¿Rendición o responsabilidad? El 'NYT' veta sus viñetas por una acusación de "antisemitismo" y renace el debate
Los dibujantes y las asociaciones profesionales censuran la drástica medida, que supone "ceder" a las presiones políticas y a la fiebre de las redes sociales.
Las acusaciones de antisemitismo en las viñetas de la prensa mundial son recurrentes. Cada pocos meses surge una que indigna a organizaciones judías y al Gobierno de Israel y se retoma el debate: si la crítica está justificada, si es una cuestión de piel sensible, si la libertad de expresión ha de vigilar esa línea roja que algunos marcan. Ya casi no se hacen noticias con esas denuncias.
Y, sin embargo, aquí estamos, escribiendo nuevamente del tema, porque asistimos a lo nunca visto: no es que se haya generado un pequeño escándalo en las redes sociales, es que el considerado mejor diario del mundo, el New York Times (NYT). ha decidido suprimir las viñetas en su edición internacional tras la queja por un dibujo publicado el 25 de abril. Desde el pasado lunes, no hay humor gráfico en la Dama Gris.
Ya hace tiempo que no había caricaturas en la edición nacional del periódico, pero aún subsistían en la de fuera de EEUU, un auténtico referente. No obstante, se cometió “un error de juicio”, dicen los dueños del medio, y ahora han cortado por lo sano, despidiendo a los dos dibujantes de la plantilla, los renombrados Patrick Chappatte y Heng Kim Song. Y eso que ninguno de ellos firmó la viñeta de la discordia.
Vamos por partes: el 13 de abril de este año se publica en el semanario portugués Expresso un dibujo de António Moreira Antunes, António a secas para el gran público. En él se ve al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, trocado en perro, que lleva un collar del que cuelga una estrella de David, lazarillo de un hombre ciego que es Donald Trump, el presidente de EEUU, tocado por la típica kipá judía -el sombrero que sueñen usar los varones que profesan esta fe-, arrastrado por el can.
Esta viñeta, a través de una agencia mundial llamada CartoonArts International, llega a la redacción del NYT y es seleccionada para su edición exterior. Se publica el 25 de abril. Inmediatamente, es acusada de antisemita, de mostrar clichés ofensivos contra los judíos. El medio se disculpó por la publicación y aseguró que tomaría medidas para que esto no volviera a ocurrir. Se anunció una represalia contra el trabajador que tomó la decisión -“un solo editor que trabajaba sin la supervisión adecuada descargó la caricatura sindicada y tomó la decisión de incluirla en la página de opinión”, explicó-, se anuló la suscripción a CartoonArts y ahora, visto que la tormenta no arreciaba, se ha optado directamente por quitar el espacio dado a los “dibujos políticos”.
James Bennet, editor de The New York Times, fue el encargado de hacer el anuncio hace ya semanas, aunque ha entrado en vigor ahora. Dio las gracias a Chappette y Song por su labor y aseguró que otro tipo de ilustraciones permanecerán en sus páginas y que se apostará por “otras formas de periodismo audiovisual”. Paradójicamente, Recuerda que el año pasado se llevaron un Premio Pulitzer precisamente por la calidad de sus dibujos políticos, algo que choca con su decisión de echar la persiana.
Aunque sostiene que la decisión se venía rumiando desde hace un año, hace una referencia explícita a la crisis causada por la viñeta de António: “una imagen como esa siempre es peligrosa y en un momento en que el antisemitismo está resurgiendo en el mundo es aún más inaceptable”. “Fue ofensiva”, resume. Su paso contenta a los que se rasgaban las vestiduras, pero no a la mayor parte de la comunidad periodística -norteamericana y mundial- ni a muchos de los lectores del NYT, que han escrito pidiendo que den marcha atrás.
Contra “las políticas de Israel”
El dibujante portugués, a través de su revista, niega la mayor. Su viñeta no es antisemita, sino crítica con el Gobierno de Tel Aviv. “No tengo nada contra los judíos, pero tengo muchas cosas contra las políticas de Israel”, puntualiza. En sus 45 años de oficio, que inició en plena Revolución de los Claveles, nunca, dice, le habían censurado una obra. Ahora entiende que se ha hecho por una lectura “fundamentalista”. “Hay un exceso de susceptivilidad por parte de los judíos”, sostiene.
