Grafitera
Las calles vacías parecían grandes escenarios decorados por sus enormes dibujos.
Su obra estaba por toda la ciudad. Pero hoy, las calles vacías parecían grandes escenarios decorados por sus enormes dibujos. Muchos ocupaban laterales enteros de locales y apartamentos. Otros llegaban a cubrir por completo el edificio, rodeándolo como una segunda piel de colores y de mensajes de igualdad.
Desde su ventana podía observar el hotel sobre la playa, la avenida 17 y todos los edificios de bancos y comercios que se perdían en el horizonte arbolado del Gran Parque. Y nadie en las calles. Solo sus murales y un sostenido e inquietante silencio.
Resultaba extraño un día como aquel. Siempre se celebró con multitud de personas en las calles. Pero este año no sería igual. Se puede ejercer un derecho con o sin responsabilidad. El derecho era de ellas, y la decisión de hacer lo correcto también. Pensaba mientras perdía la mirada en ningún lugar.
Tenía graffitis mucho más pequeños, pero pocos conocían su autoría. Los pintaba cerca del suelo de cualquier callejón. Un sencillo trazo y un gran mensaje feminista. Sin darse cuenta, su mirada se detuvo en un punto del paisaje urbano. No había reparado que desde su apartamento se podía ver uno de ellos. Normalmente transitaba mucha gente por esa vía que dificultaba su visión. Demasiado lejos para leerlo. Pero allí estaba, mínimo, a veces oculto y siempre presente.
Pensó en su primer graffiti. De lo pequeño y grande que era a la vez. De cuando otros borraron sus mensajes con violencia y de su expulsión de la escuela. Recordó el justo instante en el que juró que nadie más volvería a borrar su voz.
El vaho de su taza de té empañó la superficie del amplio ventanal, haciendo que la ciudad desapareciera ante ella por un instante. Pegó su nariz al cristal, como si pudiera oler lo invisible, y cerró los ojos para retener esa imagen. En ese momento comprendió que la enorme magnitud del mensaje nada tenía que ver con su tamaño.