La batalla se libra en los cuerpos
La cuestión más preocupante es el señalamiento a las mujeres trans como peligrosas, como intrusas y enemigas del feminismo.
Son las corporalidades disidentes las que sufren la violencia directa de la norma. Por mucho que se disfrace de aparente intelectualidad y pertinente debate académico, el señalamiento a las personas trans es sencillamente eso: un señalamiento a sus corporalidades como erráticas, anti-naturales y peligrosas. Con todas las consecuencias que esto comporta.
¿Pero por qué se apunta a las personas trans como erráticas, anti-naturales y peligrosas? Para el esencialismo las corporalidades trans desafían a un binarismo que –de facto– no existe. Se afirma sin pudor que sus cuerpos son un error que hay que corregir, y que, por tanto, los cuerpos de las mujeres “de verdad” son aquellos que cumplen con ciertas características genito-reproductoras: así, el resto de corporalidades no son naturales y, por tanto, no pueden entrar en la categoría binaria que el sistema sexo/género pretende imponernos. Y todas estas tesis se sustentan en una mentira: que el sexo pertenece a la realidad material y que el género es una construcción cuasi metafísica. La bióloga Anne Fausto-Sterling en uno de sus últimos artículos evidencia que “las estructuras de género cambian la función y la estructura biológica. Al mismo tiempo, la estructura y la función biológica afecta al género”. Se hace pues complicado sostener, a la luz de la evidencia científica, que el sexo genito-reproductor es la única realidad material del sistema sexo/género.
Pero sin duda la cuestión más preocupante es el señalamiento a las mujeres trans como peligrosas, como intrusas y enemigas del feminismo, sobre todo, porque las expulsa de los espacios de seguridad feministas, echándolas así directamente a los brazos de la violencia patriarcal. Señalar a las mujeres trans como el enemigo es validar la violencia que el patriarcado ejerce sobre sus corporalidades e identidades. Por esto debemos poner freno a estos intentos de falsear lo evidente, de desdibujar derechos.
Si queremos analizar seriamente la realidad material debemos ser rigurosos y exhaustivos. Lo material es que hay hombres trans con capacidad de gestar y mujeres trans con capacidad de fecundar, por ejemplo. O que existen las personas intersexuales y también las personas no binarias, e incluso que existen personas intersexuales y trans no binarias. El análisis de lo material también pasa por dar soluciones a aquellos hombres trans que necesitan un ginecólogo o que necesitan una baja laboral en el último trimestre de embarazo.
Cuando el esencialismo habla de “realidad material” se comporta exactamente como el androcentrismo: la materia es solo lo que da vueltas en torno a mi circunstancia, la realidad material se compone solamente de aquello que reafirme mi corporalidad. No existen ni siquiera cerebros azules y cerebros rosas, como señalaron Joel y Sterling en 2016 “el cerebro humano se parece más a un mosaico”. Es curioso comprobar cómo se manosea tanto el concepto de “realidad material” usándolo como argumento de autoridad, intentando dibujar una caricatura de lo material que solamente existe en el imaginario del sujeto que se piensa a sí mismo constantemente.
Los intentos de involución hacia posiciones deterministas son una realidad que hay que combatir. El determinismo siempre nos llevó a lo peor como sociedad: a señalar las corporalidades disidentes, a señalar como listas o tontas a las personas en función de “la realidad material” del color de la piel o a afirmar que las mujeres no estaban capacitadas para el pensamiento abstracto porque su cerebro pesa menos. Y siempre con la ciencia como argumento de autoridad, ¿o acaso la realidad material no es que los cerebros de las mujeres pesan menos o que las personas negras tienen la piel negra? ¿Ven el peligro de aducir el argumento de “lo material” para analizar las corporalidades? ¿Ven el peligro de naturalizar la opresión poniendo el cuerpo como excusa?
La tesis que afirma que las mujeres trans borran a todas las mujeres además de injusta es cobarde, porque pone como pantalla a la “teoría queer”, cuando realmente a quien están señalando como el enemigo no es a esa teoría, sino a las corporalidades e identidades de las personas trans. Pero, ¿a qué se refieren cuando hablan de teoría queer? Porque, en cualquier caso deberían hablar de teorías queer en plural, pero entiendo que el dogma siempre necesita construir otro dogma, aunque sea fantasmático, con el que poder enfrentarse y poder así sobrevivir.
No podemos bajar la guardia ni debemos sucumbir a los señalamientos y a los intentos de silenciarnos. Más bien, debemos defender con naturalidad y con rigor las posiciones que dibujan derechos y que no separan a las personas en función de si tienen características corporales normativas o disidentes de la norma. Como señaló con acierto la feminista francesa Hélène Cisoux en La risa de la medusa, “tu cuerpo debe ser escuchado”. Sigamos trabajando sin descanso porque todas las voces de todos los cuerpos puedan ser escuchadas.