Giovanni Falcone: 30 años del asesinato del juez que retó a la Cosa Nostra
Totó Riina sembró de bombas y muertos la ciudad, pero Falcone y su colega Borsellino no se amilanaron. Lo pagaron con la vida, pero cambiaron la lucha antimafia para siempre.
Treinta años después del brutal asesinato de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, Palermo no les olvida: su legado se respira por toda la ciudad, plagada de símbolos, mensajes y lugares ligados a la memoria de los dos grandes emblemas de la lucha contra Cosa Nostra, la sanguinaria mafia siciliana.
Asesinados en 1992, cuando el capo mafioso Salvatore Totó Riina sembró de bombas y muertos la ciudad, Falcone y Borsellino no pudieron acabar con la criminalidad organizada, pero lograron que la mafia ya nunca fuera la misma ni para los sicilianos ni para los italianos.
“En vida no recibieron el reconocimiento que merecían, solo desilusiones, momentos dificilísimos que debieron superar con el gran amor que sentían ambos por la patria, pero luego, después de muertos, tuvieron los honores de toda la sociedad, no solo la italiana, sino mundial”, dice a Efe con emoción Maria Falcone, hermana del juez.
Eran solo dos hombres -arropados por un puñado de fidelísimos que también dieron su vida-, pero cambiaron la historia: despertaron a los palermitanos del terror y la parálisis impuestos por una mafia hasta entonces innombrable.
Palermo, como Beirut
”Sin ellos Palermo sería todavía Beirut”, resume a Efe Mario frente al impresionante mural en el que los dos jueces sonríen con complicidad a los transeúntes de la Cala, el bello puerto palermitano. “Hace 30 años Palermo era otra, cada día había un homicidio, una ciudad en la que no se podía vivir, pero a la gente le molestaban las sirenas que acompañaban a Falcone y Borsellino”, recuerda este veterano palermitano, que subraya “el punto de inflexión” que supusieron las muertes de “estos dos héroes”.
Nada fue igual tras la matanza de Capaci, el 23 de mayo de 1992, cuando fueron asesinados Falcone y su mujer, la jueza Francesca Morvillo, junto a tres hombres de su escolta con 500 kilos de explosivos en la autopista entre el aeropuerto y la capital siciliana, y la de Via D’Amelio, menos de dos meses después, el 19 de julio, cuando Borsellino y cinco agentes perdieron la vida por la explosión de un coche-bomba.
“La gente encontró el valor de rebelarse y las mujeres colgaron sábanas blancas en los balcones, fue el momento del no al pizzo (la extorsión mafiosa), del sí a la democracia” y “no se habría producido sin ellos”, dice Mario.
Los árboles de la memoria
“Viene gente todos los días. Hasta en plena pandemia, cuando apenas se veía un alma por la calle”, explica a Efe el portero del edificio de Vía Nortarbartolo cuyo enorme ficus de la entrada se ha convertido en “el árbol de Falcone”.
Fotos, dibujos, cartas y mensajes empapelan el árbol: “Vuestras ideas no morirán nunca”, se lee en uno de los papelitos que cuelgan de su tronco junto a la garita en la que los escoltas vigilaban la casa de Falcone.
Borsellino también tiene “su árbol” cargado de emoción y sentimiento: un olivo procedente de Belén, aunque en toda Palermo se palpa el legado de estos dos amigos que de pequeños jugaban al fútbol en las calles de la Kalsa, el histórico barrio árabe construido junto al mar para que el emir pudiera escapar en caso de revuelta.
Allí coincidieron con otros niños que luego se convirtieron en los mafiosos que encarcelaron. Eso marcó a Borsellino, cuya familia decidió reconvertir la antigua farmacia familiar en “la Casa de Paolo”, un centro para ayudar a los niños más desfavorecidos del barrio, muchos de ellos hijos de los hijos de aquellos mafiosos.
El aula búnker en la que se celebró en 1986 el “maxiproceso”, el mayor hasta la fecha contra la mafia; los murales con sus rostros junto a la cárcel del Ucciardone; la tumba de Falcone en el panteón de los hombres ilustres de la basílica de San Domenico... toda Palermo recuerda a sus héroes.
Las nuevas generaciones
Su presencia en tantos rincones ha ayudado a las nuevas generaciones a entender lo que supuso su lucha, como explica Francesco, nacido dos años después de los asesinatos.
“Tienen un valor muy importante, simbolizan una parte fundamental de nuestra historia que nos recuerda que ciertos sucesos no deben repetirse. Gracias a su sacrificio, hoy los jóvenes palermitanos recogemos sus frutos”. Y añade con emoción: “Hemos crecido con el sentido de justicia y acompañados siempre de sus rostros”.
Romeo tiene otra impresión: “Ha ganado el consumismo frente a la idea de una ciudad más justa, una sociedad sin la opresión de la mafia, que siempre está ahí”, aunque es innegable que el legado de Falcone y Borsellino ha superado cualquier expectativa.
“Acabo de recibir una llamada porque 16 escuelas sicilianas quieren participar en la manifestación en memoria de Giovanni”, comenta Maria Falcone, que recuerda lo que le decía su hermano: “La mafia solo será vencida con la creación de una sociedad diferente, a través de los jóvenes”.