Greta sí o Greta no: el debate sobre la figura más admirada y criticada del momento
El aldabonazo de la activista ambiental sueca ante la ONU ha encandilado a medio mundo e indignado a muchos menos. ¿Por qué es importante Thunberg?
Es el nombre del momento. Greta Thunberg, la joven activista ambiental sueca, ha copado esta semana los titulares de todo el mundo con su intervención en la cumbre por el clima de Naciones Unidas, todo un discurso-puñetazo. “Estamos al inicio de una extinción masiva y de lo único que podéis hablar es de dinero y de cuentos de hadas sobre un crecimiento económico eterno. ¡Cómo os atrevéis!”, dijo con lágrimas en los ojos, con ira en la voz, componiendo un gesto de intenso resentimiento hacia la dejadez de la clase política.
Hace exactamente año, no era nada más que una cría (de 15 años, entonces) que había decidido saltarse las clases de los viernes, sentarse ante el Parlamento sueco en su capital, Estocolmo, y denunciar con un cartel casero la inacción oficial en la pelea contra el cambio climático. A los pocos meses, su idea de clamar cada viernes por el planeta (los Fridays For Future o Viernes por el Futuro) se convirtió en clamor mundial. La primavera y el verano los ha pasado en la calle, sin descanso, pero también pisando moquetas mullidas (la Asamblea de Francia, el Parlamento Europeo, la sede de la ONU) para gritar lo que viene. “Quiero que entréis en pánico”, le ha dicho a la cara a los mandatarios, hablando de la emergencia ambiental.
El compromiso tan ardiente de su pelea, la fiereza de sus palabras -sin clemencia ni matices-, las entrañas puestas por encima de los datos pero con una confianza infinita en lo que dice la ciencia son sus marcas de identidad. Su gloria y su condena. Las que le han reportado el aprecio de millones de personas y el odio de un puñado bastante ruidoso. El debate hierve en las redes: ¿Greta sí o Greta no? ¿Es naturalmente admirable o una cría programada y manipulada? ¿Hace bien a la causa medioambientalista su figura?
“Ninguna otra cosa está funcionando”
Para Alexander Kaufman, especialista en política climática en la edición norteamericana del HuffPost, el valor real de la figura de Thunberg en esta batalla está claro: “Greta es una defensora implacable y justa de la realidad científica expresada en los últimos informes del IPCC (el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU). A través de su activismo, ha logrado construir un movimiento mundial viral de jóvenes que, por primera vez, están obligando a los principales políticos a enfrentar la deuda generacional que se impone a los jóvenes en la actualidad, en forma de un clima cada vez más inhóspito”.
Lo que dice tiene corazón, pero también fondo, viene a decir Kaufman. Frente a quienes denuncian su “aproximación radical” al problema o que no es más que “ruido y furia”, el analista insiste en que “sus palabras están bien fundamentadas en la ciencia”. “En una audiencia ante el Congreso de Estados Unidos este mes -pone como ejemplo-, imploró a los legisladores que no la escucharan, sino que “escucharan a los científicos”. No ha sido muy específica sobre los objetivos de las políticas, pero sus compañeros activistas adolescentes en los EEUU se están uniendo en torno al concepto de un Green New Deal (nuevo acuerdo verde)”, que incluso tiene resonancia en España, porque lo defendió el PSOE en las elecciones de abril y, con seguridad, volverá a hacerlo para el 10-N. Por tanto, la adolescente siempre llama a los dirigentes a “creer” a los científicos y “actuar” como proponen y eso puede calar.
La prensa más conservadora y los internautas aferrados a teorías de la conspiración no cesan de destacar que Greta es un montaje, una farsa, un “cyborg”, como la ha llamado incluso el filósofo francés Michel Onfray. Que tras ella hay numerosos intereses, desde las organizaciones preservacionistas más poderosas al lobby verde, pasando por empresarios que quieren medrar en el mundo de las energías limpias o los nuevos modos de transporte, el llamado capitalismo verde. Kaufman niega la mayor. ”Ciertamente, está siendo manejada, en el sentido de que hay una organización a su alrededor, y personas que ayudan a establecerse un horario y organizar los medios de comunicación y las charlas, pero la idea de que está siendo manipulada es un mito de derecha, destinado a distraer de las realidades científicas que está señalando”, ahonda.
