La esquizofrenia catalana
O al día siguiente del 10-N ya hay propósito de enmienda o… quién sabe lo que puede pasar.
El Molt Honorable (sic) presidente de la Generalitat, Quim Torra, hombre por lo que estamos viendo con pocas pero firmes ideas, como cualquier otro talibán, es persona que aparte de aceptar ser fiel y servil vasallo de Puigdemont, que lo maneja a distancia, no suele reflexionar sobre la realidad de las cosas.
Para él, como para otros muchos catalanes, que han vivido durante décadas dentro de una burbuja de realidad paralela, el separatismo, ‘única forma justa de nacionalismo’, es el compendio de las virtudes democráticas. No hay independentista malo; todos sin excepción, son buenos.Qqué digo buenos, magníficos, excelentes ciudadanos, sabios, esforzados. Incluidos los Pujol. Sin ellos no sería posible la Cataluña engañada mediante un minucioso programa de lavado de cerebro colectivo que se llamó ‘recatalanización’ y que fue la primera acción estratégica del pujolismo: fabricar con paciencia y tesón el nuevo relato (el cuento) de la Cataluña imaginada, hasta tal punto de perfeccionamiento que los propios fabricantes de ensueños se crean sus mentiras.
Y eso siempre lleva a la ‘bola de nieve’, que al final acaba estrellada destrozando el caserío. Tras fracasar el intento de golpe de estado en Cataluña, el discurso oficial del soberanismo intentó borrar la verdad de aquellos acontecimientos, por dos razones principales: una, por miedo a las consecuencias penales; otra, para olvidar el fracaso sin paliativos de la intentona. Una derrota que, poco a poco, fue teniendo serios efectos secundarios: frustración y resentimiento, y ruptura de la unidad. Por lo tanto, primeras críticas internas al modo en que se condujo el procés.
Está escrito que el proyecto para contrarrestar el juicio en el Tribunal Supremo a los cabecillas de la rebelión, insurrección, alzamiento, alta traición… consistía básicamente en combinar el victimismo (más España nos roba, en España no hay libertad, en España no hay democracia, y boberías así) con un llamamiento a la insumisión, a la desobediencia civil e institucional, si la sentencia era condenatoria, aunque fuera solo un poquito. “Solo cabe la absolución”, vienen proclamando los dirigentes. “O una amnistía”.
Pero la inocencia se perdió cuando se empezaron a cometer los delitos, desoyendo o desobedeciendo a los letrados de la Generalitat, al Gobierno de la nación y a las prohibiciones expresas del Tribunal Constitucional. Los hechos probados están fuera de toda duda porque fueron radiotelevisados en directo y en diferido. Y vividos por decenas de miles de personas en la calle.
La amnistía o el indulto tiene serias dificultades. Su único antecedente es pre -constitucional, y fue la Ley de Amnistía de 1977. Pero la Constitución no parece muy partidaria de llevar el ‘derecho de gracia’ concedido al rey hasta extremos que desborden los límites del actual indulto individual. El artículo 62.i de la CE78 señala que corresponde al rey “ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales”. La amnistía o indulto que exigen los separatistas pro golpistas no sólo debería ser inmediata, con lo que la justicia quedaría desairada y vacía de contenido ante hechos tan graves, sino general, por cuanto afectaría a la totalidad de los condenados por un mismo suceso.
Es decir, el Gobierno, y más en funciones, aunque quisiera no lo podría hacer. Primero, por el escándalo político, nacional e internacional que ello supondría; y después porque habría que hacer una ley ad hoc, y no hay una mayoría suficiente. Los únicos votos garantizados serían los de Podemos y sus confluencias, los de los comunes de Ada Colau, los de los diputados separatistas en las Cortes, los del PNV, con alguna alusión beatífica a la bondad universal… Los errejonistas tienen un problema con el nombre que han elegido, Más país, o sea, lo que viene a ser Más España. Una respuesta en rojo al España Suma en azul.
