Historias que merecen ser contadas: Isabel y Carlota, las perfectas anfitrionas
Isabel Llorens y Carlota Mateos son dos mujeres, mujerazas, cuya historia se adelantó en el tiempo. Una historia de encuentros entre dos expats (expatriadas) españolas que quizá hoy pasaría desapercibida entre los miles de expats que se ven forzados todos los años a abandonar España en busca de un futuro mejor, pero que entonces juntó en el espacio – tiempo a dos mujeres que se debían conocer para hacer de éste un mundo mejor.
Movidas por un espíritu emprendedor desde bien jóvenes, ambas fueron centrando sus estudios en torno a la empresa, hasta llegar a la universidad y cursar sendas carreras relacionadas con la gestión de empresas, Carlota ADE e Isabel Empresariales. También ambas coinciden en que para poco les sirvió; ni para presentar correctamente los impuestos del IVA, pues la primera vez que lo tuvieron que hacer cambiaron de columna el soportado y el repercutido, pero sí para vender entre los alumnos los bañadores y camisas playeras que hacía a mano, ¡la Quicksilver española jajaja! Cuenta Isabel con una carcajada que no cabe en su cara.
Tras su paso por la universidad, Isabel se fue al norte de Inglaterra, a Newcastle, a pulir el idioma y a trabajar en una multinacional con una carrera prometedora por delante, mientras que Carlota prosiguió sus estudios de inglés en el Sur. Quiso el destino, allá por el 96, hacerlas coincidir en el aeropuerto de Londres de regreso a casa, y tanto empeño puso en este encuentro que les regaló un retraso de los importantes, de esos que permitían contar vida y milagros -cuando no había móviles y Twitter...-.
Dos españolas jóvenes y emocionadas por una visita a casa tenían que hablar, conocerse y maldecir el retraso, y así fue. Se contaron su vida y milagros, y congeniaron, vaya que si congeniaron. Tanto que Carlota le comentó que sus padres tenían un hotelito rural que sólo explotarían en los meses de verano. ¡En una aldea que ni siquiera encontrábamos en el mapa! – Confiesa Isabel entre risas-. "Nos seducía la idea de poner en práctica lo que habíamos aprendido de Marketing, aunque la única experiencia que teníamos en turismo fueron nuestros trabajos eventuales de camareras para costearnos nuestros viajes", reconoce Carlota.
Y así lo hicieron. Ambas renunciaron a sus planes, Isabel a su prometedora carrera en la multinacional en la que trabajaba y Carlota a sus estudios en curso, y se hicieron con la gestión del hotelito rural de los padres situado en la aldea perdida en los montes asturianos. Una experiencia enriquecedora de la que sólo podían aprender, que les permitió conocerse, engrasar las cadenas del tándem que hoy forman, de discutir como socias, de experimentar en primera persona la durísima realidad de la gestión de un hotel rural, por mucho potencial que tuviera... Fue un año duro, reconocen, pero gracias a él descubrieron que la unión hacía la fuerza, tanto a nivel personal como profesional, y que debían juntarse y colaborar con otros hoteles parecidos para mejorar la promoción y visibilidad.
Sin quererlo descubrieron el germen de lo que hoy es su proyecto más exitoso, Rusticae, el club que reúne a los hoteles con encanto como el del padre de Carlota, hotelitos muy personales, enfocados en los detalles, en la buena vida, como reza su eslogan.
Pero no se han quedado ahí. Antes de acomodarse quieren seguir siendo coherentes con su visión sostenible y responsable de las empresas, y seguir aportando a la sociedad con un nuevo proyecto de comida ecológica, PlanEAT .
Ojalá más Carlotas e Isabeles dirigiendo empresas.