La bandera que nunca antes había entrado en el Capitolio
No existe una imagen mejor para definir la insurrección de los trumpistas.
El pasado 6 de enero, la bandera de la esclavocracia, la enseña de los estados que provocaron la Guerra de Secesión, penetró por primera vez donde no llegó jamás en el campo de batalla. No existe una imagen mejor para definir la insurrección de los trumpistas que la de un hombre vestido con chaleco marrón y perilla, portando la bandera confederada en los mismos pasillos de Capitolio donde se aprobó la enmienda número XIII, esa que abolía la esclavitud. Hasta ese día, lo más cerca que una bandera confederada portada por un insurrecto estuvo de la “ciudadela de la libertad” fue 12 kilómetros, y sucedió en julio de 1864. En la foto, a la derecha de la bandera se encuentra el retrato de Charles Sunner, el vehemente abolicionista senador por Massachusetts, pero a la izquierda aparece John C. Calhoun, propietario de esclavos y vicepresidente de los EEUU.
En 1856 Sunner fue atacado por Preston Brooks, un congresista por Mississippi, como reacción al discurso en el que criticaba sin piedad a los propietarios de esclavos, incluyendo al primo de Brooks, Andrew Butler. De la misma forma que el abolicionista español Isidoro de Antillón fue apaleado y dejado por muerto en las Cortes de Cádiz por enfrentarse al esclavismo, Brooks blandió su bastón con pomo dorado y golpeó repetidamente la cabeza de Sunner. Debido a las secuelas, el senador por Massachusetts tardó tres años en volver a sentarse en el Congreso y vivió el resto de sus días con dolores recurrentes y una salud precaria.
Pero esa historia es solo la mitad de la fotografía: a la izquierda, casi cubierta por el paño rojo con cruz diagonal y estrellas representando a cada uno de los estados secesionistas, se encuentra el retrato de John C. Calhoun, vicepresidente de los EEUU dos veces, primero con John Quincy Adams y luego con Andrew Jackson. Calhoun, propietario de esclavos él mismo, escribió en 1837 lo siguiente: “En el estado actual de la civilización, en el que dos razas de origen diferente y que se distinguen por el color y otras diferencias físicas e intelectuales son reunidas, la relación que existe entre ambas en la actualidad en los estados esclavistas no es la de algo malvado, sino la de un bien positivo”. ¿Positivo para quién?, cabe preguntarse.
Esta foto pone el foco en algo que ha sido recurrente tanto durante los años de Trump: la aceptación de un símbolo esclavista y secesionista por parte del partido de Lincoln. El congresista demócrata por Mississippi, Bennie Thompson, declaró que “resulta difícil para Donald Trump y sus partidarios pretender que la raza no importa o que no son racistas cuando el símbolo de la gente que han invitado a entrar (en el Capitolio) es la bandera de combate confederada o la bandera de Trump 2020”. De hecho, Trump siempre se ha negado a admitir que la bandera confederada es un símbolo esclavista, defendiendo que se trata de una fuente de orgullo para la gente del Sur. La bandera confederada ha ondeado con profusión durante los actos de campaña de Trump y tuvo una presencia destacada entre los asaltantes, acompañando a la del trumpismo.
La relación del todavía presidente con la bandera de combate de la Confederación ha sido siempre de apoyo. En julio, Trump criticó duramente que la organización de carreras de coches NASCAR decidiera retirar las enseñas de todos sus eventos. Lo hizo a instancias del único piloto negro de la fórmula, Bubba Wallace, quien siempre ha sido crítico con la actitud de la organización por su tolerancia al emblema racista, y después de que este se encontrara en su garaje una soga con el nudo con el que se ahorcaba a los esclavos.
Probablemente, el hombre que ondeó la bandera confederada mientras saqueaban el Capitolio no sabía que la sede de la democracia en EEUU fue construida por esclavos, según cuenta Jesse Holland, autor de un libro sobre el legado histórico afroamericano. Holland declaró que “el hecho de que esta enseña haya sido empleada como símbolo de insurrección por segunda vez en 200 años me hizo estremecer en lo más hondo”, para después añadir que la revuelta era, en esencia, una reacción al creciente poder político de los afroamericanos y otras minorías.
La bandera que entró en el capitolio es la Beauregard, denominada así por el general que la solicitó, roja y con una cruz en diagonal con las estrellas. Aunque hoy es percibida como la oficial, no lo fue durante los primeros meses de la guerra, ya que el primer diseño eran tres barras rojas y blancas que se confundían en el campo de batalla con la de la Unión. Este diseño sobre fondo rojo fue el emblema de la armada secesionista y de otras facciones antes de ser una de las banderas de la Confederación.
La enseña no fue asociada con la idea que tenemos de los confederados hasta los años 40 y 50, cuando el Partido Demócrata del sur de EEUU, que nominó al racista Thurmond para presidente, luchó con todos sus recursos para que no se desmantelaran las leyes segregacionistas ante las demandas de derechos civiles de los afroamericanos. Por supuesto, también se convirtió en la bandera del Ku Klux Klan. Debido a que el Partido Demócrata la adoptó como su insignia y la desplegaba en sus mítines, hizo que se multiplicara su presencia en sandalias, camisetas y todo tipo de objetos, ofreciendo una imagen romántica de aquel período, espoleada unos años antes por Lo que el viento se llevó, que ofrecía una imagen casi idílica del Sur.
Que el emblema de la Confederación fuera desplegado dentro del Capitolio durante una revuelta que buscaba revertir el resultado de las elecciones presidenciales no hizo sino reforzar la creencia de que para un grupo de americanos la democracia solo vale si responde a los intereses de un supremacismo blanco que escogió creer las mentiras sin base de Trump y las teorías conspiratorias de QAnon a admitir una derrota incontestable en las urnas.