“Como ha dicho una y otra vez, y como se ha confirmado en los medios creíbles, es una adolescente autista que, en parte debido a su Asperger, lucha por disociarse de las advertencias científicas sobre las que está leyendo. Ella toma la ciencia literalmente, como todos nosotros deberíamos, pero la internaliza emocionalmente. Eso la llevó a comenzar a protestar en Suecia, lo que inició un movimiento internacional”, explica.
A quienes repiten, insistentes, que sólo tiene 16 años y esta no es una pelea razonable para alguien de su edad, nuestro compañero despeja dudas de un plumazo: “Por supuesto no. Pero ninguna otra cosa más está funcionando, y ésta es una crisis irrazonable y sin precedentes”.
Llamada a la acción
El holandés Bas Eickhout, europarlamentario verde y encargado de recibir a Thunberg en la Eurocámara el pasado abril, habla de la “importancia radical” de esta joven en el despertar ecologista de Europa y, por contagio, del resto del mundo. Sin su pequeño gesto, recuerda, no habían copiado sus huelgas en los Países Bajos, Bélgica o Francia, donde primero prendió la mecha, y ese ”ímpetu” es “un tesoro”. “Activistas como Greta no están pidiendo nuestro aplauso, sino nuestras acciones. El suyo no es un movimiento de regodeo, sino de hechos. Las soluciones están ahí, pero falta la voluntad política”, defiende.
“Si el clima fuera un banco, los Gobiernos lo habrían rescatado hace mucho tiempo, pero no es el caso”, ironiza. Por eso entiende que hacen falta rostros como el suyo, que comprometan a los mandatarios a ser “realmente verdes”. Su grupo, el de Los Verdes y la Alianza Libre Europea, lleva desde los años 90 clamando por este giro tangible, pero sólo muy recientemente han visto una respuesta popular, como en las pasadas elecciones europeas: ahora forman el cuarto grupo, con 74 escaños sobre 751. Esa ola verde, asume, tiene algo que ver. Sirve para hacer cosas.
Le preocupa que los aplausos que recibe la joven queden en eso, en una instantánea, “tienen que significar algo”, insiste. Y forzosamente ha de ser “que los científicos, al fin, sean escuchados”. Por eso pide rechazar toda superficialidad y “escuchar” lo que dice, que es de una importante hondura, a su entender. “Alrededor del año 2030, dentro de 10 años, 259 días y 10 horas, habremos llegado a un punto en el que desataremos una reacción en cadena que probablemente supondrá el fin de nuestra civilización”, dijo en Estrasburgo. ”¿Hay alguna mentira en eso? ¿Nos hemos parado a ver la gravedad de lo que anuncia?”, plantea Eichout.
“No es una moda”
Juanjo Carmona, coordinador de WWF para Doñana, destaca que figuras como la de Greta “no es que hagan bien o mal, sencillamente son parte de este movimiento”, en el que cabe todo aquel que llegue “a empujar dentro de sus capacidades, de su conocimiento, de sus ganas de poner un grano de arena más”. Como abogado y consultor ambiental, como alguien que tiene un conocimiento teórico y tangible sobre la emergencia climática, no cree que portavoces jóvenes y con otro tono sean un problema, en absoluto.
“Hay que reconocer que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte y haciendo las cosas distintas a como las hemos hecho hasta ahora. Cada generación va a tomar las herramientas que les da su tiempo para movilizar. Me parece que el movimiento responde a las propias inquietudes de la gente joven, al interés que les ha surgido al darse cuenta que las generaciones anteriores no hemos respondido al reto del cambio climático, que estamos ya sufriendo las consecuencias y está muy claro que en los próximos años se agravarán y les tocarán a ellos”, constata.