Desmenuza su dibujo para desbaratar la acusación: si puso una estrella de David en el cuello del perro es porque, “además de religioso, es un símbolo político, que está en el centro de la bandera de Israel”, y porque así, por si había dudas, facilitaba a los lectores que reconocieran la cara de Netanyahu, que no es el personaje más conocido de Portugal; la kipá “se la ponen todos los mandatarios que van de visita a Israel”, por eso le pareció un añadido natural; el perro es un perro “no por nada despectivo, sino porque son los perros, y no los caballos, los que guían a los ciegos”, y pinta en particular un perro salchicha, de origen alemán, no por influencia nazi, sino porque quería evitar un perro de presa y caer en la imagen de la fiereza israelí y porque -motivo prosaico que sólo conocen bien los que tienen que encajar fotos y textos en una página- el espacio en Expresso era muy horizontal y entraba mejor.
Moreira añade, además, que la posición de Donald Trump respecto a Israel, decantada claramente, supone el entierro del proceso de paz con los palestinos e ignora los derechos de este pueblo. Esos días se vio con el reconocimiento a los Altos del Golán, zona ocupada a Siria, como suelo legítimo de Israel o por el cierre de la legación de Washington ante Palestina, todo muy del gusto de Tel Aviv. Por eso la imagen del ciego.
“Lo políticamente correcto amenaza nuestra profesión”, se lamenta. El caricaturismo, recuerda, es “blanco” de las críticas porque parte de una historia, de una noticia, y la “exagera”, se usan recursos que ayudan a “entenderla”, precisamente con el fin de la denuncia o de la fiscalización de las “vacas sagradas”. Lo que lleva haciendo toda su vida: como cuando dibujó a Juan Pablo II y Benedicto XVI con sendos condones en la nariz y en la cabeza, o cuando se sumó a la solidaridad con Charlie Hebdo tras el atentado de 2015, confrontando serenamente a los imanes de su país. Sin vetos, en estos casos.
“El humor perturbador y las imágenes son parte de nuestras democracias”, añadió en una entrevista a Le Monde. Antonio denuncia la “vulnerabilidad” del periódico de Nueva York ante “grupos de presión” con gran influencia en su línea editorial. “Probablemente tiene que ver con sus líneas de financiamiento, no lo sé, es un espectáculo triste”, se lamentó Antonio.
Su medio comparte su postura. Ha mantenido la viñeta y no se ha disculpado, sino que sostiene que entra dentro del ejercicio de las libertades de expresión y de opinión. “El autor refleja su visión de la política exterior de los Estados Unidos. Entendemos que no incluye ni propaga ningún mensaje antisemita”, remarca.
“Nunca debería haberse publicado”, pero...
Más allá de los lectores, hay dos dibujantes directamente afectados por la decisión del diario norteamericano. Heng no desea hacer declaraciones al respecto y Chappatte se remite a una entrada de blog que escribió en caliente y que condensa las claves de este debate: el caso concreto y la trascendencia que tiene para todo el gremio.
Chapatte reconoce que ha dejado el lápiz “con un suspiro” tras la orden de Nueva York, pero aún así entiende que hablamos de “una viñeta que nunca debería haberse publicado en el mejor periódico del mundo”. “Es un montón de años de trabajo deshecho por una sola caricatura, ni siquiera la mía”, escribe.
Eso no quiere decir que esté de acuerdo con dejar de sacar viñetas. Viene a decir que los dibujantes son como los canarios en las minas, la primera señal de alerta, y que la persecución está siendo tan intensa en los últimos años que el peligro acecha a todos, a los que pintan, a los que escriben, a los que toman fotos. “Estos últimos años, algunos de los mejores dibujantes de la prensa de EEUU han perdido su trabajo porque sus editores les encontraban demasiado críticos con Trump. Quizá deberíamos empezar a preocuparnos. Y rebelarnos”, sostiene.
