la falta de precipitaciones tiene al campo en una "situación límite".
"Los cultivos herbáceos extensivos de secano, que suponen más de seis millones de hectáreas", explican, "registrarán la segunda peor cosecha de los últimos 25 años y la situación de cultivos como el almendro, la vid o el olivar de secano es complicada ya a estas alturas de campaña". El último informe de siniestralidad agrícola de Agroseguro, fechado en octubre, refleja que hay más de 2 millones de hectáreas afectadas por situaciones climáticas adversas, entre las que se encuentran la falta de lluvias, pero también heladas, temperaturas inusualmente altas o granizo.
Hasta el momento, estos episodios han causado pérdidas por valor de más de 600 millones de euros. Es un cálculo moderado: la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) asegura que la sequía ha causado pérdidas por valor de 3.600 millones.
Y aún hay más: la sequía también sube la factura de la luz
El efecto de la ausencia de lluvia en el precio de los alimentos se notará plenamente en la próxima campaña, pero donde ya está teniendo un impacto evidente es en el mercado eléctrico. Con el sistema actual una sequía tiene como consecuencia directa que sube la factura de la luz. Los consumidores han pagado una media de 74 euros más en los recibos que en 2016, señalan desde ElTiempo.es.
¿Por qué sube la luz si no llueve? La falta de precipitaciones tiene como consecuencia que los embalses tengan menos agua, lo que hace caer la producción de electricidad por parte de las centrales hidroeléctricas. Este año se ha vivido un verdadero desplome. "La energía hidráulica ha caído un 49,5% desde enero hasta septiembre por la falta de lluvia", cuenta Gómez.
Esta ausencia de lluvia podría ser paliada por otras energías renovables como la eólica o la solar. Sin embargo, esto no ha ocurrido. Los anticiclones bloquean la entrada de borrascas en la Península y por tanto de precipitaciones, pero tampoco hay viento. "Debido a la falta de agua hay menos turbinación de agua, que ha coincidido con la ausencia de viento", apunta Martín Barajas.
Ambos expertos señalan que, ante la falta de agua y viento, se ha compensado la demanda eléctrica con la quema de carbón y gas natural. La producción de electricidad con centrales hidráulicas ha caído un 49,3% en los diez primeros meses del año en relación con el año pasado y la eólica ha bajado un 7,3%, según los datos de Red Eléctrica. Al mismo tiempo, se ha incrementado un 38,7% la producción de las centrales de ciclo combinado, que funcionan con gas natural, y un 31,5% las de carbón.
Estos cambios en el mix energético tienen un impacto directo en los precios. Si los embalses están llenos, la hidroeléctrica es una tecnología barata para producir electricidad. Las energías que la sustituyen, el gas y carbón, son más caras y más contaminantes. Además, al incrementar las emisiones de dióxido de carbono se agrava el problema del cambio climático, lo que tendrá como consecuencia que haya menos agua.
Cómo hacerle frente a las consecuencias de la sequía
Los meteorólogos todavía no se aventuran a pronosticar cuándo llegarán las precipitaciones. "Los modelos indican que tendremos un diciembre más húmedo en ciertas zonas del oeste peninsular pero que la tendencia cálida y seca seguirá en el resto", señala Gómez. "Es difícil saber cuánto tiempo continuaremos con déficit de lluvias, pero la sequía aún puede agravarse más. Enero no es un mes muy húmedo, se caracteriza más por el frío que por las precipitaciones abundantes. La situación no se revertirá en un mes o dos. Si la primavera no es húmeda, nos vamos a enfrentar a un verano muy complicado", advierte Jonathan Gómez Cantero, geógrafo, climatólogo, investigador en cambio climático y hombre de El Tiempo de Castilla-La Mancha Media.
Debido a ello y de cara al futuro, los expertos coinciden en que se ha de actuar de manera preventiva. "La sequía es un fenómeno cíclico en nuestro país, ocurre de forma natural, pero con el cambio climático puede intensificarse y ser más frecuente", apunta Gómez Cantero. "Es imprescindible tomarse en serio el análisis periódico de riesgos del cambio climático y la evaluación de las medidas que apliquemos para construir resiliencia y adaptarse a los impactos que somos capaces de anticipar", señala Teresa Ribera, directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI) y secretaria de Estado para el Cambio Climático con Zapatero (2008-2011).
Por el momento, el Gobierno sólo ha puesto en marcha medidas consideradas de emergencia para afrontar la crisis, como llevar a cabo obras de reparación de presas o aumentar la capacidad de las desaladoras. "No se está haciendo lo suficiente. El agua es un elemento crítico para el desarrollo y especialmente delicado en un país como España", lamenta Ribera. "Hemos mejorado muchas cosas a lo largo del tiempo pero queda mucho por hacer. Eficiencia en su uso, máximo esfuerzo por la depuración y saneamiento, desalación complementaria y, sobre todo, abordar grandes asignaturas pendientes como son revisar las políticas y usos agrarios -incluidas las tomas ilegales de agua- y asegurar un sistema viable".
Nuestro sistema es un "disparate"
Quizás una legislatura sin mayoría absoluta sea el momento de negociar un Pacto Nacional sobre el Agua. "La política de aguas no se ha modificado y de ahí que haya que reestructurar el uso del agua y ordenar los recursos", apunta Gómez. "No queda otra que prepararse para los próximos años haciendo un buen pacto del agua, en el que participen todas las comunidades y se entienda que hay zonas que no pueden ceder más agua a otras cuencas, porque ni ellas tienen, como es el caso del Trasvase Tajo-Segura. Es muy importante acometer todas esas obras de mejora que nos lleven a menores pérdidas de agua y educar a los ciudadanos", añade Gómez Cantero.
En materia de energía, los expertos coinciden en que se deben potenciar las energías renovables como la solar, así como impulsar el autoconsumo eléctrico y la eficiencia energética para reducir los altos precios de la luz y luchar contra el cambio climático. También defienden un cambio en las reglas del juego. "El Gobierno continúa penalizando a las renovables y el autoconsumo frente a los combustibles fósiles que siguen recibiendo enormes subsidios", señala Mar Asunción, portavoz de Alianza por el Clima.
"El diseño del sistema es un disparate", afirma con rotundidad Rosa Martínez, diputada de Unidos Podemos. "Mientras los precios de generación han bajado, la parte del precio que depende de las decisiones políticas, como son los peajes, los impuestos y los costes, no ha dejado de aumentar. El Gobierno tiene en su mano bajar el precio eliminando retribuciones superfluas y calculadas con criterios que no son la eficiencia y sostenibilidad del sistema".
Otro elemento que los ecologistas llaman a solucionar de manera inmediata es el crecimiento de los cultivos de regadío en España, donde ocupan casi 5 millones de hectáreas. Han pedido restricciones de agua para este tipo de cultivo, que consideran insostenible. "Hay que reducir sustancialmente el regadío, que supone más del 80% del consumo de agua", apunta Martín.
Las autoridades, por el momento, no han escuchado sus demandas a pesar de que ya se están produciendo cortes diarios de agua en algunas poblaciones de hasta cinco comunidades autónomas. La situación podría agravarse. "En caso contrario, se podría estar poniendo en riesgo el abastecimiento de agua a numerosas poblaciones en los próximos meses", afirman desde Ecologistas en Acción. "La pavorosa sequía que devasta desde hace meses el medio rural, amenaza ahora con deteriorar la seguridad de suministro del agua de boca", subraya Hugo Morán, secretario para la Transición Ecológica de la Economía del PSOE.