Isabel Díaz Ayuso, la política a la que cantó Depeche Mode
Su transmutación en un 'Pecas' fue clave para gobernar Madrid, quién sabe si no todo el país. Nadie duda de que el 4-M va a arrasar.
Hay anécdotas que explican toda una vida. Que Isabel Díaz Ayuso llevase la cuenta en Twitter del perro de Esperanza Aguirre —Pecas, que en paz descanse— refleja su incuestionable capacidad para hacerse pasar por quien no es. Uno se imagina a la Ayuso de entonces despertándose de buena mañana dudando si decir buenos días o guau, poniéndose delante del ordenador sin saber si teclea con los dedos o con las pezuñas y con la esperanza de ser recompensada al terminar la jornada con una caricia en el lomo.
El caso es que esa transmutación en un perro fue clave para terminar gobernando la mayor región de España, quién sabe si no todo el país. Nadie duda de que el 4-M va a arrasar. Queda por ver si va a gobernar.
El fervor que ha levantado la nueva ‘lideresa’ del PP es bastante similar al que genera ese caniche que en casa sólo responde con gruñidos, se hace las necesidades en cualquier lado y muerde sofás, cortinas y rodapiés, pero luego pone una carita angelical en el ascensor cuando se le saca de paseo. Por mucho que el dueño te aclare que en casa es un trasto, la única respuesta que te sale es decir que tiene cara de no haber roto un plato, que menudo exagerado es el dueño.
Así es Ayuso, una política a la que le definen los gestos: por ejemplo el de terror cuando fue consciente de tener posibilidades serias de ser presidenta de la Comunidad de Madrid. O el de soberbia, reflejado en las incontables veces que ha mirado de forma displicente a sus oponentes en la Asamblea de Madrid. O, por qué no, el de incomprensión, reflejado en la mirada perdida cada vez que le interpelan sobre un tema del que no tiene la más mínima idea.
Sin tener una explicación racional, Ayuso despierta hoy tantas pasiones como Dave Gahan, cantante de Depeche Mode, encima de un escenario. La candidata del PP se confiesa devota de la banda de Basildon y, como quien saca un adoquín en un debate electoral, no tiene empacho en mostrar el antebrazo con su tatuaje de la rosa del disco Violator.
Al echarle una escucha al disco no cuesta darse cuenta de que podría haberse titulado Ayusator: canciones como La más dulce perfección, Halo —esas imágenes de Ayuso como una santa dolorosa— o Esperando a la noche… del 4-M. Sólo hay un tema que rompe de forma categórica con su forma de ser y de actuar en política: Disfruta el silencio (Enjoy the Silence). Es una máxima, nadie lo puede discutir, a la que no se acoge Ayuso ni en sueños.
Hay, con todo, una canción en el álbum Violator que la define de arriba a abajo: La política de la verdad. Esta madrileña de 42 años no oculta ni lo que piensa ni en lo que cree, aunque sea aceptar el apoyo de la ultraderecha para gobernar. Tira para adelante, como los de Alicante, pese a quien pese y se diga lo que se diga de ella. Y si hay que criticar a tu ‘número dos’ durante dos años por no soportarle, se critica. Menuda es ella.
El problema es que muchas veces esa soberbia deviene en pura ridiculez: buzonear a los madrileños con sus propuestas y que en la carta sólo aparezca una foto de Ayuso dice mucho más de ella como política que el más exhaustivo de los programas electorales.
Durante la campaña ha adoptado un perfil bajo —todo lo bajo que se puede esperar de una política como ella— supervisado al milímetro por su gurú Miguel Ángel Rodríguez. Se trata de no pifiarla, de no soltar en la recta final una de esas frases tan de Ayuso que pueden costar una campaña, un Gobierno y una carrera política meteórica que lleve a esta Licenciada en Periodismo a lo que de verdad más le preocupa: llegar a La Moncloa.
Mientras tanto, Pablo Casado asegura que su futuro depende del éxito de Ayuso en Madrid pese a ser consciente de que su mayor rival ahora mismo lo tiene en casa. Y se llama Isabel Natividad Díaz Ayuso. Hay dos descartes del Violator de Depeche Mode que son toda una declaración de intenciones: Happiest girl y Dangerous.