Guille, un tipo feliz
Hay varias cualidades que caracterizan a Guille García-Hoz (Madrid 1976) . Por una parte, su sinceridad, así que mejor no le preguntes qué tal te sienta ese nuevo look que te ha hecho tu estilista si prefieres no saberlo. Porque aunque el interiorista te diga "¡fenomenal!", con una sonrisa compasiva en plan Ratón Mickey -pues él es incapaz de herir los sentimientos de nadie-, su mirada te estará diciendo "¡Uff! Estabas mucho mejor antes". Es un ser transparente
Otra, es su increíble capacidad de ver el lado bueno de las cosas. La compañía de García-Hoz es reconfortante, refrescante, analgésica y siempre enriquecedora. Lo malo está muy a la vista y nos intoxica a todos, ¿para qué indigestarse? Guille, seguramente, es de los que cree que nos pusieron en la vida para disfrutarla y degustar y valorar cada segundo que respiramos pase lo que pase. Él mismo lo dice: "Me parece muy importante saber disfrutar el camino y yo me lo paso fenomenal. Dedicarme a una cosa que me gusta tanto es un lujo".
Pero antes de entregarse a la decoración y la cerámica, su destino parecía enrutarle hacia las arenas de las Matemáticas, una carrera que en su época de estudiante le parecía "súper profunda" y de la que posteriormente, por diferencias irreconciliables, se separó. "A veces me cuesta mucho creer que esa fue una etapa de mi vida. Pero es cierto que en algunos momentos se te escapa algo sin que te des cuenta, como el tema de la lógica y esa cosas". Lo de ellos fue imposible, pero donde hubo amor, cenizas quedan: la vida es matemáticas y las matemáticas vida son, o al menos, "es lo que intenta esta ciencia, modelizar todo, pero hay aspectos, que son los que más me gustan de este mundo, y es que hay cosas que son porque sí. Lo más divertido es cuando hay una ley lógica en un espacio que no se ve pero se siente. La armonía es eso: intuir una lógica pero no verla claramente", nos cuenta.
Fue así como el mundo quizá perdió un prometedor Pitágoras, pero para contrarrestarlo ganó un interiorista capaz de inundar de ternura, felicidad y un estilazo genético todo sitio al que le mete mano: sea en Madrid, París o México, con pollerías, barberías, peluquerías, restaurantes, casas -por supuesto- y su preciosa cerámica. Digamos que la decoración se le desbordó de su ser.
Ahora, recién superados los 40, hace más de 10 años que sabe lo que quiere, lo quiere junto a su marido el arquitecto Sergio Martínez (Giuss, para él y sus amigos) y Malafú, un mil leches, o sea un chucho auténtico. Los tres viven en un ático en el que la luz no te deja ni a sol ni sombra. Es pura luminosidad por dentro y fuera.
¿La decoración es?
La posibilidad de cambiar un estado de ánimo a través de un espacio. A mí me flipaba, me parecía como una especie de magia, descubrir cómo aparentemente, con recursos ornamentales, podías cambiar tus sensaciones por medio de un ambiente.
¿Y si eres un ciclotímico, tienes que estar cambiando constantemente tu escenografía?
¡Eso es lo más divertido! No sé quién dijo que las casas no hay que acabarlas nunca. No son catálogos, las casas es un viaje, un detalle, una lámpara que se rompe o, en mi caso, una mesa que vendes y que te deja un espacio vacío que entonces aprovechas para hacer ejercicio por la mañana... Tampoco me preocupa que no haya una mesa como tal. Es muy guay que las piezas tengan rotación dentro del mismo espacio. Las casas, como las personas, tienen que cambiar.
¿Entonces tú no te aferras a los objetos?
Es que no hay que aferrarse a los objetos. Tampoco deberíamos aferrarnos a las personas pero lo hacemos... En realidad no hay que aferrarse a nada.
¿Tu casa es Guille al 100 por 100?
Al bastante por ciento desde luego. Hemos conseguido hacer todo lo que quisimos, pero luego sí que es verdad que la casa la haces más cuando la vives: tienes que echarle tiempo, buscar un mueble, colocar un cuadro, comprar un aplique, arreglar una silla. Si no haces ese tipo de cosas, al final la casa no es tuya. Es como las amistades, también tienes que cuidar a la gente, y cuando la cuidas, la gente te cuida, y la casa más te va a cuidar cuando mayor tiempo le eches.
