Jóvenes que quieren llegar muy arriba
Marina Caballero me contó, cuando quedé con ella para entrevistarla, que esa misma mañana había estado en Pamplona. Fue desde Reus a Lleida y de Lleida a Pamplona –y volvió- en una Diamond DA20-100 Katana. La pilotaba ella, sin ningún instructor que le acompañase. Aún no tenía el carné de conducir turismos y ya acumula más de 70 horas de vuelo. Y eso que solo está en segundo curso del grado universitario de Piloto de Aviación Comercial y Operaciones Aéreas en el Centro de Estudios Superiores de la Aviación (CESDA) de Reus.
Esta bilbaína de 20 años no sabe exactamente por qué, pero desde siempre ha sentido curiosidad y pasión por los aviones. "De pequeña viajaba con mi familia y, en cada aeropuerto, me quedaba embobada mirándolos. De mayor, iba al aeropuerto de Bilbao con mis amigos para verlos despegar y aterrizar. Ahí fue cuando empecé a planteármelo en serio", me explica. Aunque la decisión de estudiar para ser piloto la tomó tras un vuelo a Bucarest: "Pilotaba una chica y antes de bajarnos me dejó echar un vistazo a la cabina y pensé '¡Quiero ser como ella!'. Dudo mucho que aquella mujer sepa que ese gesto de dejarme ver la cabina fue decisivo para encaminar mi carrera profesional."
En la misma escuela estudia Pau Sarrà, de El Catllar (Tarragona), quien me explica que las ganas de ser piloto le vinieron por un regalo que le hizo su tío: "Volvió de un viaje y me trajo una maqueta de un avión de Iberia y supe que eso es lo que quería." "No me planteé ni qué tenía que estudiar ni cómo sería mi futuro profesional, simplemente quería llevar los mandos y en ello estoy", añade.
Unai Pérez, de 20 años, llegó a Reus desde San Sebastián. Dice que nunca ha sido "un freak de los aviones ni de la aviación", sin embargo, decidió ser piloto. ¿El motivo? Algo realmente entrañable: "He vivido experiencias muy buenas en un avión o para vivirlas he tenido que coger uno, y me animé a pilotar porque quiero ser partícipe, en cierta manera, de la felicidad que le pueda generar esto a los demás".
Ni miedo, ni nervios
En esta escuela, los estudiantes empiezan a volar sin instructor a principios del segundo curso. Solo un año después de verse sentados en un aula, avergonzados y expectantes en su primer día de clase, estos chicos y chicas de 19 años tienen entre sus manos los mandos de avionetas que sobrevuelan Reus.
No les da miedo. No sienten nervios. Solo tienen muchas ganas, ilusión y buenos conocimientos para manejar una aeronave. "Es como cuando conduces el coche. Sabes cómo funciona y cómo responde la máquina, y solo hay que usarla. No piensas que vaya a pasar nada por el hecho de conducir con normalidad, ¿no?", me plantean.
"Vuelas por encima de todo y vas viendo el terreno y el paisaje. Sientes toda la libertad de movimiento". Así me explica Pau su experiencia pilotando. Algo parecido a lo que vive Arnau Paris, de Esparraguera (Barcelona), quien también cursa tercero: "Me siento como un observador de lo que pasa. Soy un espectador de la vida de los otros". "Es pura felicidad".
Armand Baucells, de Vic (Barcelona), asegura que siempre ha disfrutado "a pesar de la tensión del primer día por no conocer nada". Aun así, "cuando se coge confianza y seguridad, se disfruta más aún", añade. En cambio, Marina –de segundo curso- todavía no es consciente de lo que hace: "Voy al hangar, vuelo, bajo y pienso: ¡He volado sola!" "Me cuesta asimilarlo, porque ¡es flipante!", celebra.
Pasión y convicción
Estos jóvenes con altas aspiraciones no estudian por vocación, sino por pasión. Es un sentimiento mayor y lo demuestran cada vez que hablan de las asignaturas que cursan, del sector de la aviación, del futuro laboral que les espera... A diferencia de muchos aprendices de otras profesiones, ellos se muestran muy optimistas.
Es conocido que las condiciones laborales de los pilotos dejan mucho que desear. En algunos casos deben ser autónomos, pagar por procesos de selección o estar contratados por empresas intermediarias que se quedan parte su sueldo. Pero, aun así, estos futuros pilotos ven claro que "las compañías están mejorando estas condiciones para ser más competentes, si no, los pilotos se van a otras empresas", me explican.
Marina tampoco ve inconvenientes en que sea una profesión en la que mayoritariamente ejercen hombres. "En mi clase somos tres chicas de diecisiete. Es poco, pero cada vez somos más. Y la cifra irá incrementando". Según ISWAP (Sociedad Internacional de Mujeres Pilotos de Líneas Aéreas), esta profesión es de las que tiene más desigualdad de género. En el mundo hay 130.000 pilotos y solo 4.000 son mujeres. En España, según datos del sindicato SEPLA, hay 6.000 pilotos y solo unas 200 son mujeres.
No todo será pilotar
Marina estudia para llevar aviones, aunque no descarta decantarse por ser controladora aérea. Sabe que cursar un grado universitario es diferente a obtener la licencia, ya que "además de piloto existen otras salidas profesionales como, por ejemplo, administración y gestión o controladora aérea". "O, incluso, se puede hacer un máster", concluye.
Sin embargo, su compañero Arnau está convencido de que quiere pilotar. Sabe que acabará llevando pasajeros en una compañía de vuelos comerciales, aunque su afán aventurero no le hace conformista: "Me encantaría hacer safaris aéreos en avioneta por África, pero ese trabajo no permite ganar un buen sueldo y durante un tiempo tendré que recuperar la inversión de los estudios".
A Pau Sarrà le encantaría ser comandante en una gran compañía, pero no le importaría dedicarse a la instrucción. Según parece, ahora es un buen momento porque "muchos profesores se están yendo a las compañías y éstas necesitan que se sigan formando y graduando pilotos para incrementar sus flotas y crecer", argumenta.
Piloto con carrera universitaria
En el CESDA, centro vinculado a la Universitat Rovira i Virgili, se estudia para piloto como un grado universitario. Son cuatro cursos en los se abordan aspectos relacionados con la legislación aérea, las personas (psicología, fisiología, nutrición...) o la empresa (economía, gestión, marketing). Todo esto además de la teoría y la práctica necesaria para pilotar un avión (operación y sistemas de aviones comerciales, radionavegación, instrumentación, instrucción de vuelo...).
"Contempla un plan de estudios muy completo, por eso decidí hacer un grado universitario. Salimos más preparados y tenemos más salidas profesionales", explica Marina. "Para ser piloto tienes que ser muy competente en muchos aspectos, no solo en una cosa", añade Unai.
Son jóvenes que están en las nubes. Pero no en el sentido peyorativo en el que se usa habitualmente la expresión. Al contrario, trabajan duro porque quieren atravesar el cielo para comerse el mundo desde allí arriba. Están sobradamente preparados y altamente motivados. Piensan en volar, divulgan la aviación con pasión y desean convertirse en esos profesionales que nos permiten ver nuestro país desde el aire cada vez que nos llevan de vacaciones. Por cierto, Marina ya tiene el carné de coche.