Pero Jorge Javier, ¿WTF acaba de pasar aquí?
Su 'Desmontando a Séneca', un viaje cronológico y emocional, poliédrico y colorido como es él.
[...] Mientras tú estás ocupado huye aprisa la vida [...]“. Lucio Anneo Séneca.
Decía el filósofo y pensador cordobés que las palabras van por un lado y los hechos por otro. Que no es a las palabras de alguien a lo hay que hacer caso, sino a sus actos. Bueno, no lo decía exactamente así, pero algo parecido era. Esta es una de las muchas reflexiones que el creador del estoicismo nos ha dejado y que siguen más vivas que nunca. El sentido de la vida, cómo aprovechamos el tiempo o a qué placeres que sortean la razón acabamos sucumbiendo. Este es el punto de partida de la adaptación popular de este nuevo pensador paradigmático, un agitador pragmático, coetáneo de la provocación, contemporáneo y comprometido con un despertar que confiesa sin aparente tormento.
Jorge Javier Vázquez se sacude todos los complejos y se sube a las tablas escenificando desde el cliché que se le ha adjudicado de hombre ególatra. Él mismo dinamita esta cáscara transitando sus propias dudas e inseguridades. La inspiración parte de De la brevedad de la vida de Séneca. A través de Paulino (si no conocéis la obra de Séneca lo entenderéis sentados en la butaca del Reina Victoria), Vázquez, “ensenecado” hasta la médula, hace catarsis desde su pasado al presente con una pregunta que sobrevuela desde el inicio: “¿Mi vida tiene sentido?”.
Un viaje cronológico y emocional, poliédrico y colorido como es él, pero sobre todo divertido con el que rompe descarado la cuarta pared a lo running gag para integrar en el acontecimiento a un público que ya venía sublimado de casa. La dramaturgia queda resuelta en escena con un hilo conductor audiovisual, con su aparente cuerpo menudo que crece y mengua según se le antoja, con voz grave, con el sonido catedral de sus carcajadas y con un delicioso delirio a lo vedette con sus plumas made in Historia de España. Aparece en la narrativa una sorpresa que no insistáis porque no os la voy a contar. Si algo se puede permitir el de Badalona es el ejercicio de equilibrismo entre intelectualidad y folklore que tiene más que acuñado como marca de la casa.
Y los “10.000” aplausos (permitidme una licencia que sólo entenderéis si vais) sonaron atronadores y generosos en el Teatro Reina Victoria mientras nos mirábamos llorosos de la risa o la pena según a cada cual le dio la gana pensando: pero Jorge Javier, ¿WTF acaba de pasar aquí?
Así que se despidió de su trabajo tan honesto y disruptivo como es él y por dónde vino, se fue… para quedarse.