Gobernar desde la ceguera: el día a día de un alcalde invidente
Isidro Sánchez, del PSOE, consiguió la mayoría absoluta en un pueblo de Ciudad Real.
Isidro Sánchez, un joven psicólogo ciego de 26 años, lleva desde el 15 de junio al frente del ayuntamiento de Santa Cruz de los Cáñamos, un pequeño municipio de la provincia de Ciudad Real de poco más de 500 habitantes. Su caso es distinto al del resto de alcaldes. A los seis años y tras un accidente doméstico empezó a perder la visión y más de una década después era ciego completamente.
Bajo las siglas del PSOE, Sánchez siguió el consejo de su tío y se aventuró en la aventura de convertirse en el regidor del municipio, tal y como asegura a El HuffPost. ”Él estuvo 16 años de alcalde y ocho de concejal y me dijo que me presentara, pero nunca había tenido mucha afición. Tras pensarlo y hablarlo con uno que es ahora mi concejal decidimos dar el paso”, relata.
Entre sus principales miedos, Sánchez temía que sus vecinos pudieran fijarse en su limitación visual más que en sus capacidades como político. Pero las elecciones municipales del pasado 26 de mayo le despejaron cualquier duda: el PSOE consiguió la mayoría absoluta con 229 votos y cuatro escaños frente a los 183 y tres del PP.
El triunfo en las elecciones fue una pequeña batalla más ganada, algo que ha ido haciendo durante toda su vida. A los seis años estaba jugando en un patio cuando se cayó una botella de salfumán, se rompió y el ácido se le subió a los ojos. Desde ese momento, ha pasado en numerosas ocasiones por quirófano para intentar solucionar el problema.
“Con esa edad me decían los médicos que me quedaba ciego. En un ojo perdí la visión total y en el otro me quedaba un 10%. Nos fuimos a Barcelona y me trasplantaron de córnea. Empecé a ver un 15-20%, podía ver las letras del DNI de mis padres. Luego estuve diez años viendo con adaptaciones y con el apoyo de la ONCE. Me apañaba bastante bien, usaba la poca visión muy bien”, explica.
El tramo final de la adolescencia y el desarrollo final lo cambió todo. Los médicos le habían advertido de que podía ir a mejor o a peor: “Se me atrofió totalmente el nervio óptico y me quedé ciego total. Tengo algo de percepción de luz, pero muy poca. Veo algo de claridad, como si fuese una sombra oscura, pero que realmente no te deja ver nada”.
“Fue un palo muy duro. Me costó mucho asimilarlo. Me negaba a todo. Lo veía todo oscuro y nunca mejor dicho. Dormía muchas veces con la luz encendida porque le tenía pánico a la oscuridad y a quedarme ciego. Mi hermana y mis padres me ayudaron a salir hacia delante. Estuve dos años en casa encerrado porque no lo asimilaba y salía de casa siempre agarrado de alguien para disimular como que veía... Mi mente no lo concebía”, se sincera sobre el shock que le supuso.
Con el paso del tiempo fue saliendo del bache: “La ONCE y mi familia me convencieron de que me quedaban otros sentidos y que los podía aprovechar. Empecé a salir por la noche con el bastón hasta que me fui soltando. Fui poco a poco. Después solicité un perro guía, me salió trabajo en Torralba de Calatrava y fui paso a paso prosperando”.
En ese periodo aprovechó y se sacó psicología a distancia, una carrera que le ha ayudado mucho para terminar de superarlo tanto directa como indirectamente. A nivel perceptivo le ha ayudado a asimilarlo y además los estudios le hicieron encerrarse en los libros, en los exámenes. “El tema del funcionamiento de la mente y ese ritmo de vida me fueron muy útiles”, concluye.
“Pensaba que iba a ser más relajado”
El 15 de junio, como el resto de alcaldes de España, Isidro Sánchez tomó posesión de su nuevo cargo. “Fue muy emotivo”, reconoce.
Pero no hubo tregua: tuvo que hacer frente a los problemas del municipio desde el primer día. Le toca a hacer de todo. “Pensaba que iba a ser más relajado. Está el teléfono que echa humo. Además de ser alcalde eres fontanero, electricista, etc. Los concejales igual, están hasta arriba. Tienes que estar las 24 horas al loro”, confiesa.
Las primeras tareas a las que hizo frente son las que afectan de forma directa al ciudadano: preparar la fiesta del colegio casi sin tiempo, afrontar la apertura de la deseada piscina u organizar las fiestas patronales.
En estos cuatro años de legislatura tiene claro cuál es su propósito: “Lo fundamental es que los habitantes tengan todas las actividades y una vida plena en un pueblo que sea digno de admirar, que no esté deteriorado y que esté cuidado con las mejores instalaciones posibles”.
No busca imposibles, porque es consciente de que las grandes empresas es cosa de la diputación de Ciudad Real o del Gobierno de Castilla-La Mancha. La lucha contra la despoblación, por ejemplo, tiene cotas más altas y desde su ayuntamiento solo aconsejan transformar el sector primario en secundario para que los jóvenes exploten la tierra y no emigren a las grandes ciudades.
Su proceso de toma de decisiones no es muy diferente al de otros alcaldes de España. Los vecinos le dicen las cosas que están deterioradas y tiene un día a la semana servicio de atención al público: “Primero pregunto a uno, luego a otro y voy escuchando sus propuestas. Después se lo transmito a mis concejales y ya tomo la decisión correcta”.
La falta de visión no supone ningún inconveniente. De hecho, quiere combinarlo con un trabajo con el que mantenerse económicamente, ya que del consistorio solo cobra alguna dieta de forma puntual.
Con la tecnología tampoco tiene problema al ser algo con lo que ha tenido que convivir a diario y con los que se ha sacado la carrera de psicología: “Tengo un móvil y un ordenador accesible. Me manejo con correos, mensajes de WhatsApp, etc. No tengo mayor problema. Para firmar documentos tampoco tengo complicaciones. No es una limitación”.
No tiene claro si es el primer ciego total que se convierte en alcalde en España, pero como afirma, para todo, la mejor receta es juntar “conocimiento, ganas y responsabilidad”.