La crisis que desveló que el teletrabajo es una buena idea
Actualmente uno de cada tres empleados trabaja desde casa.
Gonzalo Garrido se levanta cada día a las 7 de la mañana, sale a hacer deporte, se ducha y se dispone a trabajar, pero desde mediados de marzo ya no acude al colegio privado de Torrelodones en el que ejerce como profesor de ciencias. Ahora, los centros escolares están cerrados y su puesto de trabajo está en su propia casa, en el ordenador portátil.
El teletrabajo ha supuesto un cambio de rutinas completo, tanto para él como para sus alumnos, que tienen entre 12 y 18 años y estudian secundaria y bachillerato. “Tenemos clases por videoconferencia a través de Zoom, dos por semana. Veíamos inviable tener las mismas clases que tienes en el colegio, porque no es lo mismo tener seis horas de clase en el colegio que estar seis horas frente a la pantalla”, explica.
Su trabajo se ha visto incrementado porque tiene que preparar materiales extra, fuera del horario lectivo. “No es lo mismo trabajar en clase con una pizarra en la que vas escribiendo que tener que preparar ese material, hacer documentos, presentaciones o grabarnos vídeo para resolver problemas”, señala Garrido.
“Lleva más tiempo. No es lo mismo tener unas notas para ti de algo que vas a explicar, que hacer unos apuntes que vas a colgar en un sitio”, coincide Esther García, profesora de matemáticas de la Universidad Rey Juan Carlos.
Esta docente universitaria también tuvo que aprender muchas dinámicas para el teletrabajo. Subir apuntes, grabar vídeos o hacer clases por videoconferencia forman parte de su rutina. “Hemos tenido que ir adaptándonos sobre la marcha. Si me llegan a decir hace un par de meses que iba a estar grabando vídeos no me lo habría creído”, confiesa.
A la vez tiene que grabar vídeos para sus alumnos, tiene que cuidar de sus dos hijos, de cinco y ocho años, junto a su marido, que también teletrabaja en mantenimiento de edificios. “Tenemos la suerte de que se portan bien. Si ven que la puerta está cerrada, no entran”, dice.
Al igual que Gonzalo, Esther cambió la forma que tenía de impartir las clases en la universidad a la nueva realidad. “Tengo una asignatura, con dos sesiones de dos horas. Uno de los días explico la parte de la teoría y la otra sesión les devuelvo los ejercicios resueltos y la dedico a dudas”, explica.
La virtualidad dificulta la enseñanza, ya que muchas veces no saben si sus alumnos comprenden lo que se explica. “Los deberes se entienden peor cuando los mandas solo por escrito, en vez de hablar y explicar la tarea”, apunta Garrido. ”La mayor incomodidad es explicar sin verles las caras. Parece que estás hablando solo, no sabes si alguien te sigue. Como mucho puedes ver la cara de cuatro personas”, afirma García.
Lo más complicado para su trabajo llega a la hora de evaluar a los alumnos. “Si tienes que hacer un examen aleatorio, tienes que preparar muchos ejercicios de dificultad similar, pero que no sean iguales. No podemos evaluar lo mismo que antes, porque si nos podemos muy duros nos cargamos a todos. Pero no tienes garantías, tenemos la sospecha que se va a copiar, porque tienen el material delante”, señala García.
El teletrabajo, ese gran desconocido
La pandemia del coronavirus ha afectado a la vida de millones de ciudadanos en todo el mundo. El impacto en el mercado laboral es innegable no solo por el aumento desorbitado del desempleo, sino también porque millones de trabajadores se han visto obligados a trabajar desde sus domicilios, como les ha ocurrido a Gonzalo y Esther.
Aunque muchos ciudadanos lo hayan conocido a raíz de la crisis sanitaria, el teletrabajo ya existía desde los años 70, mucho antes de la irrupción del coronavirus. El término lo acuñó el físico estadounidense Jack Nilles durante la crisis del petróleo.
A España llegó un poco más tarde, en los años 90. La opción de trabajar desde casa se reguló por primer vez con la reforma laboral de 2012, en la que se modificó el artículo 13 del Estatuto de Trabajadores. Se consideró al trabajo a distancia como una herramienta fundamental para la conciliación de la vida laboral y familiar.
Aunque España es uno de los países con más móviles del mundo y mayor despliegue de fibra óptica, el teletrabajo apenas estaba extendido. Solo un 7,5% de empleados trabajaban ocasionalmente o más de la mitad de los días en su domicilio particular en 2018, según Eurostat. Una cifra que equivaldría a algo menos de 1,5 millones de personas.