Es muy crítico, además, con la manera en la que se han incendiado las redes por este asunto, hasta llegar al cierre, un signo de nuestros tiempos que le molesta notablemente. “Estamos en un mundo donde las hordas moralistas se reúnen en las redes sociales y se levantan como una tormenta, cayendo sobre las salas de redacción en un golpe abrumador. Esto requiere contramedidas inmediatas por parte de los editores, sin dejar espacio para la reflexión o discusiones significativas. Twitter es un lugar para el furor, no para el debate. Las voces más indignadas tienden a definir la conversación, y la multitud enojada lo sigue”, describe. Los editores que se dejan llevar por la corriente no salen muy bien parados de sus reflexión.
“Sin humor estamos muertos”, dice el dibujo que acompaña su texto, y que publicó precisamente como abrazo a sus colegas del semanario satírico francés Charlie Hebdo. “Las viñetas políticas nacieron con la democracia y son cuestionadas cuando la libertad lo es”, concluye.
El peligro del humor
La risa, algo tan esencialmente humano, parece ser un peligro para el poder. Recuerden El nombre de la rosa, por ejemplo. “La eliminación de las viñetas humorísticas del New York Times es un nuevo zarpazo a la libertad de expresión. Básicamente, porque contribuye a extender la idea de que el humor es un arma peligrosa que hay que administrar con la máxima precaución”, reconoce Joaquín Urías, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla.
El que también fuera letrado del Tribunal Constitucional asume que los medios de comunicación “tienen una responsabilidad deontológica con la sociedad que les exige extremar las precauciones para no contribuir a aumentar el odio racial, la xenofobia, el machismo y en general la discriminación contra los colectivos más vulnerables”. Sin embargo, “tal compromiso se concreta mejor con un enfoque informativo veraz y responsable, que evite las mentiras y rompa los prejuicios, que prohibiendo el humor”, como ha hecho un medio que es el espejo en el que muchos otros tratan de mirarse.
“El mensaje que acaba de lanzar el NYT es que hay asuntos con los que no se puede bromear. No sólo es una idea falsa, sino que esconde una voluntad muy poco sutil de censura. El humor tiene una capacidad inigualable de hacernos plantearnos preguntas. El humor permite someter todo a crítica abriéndonos interrogantes incluso sobre las cuestiones que creemos tener más claras -sostiene, compartiendo línea con las explicaciones del dibujante portugués-. Ese valor es propio y exclusivo del humor. Ningún otro modo de expresión nos obliga a cuestionarnos permanentemente todo. Por eso, el humor tiene un valor democrático insustituible. Juega un papel esencial en la lucha contra la manipulación ideológica”.
El caso del NYT resulta “especialmente sangrante”, a su entender puesto que el detonante ha sido una caricatura política. “Los medios de comunicación tienen la obligación de someter a revisión a los gobernantes. Son el perro guardián de la democracia, no sólo cuando investigan y publican escándalos, sino también cotidianamente al permitir que la ciudadanía asuma con escepticismo los mensajes que tratan de colarnos nuestros políticos”.
Recuerda una frase recurrente entre los cómicos: “el único límite al humor está en el Código Penal”. “Dicen eso porque no son juristas y no saben que el Código Penal es interpretable y fácilmente manipulable por parte de quien lo aplica. En la medida en que a través del humor se pretenda despertar el pensamiento crítico sobre cuestiones relevantes de la sociedad, goza de protección constitucional como libertad de expresión y de creación. Eso significa que no puede ser restringido”, afirma con contundencia.
El poder del estado, insiste, “sólo puede prohibir o castigar el humor si se usa deliberadamente para dañar a sabiendas la reputación ajena o para incitar efectivamente a la discriminación contra un colectivo vulnerable”. Eso no es lo que ocurre, añade, “cuando la intención es hacer crítica política y despertar la conciencia de la ciudadanía”. “Incluso aunque las expresiones humorísticas nos parezcan burdas, groseras, molestas o zafias, el derecho no puede convertirse en árbitro del buen gusto ni de la moral. Sólo puede perseguirse el humor que carece de valor político y social”, remarca.
Si los periódicos, “por miedo a molestar al poder o a ser acusados de ir contra la moral dominante”, deciden acabar con las viñetas humorísticas “estarán dando un muy mal ejemplo”. Y, por encima de todo, insiste, “están rebajando el valor de la democracia que se sustenta en la permanente capacidad crítica de la ciudadanía”.