Ante las críticas a la supuestamente escasa base científica de las alocuciones de Greta, defiende que “hay que ir a todo el espectro”. “Hay gente que se va a movilizar por el conocimiento científico, y otra que se movilizará más porque un mensaje llegue a su alma más sencilla, y le conmuevan más a lo mejor determinadas imágenes o ideas”, señala. Estamos ante un problema con una “base científica clara e indiscutible” pero hay diversas maneras de comunicarlo: la científica “pura y dura, sin ponerle más corazón, diciendo: ‘esto sube dos y hay que bajarlo a uno’”, y la de otra gente que, como la joven sueca, “va a ir al sentimiento de la gente”. “Creo que son compatibles totalmente. Ha habido grandes movilizadores a lo largo de la historia que no han usado ningún tipo de dato y han movido a la gente más por lo visceral que por otra cosa”, incide.
A quienes critican que Greta esté convirtiendo el ambientalismo en moda, replica que es imposible que lo sea porque, por desgracia, “nuestra supervivencia no puede ser una moda”. “Está claro que habrá que ver cómo evoluciona esta gente joven una vez que va creciendo y tiene que tomar otro tipo de decisiones en su vida, pero por ejemplo se me va la cabeza a lo que hicieron los jóvenes en el Mayo del 68; mucho de aquello quedó luego en la sociedad. A lo mejor no esa transformación tan revolucionaria que se esperaba, pero sí muchas iniciativas”, ejemplifica.
“Esto no es una moda, se va a quedar, sobre todo porque el problema se va a ir agravando día a día. Es una cuestión de supervivencia del ser humano. Hay que empezar a ser conscientes de eso, no estamos hablando de las especies, de los polos… no es algo ajeno, miren ustedes, hablamos de los humanos. Si eso lo consideramos una moda y no estamos dispuestos a hacer lo necesario para que podamos seguir viviendo en el planeta, es que tenemos un gran problema”, denuncia.
“Hay que cuidarla”
Para Javier Urra, doctor en Ciencias de la Salud y en Psicología y exdefensor del Menor en la Comunidad de Madrid, es “estupendo” que jóvenes como Greta tengan voz, “porque son el presente, no el futuro”. Descarta así, raudo, la crítica sobre lo joven que es para tomar el megáfono y pedir cuentas al mundo. “Es menor de edad, sí, pero está ya en ese grupo donde las cosas cambian. En España, un chico o una chica ya tiene con 16 años el derecho a una tarjeta sanitaria, con autonomía para hablar de temas muy personales con su médico. Con un permiso de los padres, podría trabajar, siempre y cuando el trabajo no ponga en riesgo la correcta maduración de su personalidad”, ejemplifica.
Por eso Urra defiende que es mejor hablar de “joven” que de “niña”, una palabra usada casi como acusación estos días en las redes sociales. “Es una joven comprometida y que ha asido invitada a un lugar tan importante en el mundo como la ONU. Me parece bien que se manifiesten los jóvenes y si ella es una muy buena representante de los jóvenes, y además es escuchada por los adultos, me parece bien que acuda”, sostiene.
Para este especialista, autor entre otras obras de Primeros auxilios emocionales para niños y adolescentes, apunta a que el problema no está en exponer unas ideas y tener voz propia, sino en la “sobrexposición” en eventos públicos y en los medios. “Tienes un compromiso, has viajado, se te ha invitado, se te ha escuchado, has estado con los más altos mandatarios del mundo… Ahora bien, luego tienes que volver a tu función, que es la de ser una joven con valores, pero siendo lo que eres, una joven. Eso no hay que olvidarlo, no hay que convertirla en una estrella mediática, porque entonces se la quema. Hay que cuidarla. Ya ha hecho lo que tiene que hacer”, recomienda.
Reconoce que en este instante, cuando Thunberg está en la cúspide, suman muchos sentimientos. Se ha visto su “capacidad”, su “liderazgo”, que ha llevado, entiende, “con contenido y criterio”, y eso debe hacernos sentir “orgullosos como seres humanos”. Pero a continuación viene el exceso de escaparate, la “saturación”, por su parte y por la de los ciudadanos. Ahí empieza el linchamiento, también.