Siendo tú decorador y Sergio arquitecto, ¿sintonizáis en cuanto a la casa?
Hemos aprendido un montón a comunicarnos y a respetar cada uno nuestros espacios. Cuando trabajamos juntos, hay aspectos más técnicos que le corresponden a él y en los estéticos, la verdad es que soy yo el que tengo la última palabra. Pero sí, que cada vez más, nos adelantamos a lo que el otro quiere, aunque esto no siempre ha sido así, pero lo bueno es que cada vez nos comprometemos más.
¿Trabajáis siempre juntos?
No, hacemos muchas cosas juntos a través de Tatiana García Bueso, de Espacios de Arquitectura. Formamos un triángulo muy guay: yo soy el decorador, Tatiana es la constructora y Sergio el arquitecto. A mí se me va la olla, Tatiana lo ejecuta y Giuss dice lo que es legal (licencias, detalles constructivos...).
¿Qué hace que una casa sea hogar?
Tengo un amigo que una vez me dijo: "En tu casa ¿hay algo que no dé el tifus?". Ya ves que todo está medio rozado, alguna silla oxidada. Para mí, que haya cosas que se vea que han vivido, es lo que me da la sensación de que estoy en una casa y no en un gran almacén. No me interesa la perfección y lo impoluto, eso está muy bien para catálogos de mobiliario.
Me gusta el desgaste de las cosas, es lo que hace que las casas sean humanas. La gente tampoco es perfecta, como esas americanas rubias, estupendas, que no tienen ni una arruga.
¿Puntos clave para decorar una casa?
Sobre todo, tienes que ver lo bueno que tiene: cuáles son las virtudes y las peculiaridades de tu casa, y entonces, ver qué es lo que te interesa resaltar, lo que quieres ocultar. Luego, la iluminación que te ayuda en ambos casos. Tienes que tener claro dónde quieres jugar las grandes bazas, en qué te quieres gastar el dinero, en dónde el espacio te está pidiendo a lo mejor más flexibilidad o un mueble de mayor entidad. Se trata de mirar eso, tener la mente muy abierta y no aferrarse nunca a un mueble concreto. Eso le ocurre mucho a mis clientes: "Es que este mueble me gusta mucho", te dicen, y es una de las mayores meteduras de pata. Lo que ocurre es que ese mueble no dialoga con tu espacio, no es tu casa. Lo más importante es tener la cabeza muy abierta, la idea un poquito clara y saber qué es lo que quieres decir y qué te apetece.
¿Tener una casa decorada por Guille es caro o eres como Zara, abierto a todo presupuesto?
No soy caro ni tampoco soy barato. Ya llevas un tiempo en la profesión y tienes que hacerte valer. A lo mejor, no soy el más barato, pero seguro que tampoco soy el más caro. Miramos mucho el coste de las piezas. Hay un momento en que el cliente entiende que en lo presupuestario también estás de su lado. Nosotros ayudamos a que con el dinero y el espacio que tiene, la gente saque lo mejor. A mí no me interesa que se deje un dinero en algo si no lo necesita, pero sí que le voy a decir "Cómprate esta lámpara, que está muy bien de precio y, aunque se salga un pelín del presupuesto, al final vas a ganar mucho". Somos un poco asesores del dinero de los demás cuando se trata de decorar la casa. Sabemos qué piezas valen la pena y de cuales se puede prescindir.
¿Qué clase de proyectos son las que más te gustan? (tiendas, casas, bares, peluquerías...)
No sé por qué el mundo de las barberías nos llama un montón (se le nota en su barba), me permite jugar a otro juego. En una de las últimas que hemos hecho, Compadre, le hemos puesto un suelo de terrazo muy barato que luego conjugaba muy bien y quizá con el porcelánico más cool. El papel más caro, no, o la tela más sofisticada no lo hubiéramos conseguido porque jamás hubiera parecido un espacio de 1930.
Como científico, ¿se te ocurre alguna explicación a que el 99,9 % de los interioristas sean gays?
¡No es tanta la proporción! No lo sé, pero debe de haber algún tipo de explicación. Sí que hay determinadas profesiones que tienen esta tendencia. También ocurre en los traductores, en peluquerías... A lo mejor los héteros están saliendo del armario en ese aspecto, les está atrayendo ser decoradores, ja, ja. No hay muchos, pero los hay.
