Juan José Millás: "En nuestro pensamiento está eso de que eres culpable de tu propia muerte"
El novelista presenta junto al paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga su segundo libro en común, 'La muerte explicada por un sapiens a un neandertal'.
Pocas personas han disfrutado tanto de explorar su propio envejecimiento como Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga en su último libro La muerte explicada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara), en el que abordan este proceso de vejez hasta el óbito.
Después de un libro dedicado a la vida, el paleoantropólogo y el novelista afrontan este nuevo camino en el que recorren desde hospitales hasta zoológicos tratando de descubrir por qué el ser humano envejece y por qué la muerte se da en algunas especies a los 200 años y en otras en apenas 30 días.
En esta reflexión sobre la vida no faltan las referencias al sexo —con guiño a la Viagra incluido— y a las tecnologías, que tal y como recuerda Arsuaga “como la ciencia, ayudan a facilitar y prolongar la vida”. Eso sí, el ejemplo de que a veces juegan una mala pasada lo tienen ellos mismos.
“He estado una hora que no podía hacer nada, se me ha ido la luz en todo el bloque de casa”, se excusa un apresurado Juan José Millás que llega al hotel Urso a reunirse con El HuffPost. Arsuaga le explica que, dentro de poco, este tipo de problemas tendrán una solución más sencilla a través de un operador robótico por teléfono que “no sabremos que es un robot”.
Después de este incidente matutino y con el debate actual sobre la brecha tecnológica de los mayores, ¿evolucionan los actuales homo sapiens jóvenes dejando atrás a los mayores? ¿Es ese quedarse atrás el camino hacia la muerte?
Arsuaga: La brecha digital se da en la fase de transición, cuando esto esté maduro no. Antes había que saber mucha mecánica para tener un coche, saber cambiar las ruedas y un montón de cosas, ahora ya no hay que hacer nada. Igual pasa con la televisión, le das un botón del mando y no tienes que saber nada. Yo empecé con los ordenadores, el primero que hubo en mi facultad lo tuve yo y aprendí lenguaje Fortran, sé programar y yo programaba. Cuando la tecnología esté muy madura ya no necesitas saber nada. Otro ejemplo es la traducción simultánea, ahora mismo es sumamente complicado, hay un programa que es Google Translator, cuando esté maduro yo estaré hablando al móvil y se estará escuchando en japonés, cuando la tecnología madura, se abre a todo el mundo. Solamente en los inicios hay que tener un conocimiento extra, como yo en mis inicios que tenía que saber programar.
Millás: Igualmente, seguirá habiendo una brecha digital entre pobres y ricos. Cuando me ha pasado este accidente que me tenía totalmente inapacitado: no me podía duchar, no me podía preparar el desayuno, no me funcionaba el microondas ni la cocina que es de inducción, con toda la casa paralizada, me he acordado de la Cañada Real. A 14 kilómetros de la Puerta del Sol, en una de las ciudades más importantes de Europa, llevan dos años sin luz y no ha habido institución que haya sido capaz de ponerle solución. Es decir, la brecha digital será entre pobres y ricos, cada vez hay más pobres y la riqueza se acumula más en unas pocas manos. Los pobres, además serán más pobres, a nosotros nos resulta impensable vivir una hora de nuestra vida sin luz.
A mí se me venía todo abajo, absolutamente todo, tenía que enviar un artículo a un periódico y me acordé que podía conectar el wifi del móvil. Pero mira la de recursos que tengo yo, tengo internet directo, tengo el móvil que puedo activar el wifi… Esto va a ser un mundo cada vez más complicado porque la tecnología va a estar cada vez más preparada para el usuario final, que también eso es discutible, yo me he comprado un horno hace poco y no tengo las instrucciones. Pero cuanto más preparada esté, mayor será la brecha porque será más evidente la diferencia.
¿Sois el ejemplo de que las ciencias y las letras no son incompatibles?
Arsuaga: Claro, porque sin las ciencias, ¿qué son las humanidades? La ciencia es producto de las humanidades, es fruto del esfuerzo de los seres humanos por comprender y entender el mundo y darle una explicación. No hay nada de más humanidades que las ciencias. Ha habido en España históricamente una separación entre ciencias y letras, nuestro país es muy retórico y esta separación es mayor que en el mundo anglosajón. Eso se refleja en que en España no ha habido ensayo prácticamente, ahora igual un poco más. Cuando se habla de literatura, automáticamente se piensa en ficción, no se piensa en que Ortega y Gasset sea literatura, o Platón. No digamos Darwin. El origen de las especies es uno de los libros más leídos de la historia de la humanidad y a nadie se le ocurre ponerlo en una lista de los libros más importantes de la historia, donde están la Biblia o El Quijote. Se ha vendido más El origen de las especies que Moby Dick, no es que eso sea el indicador pero por poner un ejemplo.
