La Constitución tiene 40 años, Franco murió en 1975 y los Reyes Magos son los padres
Cuando algún iluminado confiesa con gesto de estar profundamente convencido y sin el más mínimo pudor que a la Constitución del 78 hay que darle la vuelta como a un calcetín porque él no había nacido, o aún habiendo nacido, porque no había podido votarla, me acuerdo de una anécdota que se da como verídica del Papa Juan XXIII, Roncalli en la vida civil, que era bonachón, pero con un fino sentido del humor adquirido, sin duda, en su trato con los diplomáticos en sus destinos en el extranjero y como Nuncio en Francia.
Un día Su Santidad recibió a unas monjas, de las de antes, las que vestían todas iguales con sus tocas almidonadas, como palomas blancas con las alas desplegadas, posadas en sus cabezas, y sus anchas faldas que hacían frú-frú al caminar. Y él les preguntó solícito que de qué congregación eran: "Somos las hermanas de san José", dijo la que mandaba el grupo. "Pues qué bien se conservan", respondióles el Pontífice con una sonrisa.
La Constitución Española también se conserva bien, lo que no significa que no haya que ajustarla a los tiempos. Una ITV es buena para los coches, las personas y las leyes. Pero no haberla votado... eso es una majadería. Cada generación no hace una Constitución desde cero, y vuelta a empezar, tirando por la borda todo lo andado. Todos los debates, las ideas, los acuerdos, el resultado de tanto esfuerzo, para asomarse irresponsablemente al vacío. La de Estados Unidos lleva vigente 237 años, y hace más de un siglo y medio que debieron morir los últimos americanos coetáneos de la Declaración de Independencia y los lentos trabajos de los Padres Fundadores. No obstante le pasa como a las Hermanas de San José, que se conserva muy bien.
Por supuesto la Constitución de Estados Unidos ha sufrido sucesivas enmiendas, veintisiete, entre 1791 y 1992, aunque esta última se demoró ¡200 años! en ser ratificada desde que se propuso en 1789, que se han ido añadiendo al texto; algunas, incluso, han enmendado a su vez alguna de las anteriores. Analizándolas se ve fácilmente el cambio de los tiempos, cómo ha ido mudando la sociedad norteamericana: la libertad de prensa y de religión, la abolición de la esclavitud, el sufragio racial, el sufragio femenino, limitación de mandatos del Presidente, incapacidad presidencial, la ley seca, y luego, la mojada de nuevo, el voto a los 18 años.... Pero no se ha tocado ninguno de los aspectos relativos a lo fundamental. Nadie se ha atrevido a realizar un trasplante de corazón.
Cuarenta años son un montón. Llevamos sin Franco lo que muchos de nuestros padres llevaron con Franco a cuestas. Hay que ver lo que son las cosas. Cuando murió Franco en 1975 me parecía haberlo soportado toda una eternidad: nacido en 1948 escuché alegre y a la vez temeroso a los 27 años la buena noticia que nos dio un lacrimógeno Arias Navarro por TVE: "Españoles, Franco ha muerto". Él se echó a llorar de pena, y mi padre, siete años en un campo de concentración, también lloró, pero de alegría.
Pues desde ese momento han transcurrido 42 años y dos meses, va a hacer 40 de la Constitución, y no me parece una eternidad. Es decir, frente a la tristeza de una dictadura, la democracia es alegre, y pasa más rápido, se hacen más cosas, hay libertad, se vive mejor, y España ha dejado atrás la oscuridad, los alzamientos y golpes, y se ha empotrado decidida y firmemente en la Europa del Bienestar.
¿Que hay problemas e imperfecciones? Por supuesto. La corrupción, la incompetencia, la deriva partitocrática, la excentricidad, el incumplimiento de aspectos claves de la Constitución, como la igualdad de todos los españoles, y que haber nacido en una tierra o en otra no suponga una diferencia social, política o económica, pensiones dignas, y muchas cosas más.
Teniendo las ideas claras, y actuando con sensatez, nadie tiene argumentos sólidos para no actualizar determinados aspectos de la Ley de Leyes, como convertir el Senado en una verdadera cámara representativa de las regiones, y blindar algunas cuestiones vertebrales del Estado Social proclamado en el artículo I. Pero sin despreciar altivamente, con frivolidad de nuevo rico, todo lo que se ha conseguido. Adanismo, se le llama a eso.