“España era uno de los países europeos que tradicionalmente tenía menos teletrabajo. No llegaba al 8% antes del coronavirus, mientras que en Suecia estaban en torno al 30%”, explica Eva Rimbau, profesora de los Estudios de Economía y Empresa en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Un reciente informe del Banco de España señala que el 30,6% de los españoles podría trabajar desde su casa. “El teletrabajo ya se venía implantando en España a niveles muy reducidos en relación con otros países de nuestro entorno”, coincide Carlos Gutiérrez, secretario de Juventud y Nuevas Realidades de Trabajo del sindicato Comisiones Obreras (CCOO).
Este dirigente sindical apunta a tres razones que explican el desarrollo limitado del teletrabajo en España. “Tiene que ver con la cultura del presentismo que domina la gestión empresarial, con un tejido empresarial dominado por las pequeñas empresas, que tienen más dificultades para realizar inversiones, y porque tenemos un modelo productivo muy basado en servicios, que no pueden teletrabajar”, señala Gutiérrez.
¿Quiénes eran las personas que trabajaban desde casa antes de la pandemia? Se trataba principalmente de los autónomos, en torno al 28% del colectivo, mientras que solo lo hacía el 4% de los asalariados, según una encuesta de Eurostat recogida por Funcas.
Esta modalidad de trabajar no era algo recurrente para los pocos que lo practicaban, sino más bien ocasional. Solo un 4,9% de los trabajadores (952.000 empleados) trabajaron desde sus casas más de la mitad de las jornadas, según la Encuesta de Población Activa de 2019.
“Muchas de las empresas grandes ya tenían prácticas de trabajar un día a la semana desde casa, el viernes por la mañana. Pero ese teletrabajo no exige nada: no requiere ni tecnología, ni maneras de gestionar distintas porque al final esa persona está siempre en la oficina”, afirma Rimbau.
De un 8% al 34% de los trabajadores
La crisis sanitaria lo cambió todo y el estado de alarma obligó a millones de trabajadores a adaptarse a esta nueva realidad del teletrabajo. Actualmente, un 34% de los trabajadores afirma estar en esta modalidad de empleo, según la encuesta realizada por el Instituto Valenciano e Investigaciones Económicas para la Generalitat Valenciana sobre el impacto de la Covid-19.
Los expertos coinciden en que la implantación del teletrabajo de forma masiva y en tan poco tiempo se ha realizado de manera improvisada, ya que nadie estaba preparado. No ha existido planificación, ni regulación, ni los medios necesarios.
“No se ha implementado bien. Tenía que haber habido un proceso. El teletrabajo es un modelo diferente de trabajar. No consiste en tener una tablet y un portátil en casa. Es una manera de trabajar diferente y el trabajador se tiene que formar en esa nueva forma de desarrollar su profesión”, explica Guillermo García, profesor de Derecho en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
Y es que no tiene nada que ver el teletrabajo de un único trabajador en una empresa durante un tiempo concreto que la implantación masiva a todos los trabajadores de algunas empresas que se ha realizado en España.
“Ese teletrabajo de baja intensidad, que se venía haciendo en algunas empresas españolas, no cambia las maneras de gestionar, pero el teletrabajo de alta intensidad necesita una planificación seria para establecer la forma de comunicarse o de evaluar el trabajo. Eso no se ha dado, porque no ha dado tiempo”, apunta Rimbau.
Una de las curiosidades de las medidas adoptadas durante el estado de alarma es que se cambió la modalidad del teletrabajo, que pasó de ser una medida voluntaria, acordada por el trabajador y la empresa, a obligatoria debido a la crisis sanitaria.
“Uno de los derechos que quedó restringido con el estado de alarma era esa voluntariedad del teletrabajo. Siempre ha sido voluntario, pero ahora se debe priorizar siempre que el trabajo de pueda hacer por teletrabajo. Hay una obligación legal. Una vez pase el estado de alarma, lo lógico es que vuelva a su estado original, que es el común acuerdo entre las partes”, apunta García.
“Es una forma de trabajar que tiene ser voluntaria y no puede promover el aislamiento social. El centro de trabajo es un sitio donde nos relacionamos con otras personas”, coincide Gutiérrez.
Ventajas e inconvenientes del teletrabajo
Una de las grandes ventajas de esta modalidad para los trabajadores es que facilita la conciliación de la vida laboral y familiar el no tener que acudir al puesto de trabajo. “El teletrabajo tiene aspectos positivos. Nos permite conciliar,evita ese gran gasto de tiempo que tenemos que invertir los trabajadores ir al puesto de trabajo y, además, tiene un beneficio colectivo, porque si tú no te mueves, no contaminas”, señala Gutiérrez.