En España es más acusado este divorcio porque no hemos tenido mucho ensayo ni filosofía tampoco. Se reducen a Ortega y Gasset y Unamuno. En el mundo del ensayo hemos tenido a pocos científicos, se reducen a Ramón y Cajal o a Gregorio Marañón, que es un ejemplo de esta mezcla de ciencias y humanidades, pero hemos tenido muchísimos historiadores, que no hacían ficción y la historia es una ciencia. Esta separación empieza a desaparecer, también en los medios de comunicación, antes apenas había noticias de ciencia. Un periódico es una buena imagen de lo que tiene que ser esta relación, porque en la portada tienes todo: deportes, con el resultado del partido del Paris Saint-Germain, política, la dimisión de quién sea, y ciencia, salud y la sequía, ahora empieza a incorporarse.
Millás: Creo que hay un momento histórico desgraciado en el que las humanidades y las ciencias se separan. A nivel individual lo ha vivido mucha gente, yo en un momento tuve que elegir entre ciencias o letras, a partir de ahí solo me dediqué a las humanidades.
A partir de ahí me di cuenta de la amputación que significaba no tener ni idea de ciencias y haber vivido absolutamente de espaldas al discurso científico, empecé a leer por mi cuenta literatura científica, pero entendía un porcentaje muy bajo de lo que leía porque me faltaba base, formación. Pero seguí leyendo porque la buena literatura científica tiene la virtud de que se puede mirar desde una lectura literaria. El origen de las especies o La interpretación de los sueños de Freud pasan a la historia de la literatura, no solo de la ciencia. La Biblia no fue escrita con vocación literaria y ha pasado a la historia como uno de los libros más importantes de la literatura.
El encuentro con Arsuaga tenía mucho que ver con esta demanda, de encontrémonos las humanidades con las ciencias. Los dos libros que hemos escrito juntos tienen esa carga simbólica del regreso a lo que nunca tendría que haberse separado porque durante muchos siglos vivieron juntos.
Empezáis el libro con una escena de una cena en la que Juan Luis calcula cuándo va a morir su compañero y por qué causa, ¿vivimos de espalda a que vamos a morir todos? ¿es inteligente vivir de espaldas a la muerte?
Arsuaga: Sobre eso se ha escrito muchísimo, en muchos sentidos, además. Afortunadamente no vivimos pensando todo el día en la muerte porque esta partida está perdida, no la va a ganar nadie. Este partido no lo vamos a ganar. Pero podemos hacer muchas cosas mientras tanto. En ese tiempo hay distintas filosofías, además está la ciencia, que procura hacer la vida lo más larga posible con mayor calidad, es a lo que tenemos que aspirar todos. Ya en términos más filosóficos, ante el hecho de que nos vamos a morir hay distintas posturas: la terriblemente religiosa, de ‘arrepentíos’, que es lo que dice el Evangelio de que “no sabes ni el día ni la hora” y la muerte entra como un ladrón en tu casa pillándote desprevenido, es decir, tienes que llevar una vida moral ejemplar para estar preparado en cualquier momento para el juicio.
Luego la otra actitud es la de hacer de nuestra vida un producto con la mayor calidad posible, estar preparado para morir en el sentido de que si tienes un momento de reflexión pienses si has aprovechado tu vida o si has hecho, por ejemplo, una contribución a la humanidad, que no has despilfarrado tu vida. Unos y otros reflexionan sobre este hecho, de una u otra forma, lo que tienen que hacer.
Ese carpe diem, que también mencionáis en el libro.
Arsuaga: Claro, disfruta el dia, pero no seas egoísta. Séneca, ese paisano nuestro, escribía que no la vida no era ni larga ni corta, sino que en los años que dura puedes hacer mucho o poco. El número de vueltas que da la Tierra alrededor del Sol es irrelevante. Puede ser muy poco, aunque hayas vivido muchos años.
