Paseo por los incumplimientos del decreto de ahorro energético
Una ronda por los establecimientos del centro de Madrid muestra cómo la nueva normativa energética se aplica solo a medias un mes después de su entrada en vigor.
Pleno centro de Madrid. Un día de primeros de septiembre. Soleado, pero no caluroso. Corre una brisa agradable incluso. Atrás quedaron los días en que los telediarios comenzaban dando las temperaturas por todo el país, cuando los paseantes a mediodía eran poco menos que aventureros y todos los planes se condicionaban a lo que marcase el termómetro. En esos días de primeros de agosto, el Gobierno aprobó un decreto con el fin de ahorrar el máximo de energía ante la escalada de precios y los posibles problemas de abastecimiento fruto del conflicto en Ucrania. Una mañana por los comercios cercanos a la Puerta del Sol muestran que aún queda una enorme distancia entre lo que dice el BOE y lo que pasa en la calle.
Cinco grados por debajo de la ley
Una de las medidas principales del decreto, y que entró en vigor el 7 de agosto, es que en verano los establecimientos refrigerados no debían bajar de los 27°, frente a los 26° anteriores. En buena parte de los establecimientos del centro de la capital la temperatura rondaba esa cifra. Aunque una dependiente de un establecimiento donde se cumplía la normativa reconocía que durante agosto la temperatura del interior sí que fue bastante inferior ya que pasó a ser uno de los principales reclamos para los días de mayor calor.
Sin embargo, en una de las tiendas de productos gourmet de la zona apenas de subía de los 23°.
Mientras que en la primera planta de una importante multinacional la temperatura era casi 5° inferior a la permitida.
Y la última toma de temperatura. El billete de tren de Cercanías que nos acercó al centro de la capital era gratuito gracias al mismo decreto de ahorro energético. Pero tampoco ahí se cumplía la nueva normativa.
El ‘sí, pero no’ de los escaparates
Si algo se puede decir sobre la iluminación en el centro de Madrid a las 22 horas es que no es precisamente escasa. Pasearse pasadas las diez de la noche por Gran Vía, Callao o Sol no genera “inseguridad” –como argumentó la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso–, ni aparentemente “tristeza” o “pobreza”, a juzgar por la vida nocturna de la ciudad un martes de septiembre. Y eso que, pese a la confusión y a algunas reticencias iniciales, el apagado de escaparates que decretó el Gobierno central se cumple, en general, por parte de la mayoría de establecimientos comerciales del centro de la capital.
A las diez de la noche es cuando comienza a aplicarse esta medida de ahorro energético, siempre y cuando no haya nadie trabajando en el interior de los locales. También a esa hora empieza cierta picaresca, y una sensación parecida a la que transmiten los populares memes del ‘yes, but’ [sí, pero] en redes. Así, mientras que muchos locales comerciales cumplen religiosamente la norma de apagar sus escaparates, los enormes anuncios luminosos de la céntrica plaza de Callao siguen encendidos como si nada (sobre ellos no hace mención el BOE).
De picaresca también sabe alguna tienda de vestidos de novia de la calle Arenal, que aunque técnicamente tiene apagado su escaparate a eso de la medianoche, mantiene encendida estratégicamente una luz que ilumina su prenda estrella.
El resto de comercios de la calle Arenal cumplen, sobre todo porque a medianoche ya han tenido tiempo de echar el cierre. A las diez y cuarto, en cambio, la situación es distinta por Gran Vía, donde los principales establecimientos siguen iluminados, acogiéndose a la excepción a la norma: si hay trabajadores dentro, ya sea recogiendo, limpiando o haciendo inventario, las luces pueden estar encendidas.
En todo caso, la gente que pasea por Gran Vía ni siquiera repara en que muchos escaparates están apagados, cuando además los enormes carteles luminosos de teatros y restaurantes, en su pico de actividad a esas horas, mantienen toda su intensidad. “¿Pero están obligados a apagar, o es solo una recomendación?”, plantea una joven viandante, algo confusa sobre el contenido del decreto que entró en vigor el pasado 10 de agosto.
La norma deja poco lugar a dudas: “El alumbrado de escaparates regulado en el apartado 6 de la Instrucción Técnica Complementaria EA-02 del Reglamento de eficiencia energética en instalaciones de alumbrado exterior, aprobado por Real Decreto 1890/2008, de 14 de noviembre, deberá mantenerse apagado desde las 22 horas”.
Otro joven que pasea esa noche por el centro se pregunta hasta qué punto es equitativa la medida si, mientras que grandes marcas encuentran la manera de esquivarla, la “zapatería Mari Loli” acaba cumpliendo a rajatabla con el apagado, dice.
Este martes en el Senado, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, defendió que las medidas puestas en marcha a principios de agosto, entre ellas la regulación de temperatura y el apagado de escaparates, han permitido reducir el consumo energético en un 4,7% en apenas un mes.
El Gobierno de la Comunidad de Madrid, por su parte, que empezó diciendo que no acataría la norma y después dijo que sí lo haría pero la recurriría, no ha presentado aún su anunciado recurso ante el Tribunal Constitucional contra el decreto energético, que por cierto fue avalado por amplia mayoría en el Congreso de los Diputados el pasado 25 de agosto.
Sin carteles y con las puertas abiertas
Otra de las medidas del decreto que está en vigor desde el 1 de septiembre pero que apenas se cumple es la que establece que se debe poner un cartel con la temperatura y la humedad que hay en el interior. En medio centenar de establecimientos en los que entramos, solo lo encontramos en una oficina de Correos.
Sin embargo, la medida que más quebraderos de cabeza puede dar a los comerciantes no se cambia con el mando del aire acondicionado ni con el interruptor de las luces de los escaparates. El decreto establece que “los edificios y locales con acceso desde la calle […] dispondrán de un sistema de cierre de puertas adecuado” para impedir que “éstas permanezcan abiertas permanentemente”. Cerca de la mitad de las tiendas de la zona tenían las puertas totalmente abiertas, y sin ninguna señal de que se estuviera instalando ningún sistema de cierre. Esta obligación entra en vigor el próximo 30 de septiembre.