Juan Claudio de Ramón: "La izquierda ha tendido a disculpar al independentismo"
Entrevista al diplomático y autor de 'Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña'.
"El problema sólo se puede conllevar", "el origen está en la sentencia del Estatut", "Cataluña tiene derecho a decidir", "el PP es una fábrica de independentistas", "hay que seducir a los catalanes", "el federalismo es la solución", "el Estado autonómico ya es asimétrico", "hay que blindar las competencias identitarias"...
La cuestión catalana ha institucionalizado casi expresiones de uno y otro lado sobre lo que está pasando, con sus verdades y mentiras. Todo ello ha llevado a Juan Claudio de Ramón, diplomático y primer secretario en la embajada de España en Italia, a escribir Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña, un breviario de tópicos, recetas fallidas e ideas que no funcionan para resolver la crisis catalana. Y así reflexiona sobre estos trémulos días en España y Cataluña.
¿Cuáles son las principales tópicos sobre el procés que son falsos o hay que desmontar?
El principal mito tiene que ver con sus causas. Se hace reposar la responsabilidad de su inicio en un agente exterior, ya sea la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, la supuesta actitud intransigente de los gobiernos centrales, o cualquier otro pretexto. Pero el procés no surge como una reacción a ningún agravio externo, sino que es la consecuencia del propio funcionamiento del sistema político-mediático catalán, que es esencialmente victimista y fabrica independentistas de forma endógena con independencia de lo bien o mal que lo hagan los gobiernos centrales.
¿Han ganado la batalla del relato los independentistas?
La batalla sigue librándose, con lo que todavía no la han ganado. Pero sí tienen ventaja. Y la razón es que desde el resto de España estamos siempre demasiado tentados de darles la razón, de asumir que hay un fondo de verdad en las reclamaciones del independentismo. Evidentemente, si uno quiere ganar una discusión -lograr que su relato prevalezca- debe arriesgarse a decirle a la otra parte que se está equivocando. Es lo que, espero educadamente, intento hacer en el libro.
¿Por qué lo ha escrito?
Estaba cansado de escuchar y leer una y otra vez las mismas frases hechas para hablar del conflicto catalán. Pensé que había que auscultar esas palabras, para ver si estaban huecas o no. Lo he escrito sobre todo pensando en el habla de periodistas y políticos. Es un ruego que les dirijo para que nos dispensen de seguir usando un lenguaje que nos hace dar vueltas a la noria sin movernos nunca del sitio. Es hora de pensar el problema con otros enfoques y otras palabras.
¿Han tardado demasiado los unionistas en contrarrestar el discurso independentista?
No, hemos tardado demasiado tiempo el resto de españoles en acudir en su ayuda. En Cataluña hay personas que llevan décadas luchando contra la posverdad del independentismo. Pero se les ignoraba o se les escarnecía. Y duele decir que quien más les ha dado la espalda ha sido la izquierda, que ha tendido sistemáticamente a disculpar al independentismo.
¿Hay solución para el conflicto catalán?
No la hay mientras este se defina como el problema de cómo dar contento al independentismo catalán, de cómo constitucionalizarlo, por así decir. Eso nunca pasará y por el camino perderemos el Estado y seguramente también la cordura. Yo propongo plantear el problema así: ¿cómo tenemos que diseñar España y qué cambios son necesarios en nuestra cultura política para que nuevas generaciones de catalanes y vascos no se socialicen por defecto en el independentismo? Bien, ese problema sí tiene soluciones. Una parte de la solución es reformista. Hacer reformas para todo el país, y no para un parte. Que hagan el Estado aún más pluralista, aunque no necesariamente más descentralizado. Pero otra parte de la solución es retórica: sencillamente tenemos que desacreditar el discurso independentista como un discurso peor, basado en la mentira y el antagonismo étnico, en lugar de glamourizarlo, que es lo que tontamente hemos hecho hasta ahora. Si los catalanes ven que el independentismo es un discurso sin prestigio, dejarán de comprarlo.
¿Han faltado voces sólidas contra el independentismo? ¿A su juicio quiénes han desmontado mejor las tesis independentistas?
No han faltado voces, es solo que no hemos querido escucharlas. Creo que la experiencia democrática española, que ha tenido que enfrentarse dialécticamente a los nacionalismos vasco y catalán, ha producido una solidísima tradición intelectual antinacionalista. Maîtres-à-penser de primer nivel no nos faltan: ha sido un lujo durante años educarse leyendo a ilustrados como Fernando Savater, Félix Ovejero, Arcadi Espada, Félix de Azúa o Jose María Ruiz-Soroa, por citar algunos. Pero esta élite intelectual no ha tenido el papel prescriptor de masas que hubiera merecido porque en el mismo momento en que tomaban la pluma para criticar al separatismo la izquierda les acusaba de "derechizarse". Y el poder prescriptor, el poder para generar marcos, lo tiene la izquierda, que es quien decide qué ideas están a la moda y cuáles no.
¿Ha fomentado la actitud de los independentistas el surgimiento de la extrema derecha de Vox?
Claro. Quien no lo quiera ver, se engaña. Las élites del Estado central no entienden que con concesiones cada vez más delicadas al independentismo, no solo no lo contentan, sino que generan descontento en otros muchos españoles cuyas preferencias se ignoran. Yo soy federalista a carta cabal, pero no se puede hacer política en España despreciando el creciente número de españoles con preferencias centralistas. Todos los días hay españoles que leen en los periódicos expresiones y conductas de líderes independentistas que sienten como un insulto. En la mayoría de casos esas expresiones y esos insultos no reciben sanción social, como si la hispanofobia estuviera tolerada. Todo eso es levadura para el discurso de Vox, que propone un nacionalismo español identitario que yo no comparto, y espero no volver a ver nunca imponerse, pero donde es fácil ver, en el tono, el carácter reactivo, como de animal herido.
Usted es diplomático, ¿qué le preguntan los extranjeros? ¿La cuestión catalana ha perjudicado la imagen de España?
Por lo general, cada país vive absorto en su propia actualidad. No hay que pensar que se habla de España constantemente fuera. Sí que ha habido picos de interés, motivados por el procés. Y durante esos momentos, cierta opinión pública extranjera se politizaba, a favor o en contra. El apoyo al independentismo, cuando se daba, denotaba un grave desconocimiento de la realidad catalana y española. Triunfaba la propaganda y las fake news. Ahora bien, ningún corresponsal, ningún periodista extranjero, dice una tontería sobre España si no es porque se la ha escuchado antes a un periodista o intelectual español. Cuando los medios en el extranjero divulgan falsedades sobre España, solo están repitiendo falsedades de fabricación doméstica. Yo diría, por lo demás, que el impacto negativo ha sido superficial y que España sigue teniendo una buena imagen global.
¿Cree que algún día habrá un referéndum en Cataluña?
No se puede descartar, pero espero que no y mientras me pregunten no me cansaré de explicar que es una pésima idea. Por razones de principio -la ciudadanía democrática no se puede someter a votación, hacerlo es radicalmente antidemocrático-. Y también por razones prácticas: en un referéndum todos nos comportamos como energúmenos. Es un instrumento que puede servir para ratificar acuerdos, pero nunca para tomar decisiones, y menos si son complejas y trascendentales como la secesión de un país democrático.