Millás: Creo que efectivamente, la muerte está desterrada de la existencia. Es decir, vivimos de espaldas a la muerte, no digo que haya que estar todo el día pensando en ella, pero que la hemos eliminado de nuestra vida cotidiana cuando esta se da. Recuerdo, por ejemplo, cuando era joven era normal que cuando pasaba un coche de muertos, la gente se paraba, quienes creían se santiguaban y quienes llevaban sombrero se lo quitaban en señal de respeto. Tú ahora puedes ir por la M-30 al lado de un coche que lleva un cadáver y no te enteras porque se disimula. Nadie muere en casa, se han inventado los tanatorios. Hice un reportaje del tanatorio de la M-30 y contaban los de la recepción que no era raro que fueran viajeros confundiéndola con la entrada de un hotel que estaba cerca. En cierto modo, los muertos son viajeros. Pero quiero decir que todo está para disimular la muerte.
Hay otro hecho curioso, que no es raro que cuando alguien se ha muerto preguntemos ¿fumaba? ¿bebía? Porque en nuestro pensamiento está eso de “algo habrá hecho” como si fueras el culpable de tu muerte. Hay poco pensamiento sobre esto porque la muerte no está presente, se ha ido. Antes se moría alguien en una casa y los niños estaban por ahí dando vueltas al lado del muerto. Ahora se muere el abuelo y no, no lleves al niño al tanatorio hasta que no tenga uso de razón a los 40 años, no se le puede decir que existe la muerte. Hay otro aspecto que ha comentado Arsuaga, que me ha sorprendido mucho esto de procurar no derrochar la vida, me preguntaría qué es una vida desperdiciada porque los modelos de éxito son desastrosos. Si la gente tuviera a Arsuaga como modelo, no, pero tienen como modelo a Georgina la mujer de Ronaldo (risas). Esto de desperdiciar la vida cuando la vida no tiene sentido pues no sabría muy bien en qué consistiría. Si dices que alguien no ha aprovechado la vida, es porque alguien lo ha hecho, estás haciendo un valor.
¿Una señora de la limpieza que ha pasado toda su vida a haciendo habitaciones de un hotel como este ha desperdiciado su vida? Es una cuestión con un punto de vista muy cristiano que me invita a la reflexión.
¿Pensáis mucho en vuestra propia muerte?
Arsuaga: Sí, lo normal. Pienso en la muerte, en este libro en particular, de una forma biológica. A los científicos nos interesan cosas que para los demás son tragedias. Los volcanes, los terremotos, las sequías, las enfermedades… La muerte es un fenómeno difícil de entender. A partir de una sola célula, que es el cigoto, el organismo se desarrolla mediante la multiplicación celular, crear órganos, tejidos, sistemas y los mantiene hasta cierto tiempo… ¿Por qué no lo mantiene? Lo hace hasta que llegamos a viejos. El sistema es capaz de crear el cuerpo de una ballena azul a partir de una célula, y la mantiene durante años ¿Por qué sucede? ¿Por qué ese cuerpo que funcionaba tan bien deja de hacerlo? Tiene recursos, es fácil repararlo comparado con el desarrollo. Es una muy buena pregunta de la ciencia.
Millás: Yo sí pienso mucho en la muerte, ayer justo se murió un periodista de mi generación que era Martí Gómez, que fue un tipo muy importante. Pero yo de joven fui muy atormentado, leía mucha poesía desgarradora, he coqueteado mucho con ella, en el sentido de tenerla presente como algo trágico o desgarrador. A mí lo que me da miedo no es la muerte, es la posibilidad de un deterioro físico, que no lo soportaría o un tránsito si es doloroso, aunque en la actualidad hay sistemas de sedación que te pueden evitar sufrimiento a menos que caigas a manos de un médico del Opus Dei.
Entonces sigo pensando en la muerte de una frecuencia mayor que la mayoría, pero ya no con el desgarro de la juventud. No sé quién decía que la muerte en la juventud no existe, en la adolescencia se convierte en algo tormentoso, en la madurez en algo que va ocurriendo y llega un punto que es el mío, que se convierte en una cuestión burocrática, que tienes que resolver. Luego me acuerdo siempre de la novela de Tólstoi de La muerte de Iván Ilich que termina cuando da el paso a la muerte con una frase del moribundo que es “Ah, era eso” que interpreto como que ve el final y dice “ah, qué tontería, era eso”. Si pudiéramos hacer ese tránsito a la muerte sin dolor probablemente diríamos “vaya tontería”.
¿Por qué nos obsesiona tanto la inmortalidad? ¿Es coherente alargar la vida sin una calidad plena?
Arsuaga: Por supuesto que no. Se habla de prolongar la vida con buenas condiciones y para ello hay que conocer los procesos de envejecimiento. En estos casos, la ciencia lo que hace es eso, aplicar unos conocimientos, la ignorancia no te permite aplicar nada. Por eso en el libro se hablan de estas causas del envejecimiento sean malos hábitos, sea el estrés oxidativo a nivel celular o los metamiloides en el alzheimer. Cuando conozcamos estos términos, es cuando hablamos de prolongar la vida dentro de lo posible.