También hay otro aspecto de artistilla y estrellita... A lo mejor va por ahí, no lo sé. O a lo mejor hay muchos heteros que trabajan y no les interesa ser tan notorios... Le doy vueltas, y no lo sé. Es algo que tengo tan asumido que nunca me lo he preguntado.
¿Cuándo y cómo fue tu flechazo con la cerámica?
Me gustaron mucho unos platos que había puesto Luis Galliussi en la casa de Extremadura de Eugenia Silva que se publicó en la revista AD. Eran los platos tradicionales, pero por la manera de componer algo, y me dije: "dándole la vuelta a artesanía tradiciona,l puedes conseguirle darles el valor que tienen", y ahí empecé con los platos. Me puse en contacto con el centro cerámico de Talavera y empezamos a sacar piezas. Pero antes, a mí me daba bastante igual, pero de repente nos cruzamos de una manera fortuita... Fortuita, pero también, como tienes la costumbre de mirar tanto, al final te acabas fijando en las cosas. O sea, uno no tiene suerte, sino que para tenerla hay que estar allí. Después de mucho mirar, acabas viendo cosas en la cosas. Yo vi los platos de otra manera, son la cerámica útil, la puedes usar para comer y para decorar.
¿Tu vida sería la misma si no hubiera fauna? Al parecer, en cerámica, te chiflan los animales.
Los animales dan muchísima calidez al espacio, tienen un toque de felicidad tranquila que me gusta un montón. A lo mejor un cuadro abstracto no me trasmite lo mismo. Puede que los animales me llamen tanto la atención por vivir tan lejos de ellos. Si te tomas todo el rato en serio, con unos muebles súper sofisticados y un arte abstracto que solo entiendes tú, me parece un rollazo de mucho cuidado. Los animales son divertidos, y para mí, la decoración debe ser divertida. Si no, es un coñazo al final.
¿Cómo se te ocurren los nombres? Ballena María Cristina... Esperemos que no sea el nombre de una amiga.
María Cristina es mi madre.
¿Y no se ofendió por que la llamaras ballena?
Un poco sí, pero las ballenas son animales maravillosos, entrañables, la elefanta se llama Maribel, como mi suegra, con lo cual, imagínate, y el lémur, Eliso.
¿Cómo crees que te define la gente y cómo eres?
Creo que me ven como atípico y, a veces, como una cabra, y es probable que tengan razón. Intento absorber de muchas cosas y aprendo muchísimo de los clientes también. Al final, la metodología es absolutamente intuitiva, por lo que intento no aferrarme a fórmulas y que cada cosa sea distinta. Así que yo me veo como un pequeño salvaje por la jungla, y eso es lo divertido. Me gusta meterme en fregados y hacer cosas distintas.
¿Tienes alguna manía que te gustaría poder borrar?
Tocarme la barba todo el rato y ser obsesivo, me cuesta mucho relativizar las cosas. A veces soy un poco exagerado, pero lo voy corrigiendo con el tiempo.
El amor, el mal de amores o el desamor ¿influyen en tu trabajo?
No lo sé, suelo estar bien, menos por cosas muy puntuales. Trabajo mejor cuando estoy contento, eufórico, un pelín obsesionado pero con mucha ilusión. No me gusta nada cuando estoy bajo de ánimo y no me regodeo, intento siempre volver a estar bien. Soy disfrutón por naturaleza. Me gustan los viernes por la tarde y los sábados por la mañana.
¿Se te viene la crisis se los 40?
¡Uffff! No paro de ir al gimnasio, de hacer deporte, de cuidarme. Es como una meta volante por la que hay que pasar, pero a ver si la pasamos lo más guapamente posible. Cuando avanza el tiempo, lo que te puede dar pena es si con lo que con lo que hemos tenido, hemos jugado bien nuestras cartas. El problema no es cumplir años, sino no cumplirlos.
A los 80 te ves...
Igual, espero que como Neruda, feliz. Con mi casa, rodeado de gente, montones de risa y bien de vino para todos.
La felicidad es...
La felicidad tiene que ser todos los días. A pesar de que haya cosas que no puedas controlar, se trata de saber quiénes somos y disfrutar lo más que puedas lo que te vaya dando la vida.