El riesgo es “convertirse en alguien mesiánico”. “Hay quien se dice: “Estoy llamado a salvar el mundo”. Ese es un gran peligro. Esta joven ha hecho una magnífica labor, se ha explicado en el foro más importante que tenemos en el mundo, y ya está. A veces hay que saber dar un paso al lado, lo cual no significa para nada abandonar su compromiso. ¿Cómo lo vive ella, cómo encaja el saberse escuchada en la ONU? Los focos son muy peligrosos para todos, más para los jóvenes, y es ahí donde hay que protegerla y decirle: “qué magnífica eres, pero olvides que eres una joven. Muy comprometida, admirable, y veremos qué más el día de mañana, pero por favor no te quemes, no creas que el mundo va a girar o dejar de girar por ti”. Eo está ahí presente, sobre todo cuando tienes cámaras, atención, seguidores…”, avisa.
Hay margen, sostiene, para batallar y para estar en un plano menos destacado, o para hacerlo con sentido común y criterio, por su parte y por parte de quienes la rodean, por supuesto de la sociedad y de los medios. “Tengamos todos criterio”, concluye.
Sobre su juventud para haber tomado la bandera ambiental, Urra replica que por qué “un señor de 85 años” va a tener “más preparación, va a estar cognitivamente mejor o le va a importar más el futuro” que a Greta. Su propia generación ha conocido “tarde” la ecología y rutinas esenciales como el reciclado. “Los niños y los jóvenes nos han enseñado mucho en este campo y lo seguirán haciendo”, vaticina. El riesgo, repite insistente, está “en tratar al menor como a un adulto” y en no saber “protegerlo”.
“Asusta que diga las cosas claritas”
Mofándose de ella, el presidente de EEUU, Donald Trump, dijo tras ver a la chica en Nueva York que le pareció “una chica joven y feliz que espera un futuro brillante y maravilloso”. Para Alejandra Marcos, una joven madrileña de 19 años, activa participante en los Viernes por el Futuro, “no ofende quien quiere, sino quien puede”, porque “justo eso es lo que quiere Greta: poder tener ese futuro, del que estamos a tiempo, que podemos tener, siempre que gente como él no lo impida”, señala.
Su reflexión, muy sencilla y directa, es la de quien ha encontrado un “referente” vital. “Ella es mi heroína, pero no sólo ella. Es la más conocida de todos los activistas medioambientales, que cada vez somos más jóvenes. Greta es fiable, porque empezó esto por nada, no sacaba beneficio, ¡sólo perdía clases, por favor!”, recuerda. A su entender, la única polémica viene del “miedo”. “Asusta que diga las cosas tan claritas, delante de quien sea”, resume. Habla del expresidente estadounidense, Barack Obama, y al Papa Francisco, que se han reunido con la activista sueca y han alabado su empuje, como ejemplos de gente “adulta y seria que se la cree y sabe que es de verdad”.
“Yo he estado en reuniones en Bruselas, en París. Todos con relación con ella. Nadie ha recibido presiones ni amenazas ni sugerencias extrañas. Salimos a la calle porque lo creemos justo y Greta ha sido nuestra guía, por así decirlo. El otro día, un amigo me dijo por WhatsApp que no le gusta porque le causa ansiedad. ¡Que te lo cause lo que dice, no ella, que es lo grave! Hay quien no lo aguanta, porque es mejor no pensar en lo feo que viene”, zanja.
Comparte su opinión Severn Cullis-Suzuki, una bióloga canadiense que tenía 12 años cuando desempeñó un papel semejante al de la chica sueca durante la Cumbre de la Tierra organizada en Rio de Janeiro en 1992. Todas las crítican vienen porque “es poderosa”, comenta a la agencia AFP. “Ella pide una revolución, por eso tratan de silenciarla” descalificándola por su condición de niña con una singularidad psíquica, su juventud o su visceralidad.
Temeridad y determinación, sostiene, es lo que asusta a sus detractores, concluye, a esos que la llaman “histérica”, “loca”, “obsesiva”. Es el problema de atreverse a sacar los colores al mundo.