También resulta beneficioso para las empresas, ya que tienen un gran ahorro en alquileres y gastos como la luz o la conexión a internet.
Además, muchos trabajadores han mantenido sus puestos de trabajo durante esta crisis económica provocada por la pandemia gracias a la existencia de esta modalidad de trabajo, algo que no hubiera ocurrido en otros momentos de la historia. “Las nuevas tecnologías han permitido mantenar una cierta actividad, ha sido un esfuerzo colectivo de empresas y trabajadores”, afirma García.
“El teletrabajo no es ni bueno, ni malo, depende de cómo se haga. Este teletrabajo tiene cosas buenas porque está salvando empleos, pero no es el teletrabajo que deberíamos mantener en el futuro”, señala Rimbau.
En el lado contrario, muchos trabajadores alegan que las jornadas laborales se alargan más cuando se trabaja desde casa. “A veces es difícil establecer las fronteras claras entre lo que es la vida personal y el tiempo de trabajo. Muchas veces este se acaba alargando y eso provoca problemas de salud para los trabajadores”, afirma Gutiérrez.
De hecho, solo tres de cada 10 trabajadores querría seguir teletrabajando cuando pase la crisis sanitaria, según la encuesta de Funcas, debido a ese alargamiento que se ha producido de la jornada.
“La gente se ha encontrado con todo su trabajo normal, el de siempre o incluso más, en una situación excepcional por el tema del coronavirus, que a mucha gente le ha supuesto sobrecargas”, asegura Rimbau, quien recuerda que muchas familias tienen que trabajar desde casa a la vez que cuidan de sus hijos o de personas dependientes.
No todo el mundo puede teletrabajar
La capacidad para trabajar desde casa no es la misma en todos las actividades económicas, sobre todo, teniendo en cuenta la importancia del turismo en España, un sector que representa el 12% del producto interior bruto (PIB) y el 13% del empleo. “No todos los trabajos son teletrabajables. Un camarero no puede teletrabajar”, recuerda Gutiérrez.
“El problema del teletrabajo es que no es aplicable al 100% de la economía de nuestro país y son muchos los negocios y comercios que se han visto abocados al cierre temporal por no poder teletrabajar”, apunta Luis Pérez, director de relaciones institucionales de Randstad.
Lógicamente los sectores con mayor capacidad para adaptarse a esta nueva modalidad de trabajo son la banca y los servicios empresariales, mientras que es prácticamente imposible en la industria, donde las grandes fábricas de coches han realizado ERTEs, o en la agricultura, que ha mantenido su actividad.
Esa capacidad de adaptación tampoco es homogénea en todos los territorios de España. Madrid, Cataluña y País Vasco son las autonomías con mayores opciones para teletrabajar, con el 28%, 25,1% y 24,5%, respectivamente, según el estudio del Ivie.
Crecimiento en el futuro
Esta nueva forma de trabajar no terminará cuando finalice el estado de alarma, que durará, como mínimo, hasta el 24 de mayo, sino que seguirá siendo una medida extendida. El Gobierno ha prorrogado durante los dos meses siguientes al confinamiento el “carácter preferente” de esta modalidad de empleo.
“Los avances tecnológicos llegan para quedarse por lo que la mayoría de empresas no van a querer desandar lo caminado. El teletrabajo no solo da respuesta a una necesidad organizativa, sino que también es una exigencia de muchos trabajadores, lo cual repercutiría de manera positiva en su desempeño, y por ende, en los resultados de la empresa”, apunta Pérez.
Los expertos coinciden en que se incrementará en el futuro respecto a los niveles que había antes de la crisis, sobre todo en el corto plazo teniendo en cuenta que el coronavirus seguirá presente en nuestra sociedad durante un tiempo.
“Habrá más teletrabajo sin duda, porque las empresas se darán cuenta de que lo que había era mucha desconfianza de que el teletrabajo funcionara. Esa desconfianza ha disminuido, aunque los trabajadores no quieren este teletrabajo”, señala Rimbau.
Aunque todos señalan que sería necesaria una mayor regulación de esta modalidad de trabajo, ya que la actualmente existente es muy escasa y no entra en aspectos concretos.
“Existe una normativa sobre el teletrabajo que lo regula a grandes rasgos, pero los problemas que surgen en el día a día no están resueltos. Hay muchos vacíos legales, respecto a la jornada de trabajo, la capacidad de la empresa para controlar o al coste de las herramientas”, explica García.
El teletrabajo ha venido para quedarse, pero no igual que ahora.