La fábula del velero y el transatlántico
Chema y Julián se dispusieron a dar la vuelta al mundo por mar. Chema provenía de una familia humilde que nunca tuvo grandes alardes. Era un chico inteligente, modesto, tímido, y de gran integridad. Siempre cumplía con todo aquello que prometía, era responsable y muy tenaz. Si se proponía algo, no cejaba hasta el día en que lo conseguía. Julián era un chico listo, de una familia adinerada, que también siempre conseguía lo que se proponía, pero no siempre de las formas más éticas. Era carismático y encantador a primera vista, pero el tiempo revelaba su verdadera personalidad. Se dirigía a la gente como un superior a sus súbditos, y en lugar de comunicar palabras, transmitía órdenes.
Para realizar su sueño, Chema juntó sus ahorros y compró un pequeño y modesto barco de vela de espacio reducido y que no contaba con grandes comodidades. Estéticamente dejaba mucho que desear, pero era robusto y seguro.
Julián decidió hacerlo a lo grande. Se compró un transatlántico que no parecía un barco, sino una ciudad flotante: catorce cubiertas, dos piscinas, tres discotecas, gimnasio, sauna, cine, varios restaurantes y numerosas cafeterías. El barco era de una belleza majestuosa y había sido diseñado para impactar. Había sólo un problema: tenía un minúsculo agujero en la parte inferior del casco.
Unos días después de haber zarpado, el transatlántico de Julián y toda su majestuosidad se hundían en medio del Pacífico. Chema y su velero no deslumbraron a ninguna de las personas que se encontraron a su paso ni navegaron a gran velocidad, pero llegaron a puerto y cumplieron su cometido.
El transatlántico de Julián era deslumbrante pero endeble. El velero de Chema, modesto pero robusto. Si Chema cumplió su objetivo es porque entendió que
A Julián le preocupaba deslumbrar en la salida. A Chema, impactar con su llegada.
Este Peldaño aplica a la persona con la que vas a pasar el resto de tu vida (o no), al socio con el que vas a montar tu negocio de éxito (o de fracaso), a los ejecutivos que vayas a contratar (o despedir), a la empresa en la que vayas a prosperar (o deprimirte), al estilo de vida en el que te vas a embarcar (o desembarcar), a la institución académica en la que te vas a formar (o «deformar»).
De cada uno de ellos pregúntate «¿me deslumbrará más en la salida o en la llegada?» Cuando en todas estas áreas tengas que decantarte entre dos alternativas, no te decantes por la opción más intensa, atractiva o impactante en detrimento de la más perdurable. Ponte los lentes de largo alcance y elige la opción con más probabilidades de seguir a tu lado en el largo plazo. Elige a Chema y rechaza a Julián, a fin de no pasar por alto lo duradero en beneficio de lo atractivo.
#88peldaños
No permitas que el brillo de lo bello te ciegue ante las virtudes de lo bueno.
@ANXO