Preocuparse por la inmortalidad está muy bien, o no, por sí misma no va a ninguna parte salvo a un punto científico. El terremoto de Lisboa en 1755 dio lugar a cantidad de preocupaciones filosóficas y de otra índole, pero al final lo que importa es el movimiento de placas tectónicas de la litosfera terrestre. Este tipo de reflexiones filosóficas están muy bien, pero como científico digo que el cuerpo se deteriora y hay que buscar su origen, a nivel celular, del organismo, a nivel de regulación, lo que sea. El principio de todo es la curiosidad, el envejecimiento y la muerte es un tema muy interesante para los científicos. Se investiga por curiosidad, por saber simplemente.
Luego ese conocimiento tiene una aplicación práctica, pero no es en esencia diferente de lo que nos ha llevado a construir un coche. Lo que hay que investigar son las causas, mientras tanto filosofamos, pero nos centramos en intentar averiguar por qué. Para saber esto, se parte de la pregunta de por qué una tortuga gigante puede vivir 200 años y un ratón 3. Ahí está parte de la respuesta.
Millás: Con respecto a eso, hemos adaptado nuestra cabeza a esos planteamientos. Porque te dicen este tejo o este olivo tiene 1.000 años, pero te dicen esta mosca tiene 900 años y me parecería horroroso, ¿por qué? Hay una cuestión intuitiva que ya se daba en la historia que los animales pequeños viven menos que los grandes. Me parecería un atentado contra lo natural que una mosca del vinagre, que vive en cautividad 30 días, viviera 200 años. Le decía a un amigo, imagínate que le regalas a tu nieto un hámster y que lo disfrutan sus hijos porque le sobreviva, no te lo imaginas.
También es cierto que, como comentáis en el libro, en la naturaleza no existe esa vejez, solo plenitud o muerte.
Arsuaga: No tanto. En las generaciones, cada cohorte, tiene un tamaño, las poblaciones tienen forma de pirámide: muchos niños, pocos centenarios. De cada generación pueden salir, por ejemplo, un millón de personas como si fuera una carrera, hasta el siglo XIX de esas personas 400.000 no llegaban a los 5 años, había una mortalidad infantil muy importante. Es una carrera de obstáculos, las generaciones son cada vez menos numerosas. Lo que pasa es que si en lugar de ponernos obstáculos evitáramos cualquier causa de muerte externa, a los caballos o al animal que sea, ¿qué sucedería? En algunas especies, vivirían eternamente, y en otras aparecerían los signos del envejecimiento que es lo que aparece en tres tipos de especies: los seres humanos, las mascotas y los animales del zoo.
Todos ellos han vivido más de lo que habrían vivido en la naturaleza y aparecen enfermedades que tampoco habrían aparecido en un entorno natural porque caen en los obstáculos. Nadie se puede imaginar un lobo cojo viejo que no puede perseguir a su presa, o que no puede correr. Un lince que no ve porque tiene cataratas y no puede cazar a un conejo, sería impensable. No viven los suficiente como para que se desarrollen estas enfermedades.
Millás: Este fue uno de los hallazgos que más me ha impactado de esta aventura. El día que Arsuaga me dijo en la naturaleza hay plenitud o muerte no hay vejez. Solemos antropomorfizar todo, pensamos que en la naturaleza hay vejez, también por los animalitos de Disney que se hacen mayores y tal. De repente esa idea te llevaba a la reflexión de que la vejez era un producto cultural más me hizo reflexionar. Mira que hemos inventado cosas raras, ¡hemos inventado el avión! Pero, ¿la vejez?
A lo largo de las páginas observáis y afrontáis la vejez, e incluso os sometéis a exámenes médicos. ¿Cómo ha sido esa experiencia? ¿Qué habéis descubierto de vosotros mismos?
Arsuaga: Es una búsqueda, haciendo estos análisis aprendemos cosas y luego lo contamos. Cuando nos hacemos un análisis de sangre es para contarlo en el contexto de un libro para ver cómo se deteriora el sistema o no se deteriora, para aprender cómo funciona el cuerpo. Ese era un poco el objetivo científico que teníamos puesto en el libro también.
