Hablemos de nuestros salarios
Mientras exista una especie de estigma salarial, quienes salen perdiendo son los trabajadores independientes, sobre todo en las industrias creativas
Durante mi infancia mis padres me prohibían hacer dos preguntas que denotaban una mala educación: preguntar la edad y el sueldo de una persona. Crecí pensando que conocer el salario de alguien era una falta de respeto, aunque nunca entendí por qué eso era considerado “de mala educación”. Sin embargo, hace poco esta idea que se forjó como un tabú en mi vida fue quebrantada.
Tuve la fortuna de compartir una cobertura en la frontera de México con Estados Unidos con una mujer sumamente experimentada en documentar conflictos armados y campos de refugiados. La australiana, 20 años mayor que yo, se sentó frente a mí y me dijo, “las mujeres debemos estar más abiertas respecto a compartir nuestros salarios, esa es la única manera que podemos exigir un sueldo justo en los medios”, expresó contundentemente la reportera, quien cubrió la guerra en Afganistán durante más de diez años.
Ella fue clara y directa con las tarifas que acordaba como parte de su trabajo, así como la forma en la que cobraba como periodista independiente.
Su argumento me hizo sentido: mientras exista una especie de estigma salarial, quienes salen perdiendo son los trabajadores independientes, sobre todo en las industrias creativas, en las que suele ser más complejo establecer costos por el trabajo realizado.
La periodista Alice Driver hizo un ejercicio interesante. Siguiendo el mismo argumento de hacer de conocimiento público su salario como reportera freelance, posteó en su cuenta de Twitter todos los trabajos que realizó durante el 2018. Cada uno incluía el nombre del artículo, el medio en donde lo publicó y el monto que cobró.
“Incluyo las tarifas que cobré por mis trabajos por una cuestión de transparencia”, publicó en un tuit explicando el hilo. Entre los medios se destacan respetables revistas como NatGeo y el canal de noticias internacional CNN.
Frente a este singular ejercicio hubo un montón reacciones que agradecieron la publicación de los salarios, ya que a partir de esto se puede tener una mayor claridad de dónde se encuentra el tabulador en medios y cuánto están dispuestos a pagar por contenidos.
Por otro lado, la transparencia en los salarios abre discusiones sobre el crecimiento que ha tenido la industria en los últimos años, comparando cuánto se paga ahora contra lo que se podría aspirar hace 20 años.
Julia Vartan es una reportera que se ha especializado en temas ambientales y científicos, comenzó a escribir hace casi dos décadas y gracias a que cada vez hay más periodistas que hablan abiertamente de sus salarios, ella pudo darse cuenta que lo que cobrara hace dos décadas es casi lo mismo que pagan ahora por artículo (en promedio un dólar por palabra).
Esto abre nuevos debates sobre la industria mediática y nos invita a escudriñar acerca de lo desprotegidos que estamos los periodistas independientes frente a las precarias condiciones laborales.
La escritora Kerry Newberry expresó lo extraño que es leer públicamente cuánto gana una periodista por artículo. Sin embargo, la respuesta de Alice fue contundente: “Es raro porque los periodistas independientes viven en condiciones precarias y tienen miedo de que su trabajo les sea arrebatado”.
Ponerle precio a tu talento
La joven periodista originaria de Boston, Julia Sklar, expresó la complicación a la que se vio expuesta cuando inició como reportera independiente. “Es muy difícil cuando tienes que enviar cada proyecto en el que trabajas y no tienes idea de cuánto es lo correcto de pedir porque lo estás haciendo sola”, externó.
Me identifiqué mucho con esta situación. Saber cuánto cobrar en la industria de los medios es complicado, más aún siendo independiente, y es peor si eres mujer. No hay un tabulador y el secreto alrededor de los salarios hace que no tengas una referencia sobre cuánto cuesta tu trabajo.
Recuerdo bien que cuando empecé en el periodismo los que más sufrían eran mis compañeros fotógrafos, quienes después de una década de carrera evidenciaban cómo los jóvenes se “comían” el mercado malbaratando su trabajo. Ellos replicaban desesperadamente que no lo hicieran, tratando de explicar que a quien afectaban no era a ellos (que veían como competencia) si no al mercado.
“El empleador o cliente va a aceptar pagar tarifas bajas por un trabajo que no cuesta eso y esto, eventualmente, nos afectará a todos”, decía uno de los fotógrafos del periódico en el que trabajé por dos años.
La reclutadora de Recursos Humanos Claudia María Godoy considera que el secreto entorno a los salarios es una cuestión cultural que impacta principalmente en Latinoamérica.
“Creo que hablar de salarios es inevitable, siempre y cuando exista mucha confianza o sea una relación muy cercana, pero de sueldos no se habla abiertamente”, explicó.
“Pero, ¿por qué no hablamos de nuestros salarios?”, la cuestioné tratando de obtener una respuesta que hiciera sentido a la construcción de este tabú, pero no obtuve una respuesta convincente.
La primera vez que una colega más mayor que yo me habló abiertamente de su sueldo y me describió cómo fue su proceso de negociación, me sentí un poco incómoda. Sin embargo, esta plática me hizo vislumbrar lo que yo podría esperar de mi futuro como periodista independiente en medios internacionales.
Hoy agradezco esta experiencia que me mostró cómo hablar de salarios es una mecanismo de transparencia.