No hay que olvidar, abunda Urías, que la “obligación democrática” de la prensa es “evitar que la democracia se convierta en unas formas vacías en las que se vota cuando toca, pero donde la sociedad no puede realmente plantearse la corrección de la actuación de los políticos”. “Sin humor en la prensa, la sociedad entera pierde calidad democrática”, concluye.
La debilidad del oficio
Los lobbies amigos de Israel en EEUU han vencido en esta pelea, dice el periodista Iñaki Gabilondo, y lo que queda en evidencia es la “enorme debilidad del periodismo”, cuando un medio “hinca la rodilla”. Es la postura mayoritaria en el oficio, si se exceptúan los aplausos de la ultraconservadora Fox, por ejemplo. El debate no es sobre la ilustración de António, sino sobre lo que ha desencadenado.
El Pen America, una organización sin ánimo de lucro que defiende la libertad de expresión, ha pedido al diario que “reconsidere” su medida. Por más que sea arriesgado el mundo de la viñeta en estos tiempos de redes acaloradas, sostiene, que un tótem como el NYT ceda “puede acelerar la muerte de una forma de comunicación que ha contribuido inmensamente a nuestra conversación política”.
Kevin Siers, presidente de la Asociación Americana de Dibujantes de Opinión, ha recordado que las viñetas “son vehículos poderosos para expresar opinión por su claridad, lo afilado de su sátira” y ha reconocido que “ese poder, lógicamente, pone a los editores nerviosos”. “Pero detener completamente su uso es dejar que la ansiedad se vuelva cobardía”, avisa.
Ann Telnaes, editora de caricaturas de The Washington Post, se ha solidarizado son sus compañeros y ha calificado como “débil” el paso dado por el NYT; hasta va a cancelar su suscripción como protesta. El diario le ha contestado que mantiene “el espíritu del debate abierto con igualdad para todos” y le ha preguntado que si consideraría continuar con su suscripción al ofrecerle un paquete más barato. La respuesta fue compartida en su Twitter, y causó la indignación de sus seguidores.
En una pieza que ha sido replicada hasta hacerse viral en Twitter, el dibujante de Politico y premio Pulitzer, Matt Wuerker, ha enfatizado que “el derrumbe del espacio para las viñetas políticas y el comentario satírico porque los editores no tienen el valor de defenderse de campañas de escándalo de redes sociales es malo para la libertad de expresión y malo porque el debate político se beneficia de un poco de humor de vez en cuando”.
Y el mito Plantu, el carismático caricaturista del francés Le Monde y fundador de la asociación Cartooning for Peace, también se duele de que las redes sociales hayan marcado el paso, hasta la disculpa que no comprende. “Es tan estúpido como si les pidiéramos a los niños en el Día de la Madre que dejen de hacer dibujos animados para sus madres”, ha rechazado.
A las palabras se han sumado, como era de esperar, las caricaturas en apoyo de los profesionales que se han quedado sin su recuadro en el Times.
“Suma y sigue”
No lo ven igual en Israel y en las organizaciones judías que han puesto el grito en el cielo. Sostienen que se trata de un caso “comparable a la propaganda nazi”, en palabras de Gilad Erdan, ministro de Seguridad Interior y Comunicaciones de Israel, y un ejemplo de la “información sesgada”, las “columnas calumniosas” y las “viñetas antisemitas” que “acumula” el diario neoyorkino, dice Ron Dermer, embajador del país ante EEUU. “Es un suma y sigue”, denuncia.
El hecho de que la publicación del dibujo de António coincidiera en el tiempo con el ataque a una sinagoga en California, que dejó un muerto y tres heridos, caldeó aún más los ánimos. “Seguro que la viñeta no tiene nada que ver con eso”, dijo incluso el polémico hijo mayor de Netanyahu, Yair.
Todos emplean el término “estado judío” para referirse a Israel, tal y como lo autoproclama una ley, lo que suma más confusión a los símbolos usados para la crítica. ¿Es sólo una censura a un gobierno, política, o religiosa, de odio? El debate seguirá, hasta la próxima denuncia de antisemitismo.