Millás: Grosso modo, había que medir unos estándares. La vejez, a menos que tengas un deterioro muy grande, que ni Arsuaga —que todavía no ha llegado a la vejez— ni yo tenemos, es muy frecuente que alguien que socialmente se percibe como viejo, internamente no lo perciba. A mí me pasa mucho que yo digo que estoy bien. Me he levantado, me he duchado, he enviado un artículo, he venido corriendo aquí, hago una entrevista, si no estuviera aquí estaría dando un paseo por el parque que todos los días hago. Hay una contradicción entre lo que ven los demás y cómo te percibes tú, a menos que seas un viejo achacoso. Pasan cosas, yo no puedo subir tres pisos como cuando tenía 20 años, pero no lo percibes como una carencia porque te has ido adaptando a tus posibilidades poco a poco porque no es que un día te levantes y seas viejo y que además no es lineal, porque un día te sientes más joven, te vas adaptando.
Arsuaga: Por ejemplo, has dicho que has venido corriendo y no has venido corriendo, has venido en coche. Sí te sentirías viejo si hubieras tenido que venir corriendo. Nuestro entorno y nuestras facilidades de vida hacen que no lo percibamos. Un lince con cataratas en un zoológico se encuentra bien, pero nosotros no nos tenemos que tener a prueba, porque no nos sentimos viejos.
Millás: Y porque cuando nos tenemos que poner a prueba nos hemos adaptado a nuestras limitaciones. En el proceso del envejecimiento vas notando cosas y dejas de hacer cosas como forma de adaptación. Estas visitas al médico sirven para ver que hay unos estándares, que a una edad tienes que estar de determinada manera y es interesante de saber.
Arsuaga: En la naturaleza los animales están a prueba constantemente y perciben esa vejez, tienen que cazar, subir a coger un fruto y no pueden, notan ese desgaste. Si nosotros no tuviéramos la comida en casa y tuviéramos que ir corriendo al trabajo no nos sentiríamos tan jóvenes, no aguantaríamos una semana. Afortunadamente, nuestra calidad de vida a edades avanzadas depende de la tecnología, gracias a eso nos sentimos jóvenes. Las gafas, las lentillas… Si no no veríamos nada. Tengo amigos que hacen ochomiles y están operados de cataratas y de las dos caderas. Ahora están en el monte McKinley, si no fuese por esos avances estarían en su casa con un andador y ciegos.
En el libro van a Faunia y acaban hablando de la Viagra. También a lo largo de las páginas habláis en varias ocasiones de la relación sexo muerte, ¿por qué hay un vínculo entre estos dos conceptos?
Arsuaga: Hay una parte más científica en este tema y es que el motivo por el que aparece la vejez a ciertas edades tiene que ver con la contribución de una generación a la siguiente. Por lo que desapareces del radar de la selección natural es porque tu generación se va reduciendo y ya no es relevante en términos de genética de ahí que no se puedan eliminar efermedades porque no aportas nada. En todo eso hay un componente genético, en la vejez y la muerte, hay un componente genético y la única forma de transmitir los genes es teniendo sexo.
En segundo lugar, la fertilidad decae en la naturaleza a cierta edad, en los seres humanos hay un fenómeno muy interesante que es la menopausia que le dedicamos un capítulo, pero en el resto de especies no existe. En las demás hay una pérdida de fertilidad en ambos sexos que se produce exactamente igual que la capacidad respiratoria, es un sistema del cuerpo. En mi época, en el colegio, un profesor nos decía que no se explicaba con la censura el aparato genital, lo reducían al urinario.
Ramón y Cajal en El mundo visto con 80 años, que había un médico que creía que la forma de rejuvenecer era con las hormonas sexuales. Si te inyectaban hormonas ibas a estar siempre joven. No se conocían las hormonas todavía y hablaban de transplante de testículos. Hay un efecto biológico en vejez, fertilidad y capacidad de procrear. Se identifica eso con juventud y la pérdida con la vejez.
Millás: Los franceses llaman a los orgasmos la petite mort y que hay orgasmos en los que uno acaba como si hubiera muerto y resucitado. También cuando muere un viejo muy importante, un político y demás, lo que se dice es que se murió follando. Había tomado Viagra, hizo un esfuerzo y le dio un infarto. Por algo circula, porque están asociados sexo y muerte. El sexo es una manifestación de la vida y, por otro lado, está asociado de manera oscura a la muerte.
Dada la situación política actual con la crisis del PP, es la lucha de poder algo intrínseco al ser humano, ¿sería Génova 13 un lugar en el que demostrar la teoría de la selección natural?
Arsuaga: Los españoles somos muy solemnes, esto en Italia pasa todas las semanas.
Millás: Mi conclusión es que tenemos un cadáver político que es Casado.