Inteligencia artificial contra el coronavirus
La innovación y la tecnología son, ahora más que nunca, la respuesta a los desafíos que afrontamos.
El mundo puede pararse un momento; la innovación no. El mundo que conocemos —nuestra manera de relacionarnos, los trabajos, la economía— está parado durante un tiempo, confiemos en que corto, porque así frenamos el contagio masivo del coronavirus y evitamos el colapso hospitalario. Pero la innovación no puede detenerse. Si lo hace, se detiene nuestro progreso. Con el frenazo forzoso del virus hay que ser más conscientes que nunca de que los procesos innovadores y las nuevas tecnologías son la respuesta a los retos a los que nos enfrentamos.
Nadie duda de que, en la lucha contra el Covid-19, la investigación científica es esencial, y ahí está, como ejemplo, la carrera contrarreloj para lograr una vacuna. Pero el componente tecnológico es igual de esencial. Y dentro de la tecnología, la inteligencia artificial (IA) es una aliada transversal: puede ayudar a buscar una cura y a crear medicamentos; puede analizar y predecir la expansión de la epidemia; y es un asistente básico para el personal sanitario.
No es poco, ¿verdad? Pues hay más: la IA puede aportar mucho precisamente en una de las conversaciones del momento en todos los países: ¿cómo garantizar que la población respeta las medidas de confinamiento para que la situación vuelva cuanto antes a la normalidad? La inteligencia artificial juega un papel determinante, especialmente si se utiliza con herramientas que tenemos al alcance de la mano: nuestros teléfonos inteligentes, las aplicaciones móviles y los datos.
Es precisamente lo que ha hecho Corea del Sur, que abordó el coronavirus desde el principio con tests masivos y rastreo digital de infectados. Y Corea del Sur, con una de las menores tasas de mortalidad, ha usado una aplicación que alerta cuando las personas no cumplen con el aislamiento y salen de su domicilio; por ejemplo, cuando detecta que están en lugares llenos de gente, como el transporte público o un centro comercial. También envía alarmas a los vecinos con información importante. Como vicepresidenta de la Delegación del Parlamento Europeo para las Relaciones con Corea, yo conozco de cerca estas iniciativas y les digo que son un espejo en el que poder mirarnos y del que poder aprender. Tenemos que quedarnos en casa, y tanto ahí como cuando empecemos a salir, la tecnología y la innovación pueden ayudarnos a hacerlo bien.
En España se han estado recogiendo datos anónimos de las operadoras a partir de las antenas de telefonía para analizar los movimientos de los ciudadanos respecto a las medidas de confinamiento. Ahora acaba de unirse al proyecto europeo PEPP-PT, que permitirá rastrear posibles contagios. No cesan de desarrollarse nuevas aplicaciones para móvil: Apple y Google ya trabajan conjuntamente a contrarreloj en la suya. Está claro que el big data, el análisis de datos y el seguimiento por las apps móviles son valiosos instrumentos contra la pandemia. Con las debidas precauciones sobre derechos y libertades, claro, y en eso estamos muy alerta los europeos: cuando las palabras control, datos y vida privada están en el mismo párrafo, vigilancia máxima.
Dos cosas más sobre la innovación: primera, inversiones. Ojo a no cometer los errores del pasado en España. La crisis sufrida entre 2008 y 2015 tuvo un impacto desastroso en nuestro I+D+i, con una reducción de la inversión superior al 10%, mientras que los europeos la incrementaban en un 25%. Ahora habrá que hacer sacrificios, sin duda; pero, para ayudarnos a nosotros mismos, tenemos que ayudar a los investigadores y a las empresas más innovadoras: son los hombros a los que nos subimos para ver el futuro.
Y segunda: el camino de la innovación no puede ser un viaje en solitario. Estrategias colaborativas como la innovación abierta han demostrado a empresas y organizaciones que con ayuda externa son más fuertes. Las iniciativas de datos abiertos y los modelos de código abierto llevan años realizando enormes aportaciones; esta filosofía ayudó a convertir Internet en un bien universal tal y como lo conocemos ahora.
La UE debate desde tiempo cómo conformar un mercado único de datos, vital en situaciones como la actual. La Comisión ha apoyado el hackathón organizado por Global Hack esta semana, en el que gente de todo el mundo se ha unido para pensar ideas que hagan frente a la pandemia. Más de 12.000 participantes de un centenar largo de países han trabajado en 500 proyectos –desde educación a salud mental, pasando por respuestas diversas a la crisis –que contribuirán a salvar vidas.
Los movimientos globales en la búsqueda de una vacuna vuelven a probar que el adjetivo abierto es la clave. Tenemos que estar abiertos a la colaboración y a la coordinación, tanto a nivel nacional, desde las comunidades autónomas, como a nivel europeo. Por eso, desde Bruselas se lanzan iniciativas como el primer plan de acción ERAvsCorona, que busca coordinar esfuerzos en investigación e innovación y compartir información científica. Si encontramos sinergias dentro de la comunidad científica, tecnológica e investigadora, podremos hacer frente al virus de manera más rápida y eficiente.
La unión hace la fuerza, nos cansamos de decir. Es el momento de demostrarlo con hechos.