Dentro del PSOE son amplia mayoría los que descartan esta vía, exceptuando alguna sorpresa en el PSC. Pedro Sánchez ya ha enviado suficientes señales al respecto, como, en los últimos días, el aviso alto y claro de que si el separatismo vuelve a desmadrarse se promoverá otra aplicación del 155.
Por supuesto, tanto el PP, como Ciudadanos y Vox se oponen rotundamente; es más, su estrategia electoral a la pesca de votos del centro tiene su gran anzuelo, o mejor, su gran carnada, en dudar de las intenciones del sanchismo. Lo último de Pablo Casado ha sido exigir a Pedro Sánchez que elija entre Torra y él. Sánchez no le ha contestado, por su parte, que él elija entre Franco y la democracia.
Pero, en fin... a perro flaco todo son pulgas, y en plena recta final hacia la sentencia del TS, con el separatismo dividido, con la caída incesante en las encuestas del apoyo a la independencia unilateral, con la recuperación del voto constitucionalista y moderado, con el desastre barcelonés, abriéndose camino otra vez la tercera vía de recuperar el proyecto de Estatut aguado por el Constitucional por impulso del PP… el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García-Castellón detiene por terrorismo a nueve miembros de los Comités de Defensa de la República (catalana) o CDR.
La operación, llevada a cabo por la Guardia Civil, y en la que participaron 500 agentes, vino precedida de escuchas telefónicas, seguimientos, etc. Se incautó abundante material explosivo, apto para fabricar artefactos, variada documentación incriminatoria sobre preparación de bombas, planos y fotos de posibles objetivos. Uno de los detenidos llegaría a declarar que el presidente Torra estaría al tanto, y que incluso les abriría la puerta del Parlament, según han publicado medios de comunicación.
Entonces reaparece impulsiva la otra Cataluña, la Cataluña ‘profunda’. Torra envía una carta a Sánchez defendiendo a los nueve detenidos –siete encarcelados– como “ciudadanos comprometidos con su sociedad”, miles de personas en las calles piden su inmediata liberación y añaden sus nombres a los de los políticos presos, que ellos llaman tramposamente “presos políticos” como secuela de la esquizofrenia en que viven, para aumentar el victimismo y calentar el ambiente.
Torra llega decir en su imprudente e irresponsable carta que “unas detenciones preventivas no deberían ser posibles en un verdadero estado de derecho”. ¿Quiere esto acaso decir, sensu contrario, que cuando se tienen indicios racionales de que pueden cometerse inminentes atentados o provocar situaciones de pánico hay que dejar que se cometan en vez de prevenirlos e impedirlos? ¿No es una de las funciones de los servicios de inteligencia y de las fuerzas del orden precisamente la prevención del crimen?
Esta cerrazón, esta defensa irracional y fanática de lo indefendible, da idea cabal de hasta qué punto al menos la dirigencia separatista (y de las JONS, por lo visto) está trastornada y vive en otro mundo, en una nube de delirios. Es la esquizofrenia desenfadada y altanera que ha conducido al ‘oasis’ catalán hacia el precipicio de una confrontación y una fractura civil que tardará décadas en cicatrizar, como las anteriores.
“No permitiré nunca –dice el presidente delegado de la Generalitat– que se quiera asociar un movimiento democrático con el terrorismo…”.
¿Pero quiénes son los principales culpables de esta ‘asociación’? Parece de sentido común que los que han jaleado a destacados líderes de grupos terroristas como ETA, Grapo, Terra Lliure… a los que han recibido en sedes institucionales y agasajado como héroes, posando orgullosos para la posteridad… y el oprobio.
Y como las cosas están así y cada día se va sabiendo más de los ‘planes secretos’, van a empeorar a partir de octubre. Se acercan momentos cruciales, sobre todo si los políticos del bloque constitucional siguen en plan irresponsable (y gilipollas) dándole aire a la alianza maldita de populismos, extremismos y antisistemas.
O al día siguiente del 10-N ya hay propósito de enmienda y una voluntad seria de corregir errores y divismos y se dan los primeros pasos hacia un amplio pacto de Estado con un gobierno fuerte para afrontar la cadena de crisis, o… quién sabe lo que puede pasar. Pero desde luego, nada bueno.