La desoladora carta de un catedrático que no deja de compartirse en redes sociales
"Hace años que no recomiendo a ningún alumno para ninguna empresa".
Un catedrático ha publicado una carta dirigida a los alumnos universitarios de grado en LinkedIn y no deja de ser compartida en redes. El profesor se llama Daniel Arias-Aranda y en la actualidad imparte clases en la Universidad de Granada desde hace más de 23 años.
En su alegato, tras resumir su experiencia laboral, asegura que ahora se dedica “más a engañar que a enseñar”, y de esta forma introduce su posición: “Los grupos hoy son de unos 50 alumnos, de los cuales raramente viene a clase más de un 30%. Los que vienen, lo hacen en su mayoría con un portátil y/o un teléfono móvil que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase. Las caras de los estudiantes se esconden tras las pantallas. De hecho, me sé mejor las marcas de sus dispositivos que sus rasgos faciales. Es raro que alguien pregunte, por mucho que se les incite a hacerlo. Quince minutos antes de que acabe la clase ya están recogiendo sus cosas, deseosos de salir”.
Por eso, asevera que cada vez se siente más como “un profesor de instituto de una serie mediocre de los años 80 que como un catedrático”. También denuncia en la carta que, durante las clases, en ocasiones tiene incluso que callarse porque “el rumor generalizado se extiende por el aula” y siente “vergüenza” por tener que callar a universitarios “constantemente”.
Asegura que, incluso, ha tenido que expulsar a estudiantes del aula o separar a gente para que no estén hablando durante toda una clase: “También me he llegado a marchar de clase ante el más absoluto desinterés”.
Dirigiéndose directamente a los alumnos, Arias-Aranda señala esto: “Soy consciente que para vosotros, soy solo un estímulo más que compite con las redes sociales y el vasto imperio de internet. Evidentemente, soy más aburrido que un video de influencers de TikTok″.
En consecuencia, el catedrático explica que, “siguiendo las cambiantes normativas universitarias (siempre peores que las anteriores)”, los profesores han tomado medidas: “El nivel de la asignatura ha bajado. Hacemos parciales tal y como establece la evaluación continua para tratar de aprobar a un mayor número de estudiantes. El nivel de los trabajos y presentaciones de los alumnos no pasaría, en su mayoría, los estándares del teatrillo de Navidad de primaria. Pero eso, para nosotros es más que suficiente para poner un 5”.
Por todas estas razones, el docente asegura que se dedica a “engañar al alumno”, porque viven “en una mentira edulcorada por los propios catedráticos”. Y así, resume en otros nueve puntos “la realidad” de los estudiantes de hoy en día.
“No tienes capacidad de expresión. Tu vocabulario es muy básico y se limita a verbos débiles; Por ello, cuando entregas un trabajo o haces una exposición de un texto que has copiado de Wuolah, El rincón del vago u otros, sé de sobra que no lo has escrito tú; Por supuesto, al exponer en clase, la frase del punto anterior la has leído literalmente de tu móvil, del que no despegas los ojos; No sabes estar. No te dignas a respetar la institución milenaria que te acoge y que se llama universidad; Si tu expresión es limitada, tu escritura lo es más; Jamás hubieras superado esta asignatura hace 10 o 20 años; Tu nivel de lenguas extranjeras es nulo; Las habilidades blandas brillan por su ausencia. ¿Liderazgo, resiliencia, trabajo en grupo? Son básicas para cualquier empleo: Vives anestesiado por las redes sociales”, enumera el maestro.
En la carta asegura, además, que, debido a todo esto que expone, hace años que no recomienda “a ningún alumno para ninguna empresa”. No obstante, y para terminar con un toque de esperanza, asevera que, en cierto modo, los problemas tienen solución.
“No somos todos iguales. Hay estudiantes con vocación e interés eclipsados por la mediocridad imperante. Devolvamos al profesorado universitario las competencias perdidas como autoridad intelectual a la hora de diseñar planes de estudio, modelos de enseñanza y currículum. Reforcemos las capacidades básicas en enseñanzas no universitarias: Enseñar a pensar, a enfrentarse a obstáculos, a expresarse, a tener modales, a leer y escribir bien en español e inglés, a tener tolerancia a la frustración y, sobre todo, a buscar la superación constante. Eliminemos cualquier rastro de gadgets tecnológicos en la enseñanza. Hacer sentir a los chavales orgullosos de quienes son y donde están. Fomentar la curiosidad innata y el respeto. Fomentar la cultura de la competición y la colaboración en todo tipo de enseñanzas. El esfuerzo conlleva recompensa. Saquemos lo mejor de cada individuo. Con 18 años no sabes, salvo que tengas una vocación innata, que es lo que quieres estudiar. Flexibilicemos los primeros años universitarios y de FP”, relata el catedrático.
Y de esta forma tan explícita culmina su alegato: “Querido estudiante, esto es lo que hay (...) La solución está en ti. Si tú cambias, el mundo cambia. Y si no quieres cambiar, no te preocupes, te seguiremos engañando, haciéndote creer que lo estás haciendo muy bien”.