Ahora, desde el extrarradio del arco político, el nacionalismo soberanista y el populismo redentorista, hay una nada inocente, y podría decirse inclusive que perversa, coincidencia de opiniones acerca de que "esta Constitución" no sirve, hay que meterla en el baúl de los recuerdos, o en el pudridero, porque es "una herencia franquista". Todo lo que no sea transigir y tener buen rollito con los separatismos es considerado 'franquista', como si la II República no hubiera sido al menos tan intransigente como los constitucionalistas de ahora con los nacionalistas catalanes y vascos. Como si Alemania no hubiera borrado literalmente del mapa a Prusia, como si el tratado de la Unión no prohibiera la revisión de las fronteras, como si la RFA no tuviera un artículo idéntico al 155, como si el bueno de Abraham Lincoln no le hubiera declarado una guerra a los Estados Confederados del Sur que pretendían seguir con la mano de obra esclava...
Esta Constitución no surgió por generación espontánea; ni es, qué disparate, una herencia del franquismo.
El franquismo se rebeló contra ella el 23 de Febrero de 1981 aunque ya desde antes había 'ruido de sables', como decíamos los periodistas de entonces cuando pulsábamos la opinión cuartelera. El 23F el franquismo huérfano secuestró mediante el felón teniente coronel Tejero a los diputados en el Congreso, con todo el Gobierno. ¿Quiénes destacaron por su gallarda actitud contra los golpistas? Destacaron todos los parlamentarios, que salvaron el honor de la Nación, pero dos de ellos especialmente: el presidente Adolfo Suárez, procedente del franquismo, donde hizo carrera política hasta llegar a ser ministro Secretario General del Movimiento, y el teniente general Gutiérrez Mellado, vicepresidente, uno de los militares leales a Franco infiltrado en la zona republicana. Los dos se enfrentaron con valentía y determinación, cara a cara, a las ametralladoras y a la irracionalidad de los sublevados.
No. Al franquismo después de Franco no le gustaba la Constitución.
Sin embargo cómo se pueden olvidar aquellas masas enfervorizadas que gritaban 'Franco, Franco, Franco' hasta enronquecer. Personas humildes, convencidas hasta el tuétano de los huesos, gentes que creían que vendría el caos y otra guerra española...Tras las lloronas se inició el proceso de aclimatación a la nueva realidad española. La Constitución, en verdad, fue la victoria final de los vencidos sobre los vencedores del 1 de abril de 1939.
Alcaldes hubo, que tras llevar la chaqueta blanca del Movimiento con el cangrejo y la boina roja requeté, se 'asociaron' a un partido político, que era el demonio por excelencia del Régimen, y que encima eran nacionalistas.... También, por supuesto en las vascongadas o en Cataluña donde la maquinaria de la Dictadura la engrasaban decenas de miles de fieles franquistas. Un 'hombre del Movimiento hasta la muerte' – pero hasta la muerte de Franco, como luego se vio- fue el alcalde de Valleseco, Gran Canaria, que pasó del Movimiento Nacional al Partido del País Canario. Suelo repetir esta anécdota. Cuando le pregunté por tamaña incongruencia me respondió entre serio y burletero: "Tristán, ser franquista muerto Franco es del género idiota".
Lo cual me lleva 'mutatis mutandis' a otra derivada. Hay demasiados idiotas que sienten nostalgia por aquello, sin que ese franquismo de la 'mesa camilla' (los que conservan con mimo alguna foto con 'Su Excelencia' en el saloncito del hogar) impregne carácter a esta democracia nuestra más allá de alguna ridiculez, o de algo que debería ser delito, el ensalzamiento del Alzamiento y de los alzados.
El gran peligro no es el franquismo de Franco. Eso no deja de ser una excentricidad de una democracia que a fuer de garantista, generosa y reconciliada, tiene ciertos ingredientes de extravagancia. No. El gran peligro es el tobogán nacionalista, la infectación de la insolidaridad y el racismo interior y exterior, el populismo estupefaciente, charlatán y rencoroso que mira al Caribe en vez de a la gran ilusión de la mayor perfección democrática que es la Europa del Bienestar... es la corrupción, la incompetencia, las listas cerradas que impiden oxigenar al sistema...
Sí. Franco ha muerto; los Reyes Magos son los padres, y unos tramposos, o algo peor, se han comido la hucha de las pensiones. La verdad es que los buenos gobiernos evitan muchos graves problemas. Pero la culpa no la tiene un despiste de Papá Noel, de un ángel de la guarda o de una hada madrina: una parte clave la tienen los ciudadanos porque votan sin emplear ni el cerebro ni el método científico. Buscar un culpable es muy cómodo; pero tiene muchos efectos secundarios si el gran culpable es la imagen reflejada en el espejo.