Ganar y no gobernar: la paradoja de los bloques
Los socialistas ganan votos, pero no gobiernos.
Si una cosa está clara después del 26M es que el PSOE ha ganado las elecciones autonómicas. De las 12 comunidad autónomas en las que se concurría a elecciones, los socialistas han conseguido ser el partido más votado en todas estas autonomías con la excepción de Cantabria, donde Revilla y su formación ganaron las elecciones. El PSOE ha ganado en votos, pero, ¿a cuántos gobiernos accederá?
Podemos relativizar la victoria de los de Pedro Sánchez si nos centramos en potenciales formaciones de gobiernos autonómicos. El PSOE ha ganado en muchas comunidades; sin embargo, no en todas ellas va a poder alcanzar el ejecutivo. Un ejemplo paradigmático de esto es la Comunidad de Madrid. Los socialistas fueron la lista más votada con 165.000 votos y 7 diputados de diferencia con respecto a la segunda fuerza, el Partido Popular. Pese a esto, en la noche del domingo veíamos a Isabel Díaz Ayuso celebrar su “victoria”. El PSOE había ganado las elecciones, pero con sus aliados de Más Madrid y Podemos no alcanzaba la mayoría absoluta de 67 diputados. Así, de las 11 comunidades autónomas en las que el PSOE había ganado las elecciones, solo en dos (Extremadura y Castilla-La Mancha) lo ha hecho con mayoría absoluta y solo en otras dos (La Rioja y Asturias) podría llegar al gobierno autonómico con la ayuda de Podemos o Izquierda Unida.
En las otras siete comunidades autónomas es Ciudadanos quien tiene la llave de gobierno, si decide pactar con el PP (y en algunos casos con Vox), serán los populares quienes lleguen al ejecutivo, mientras que si deciden pactar con los socialistas, serían estos quienes llegasen al ejecutivo. Así, el objeto de las siguientes líneas será intentar explicar porqué, aunque el PSOE haya aumentado su representación en estas siete Comunidades Autónomas (salvo en la Comunidad de Madrid que se mantiene igual) tendrá difícil, o en manos de Ciudadanos, gobernar.
Ahora el PSOE gana y no gobierna, y esto tiene una explicación que se puede ejemplificar muy bien en Castilla y León. En las elecciones de 2015 el PSOE en esta comunidad obtuvo 25 de los 84 procuradores, Podemos se hizo con 10 e Izquierda Unida con uno. Si bien, en las pasadas elecciones del 26M, el PSOE de Luis Tudanca consiguió 35 procuradores (de 81 procuradores, la cámara la componen tres menos que antes). El PSOE consiguió nada menos que 10 procuradores más, una subida considerable, pero que sin embargo, deja al arbitrio de Ciudadanos su gobernabilidad. ¿A qué se debe esto? Los socialistas han crecido en la mayoría de las Comunidades Autónomas y lo han hecho en detrimento de la formación morada e Izquierda Unida, por lo que a la hora de pactos naturales se le complica llegar al ejecutivo. En el caso de Castilla y León, Podemos cayó de 10 a un diputado e Izquierda Unida pasó de un a cero. La caída de ambas formaciones coincide (10) con la subida del PSOE en estas elecciones. Este caso es extrapolable a las otras seis Comunidades (salvo en Madrid, donde aún con la división, PSOE, Más Madrid y Podemos suman lo mismo).
Una de las formas que tenemos los politólogos de medir estos fenómenos de trasvase de votos es a través de la volatilidad con el Índice de Pedersen. Con este índice se mide el intercambio de votos que ha habido de unas elecciones para otras, bien sea general, inter bloques o intra bloques. En primer lugar, para tener una referencia en clave más nacional, los resultados del pasado 28A dieron un índice de 18,99 en volatilidad intra bloques, cuando la media española desde las elecciones de 1977 había sido de 10,3. Esto ya nos pone de manifiesto la idea de que entre 2016 y 2019 ha habido mucho movimiento del voto dentro de los propios bloques; izquierda (PSOE, Podemos e IU) y derecha (PP, Ciudadanos y VOX). Si bien, la volatilidad inter bloques ha sido muy baja, de 2,07 (media española: 4,2), es decir, ha habido poca gente que se haya cambiado entre izquierda y derecha o viceversa.
Esta tendencia no iba a ser menor en las elecciones autonómicas. Anteriormente poníamos a Castilla y León como ejemplo de ese trasvase de votos entre PSOE-Podemos. Con datos en la mano, entre las elecciones de 2015 y 2019, la volatilidad intra bloques de esta comunidad ha sido de 15,13 puntos. Por otro lado la volatilidad inter bloques ha sido de 1,69 puntos, muy por debajo de la media española.
En lo que concierne al bloque de la izquierda en Castilla y León, el voto a la izquierda en Castilla y León no ha aumentado; es más: ha disminuido. Si sumamos los votos recibidos en 2015 por PSOE, Podemos e Izquierda Unida, nos sale un 42,2% de los votos, frente al 42,08% de las pasadas elecciones. Por consiguiente, el voto de la izquierda en Castilla y León ha seguido las tendencias centrípetas y se ha unificado en torno a los socialistas. El PSOE ha crecido en votos, y ha obtenido rendimientos crecientes en el reparto de escaños; sin embargo, lo ha hecho en detrimento de Podemos e Izquierda Unida. Por lo tanto, a lo hora de tejer alianzas naturales, esta ganancia le servirá para poco en lo que a opciones de gobernar se refiere.
Este ejemplo de Castilla y León, salvando las distancias, puede ser extrapolable al resto de las seis comunidad autónomas, donde el PSOE ha crecido pero sus opciones de gobernar pasan por Ciudadanos. Los socialistas ganan votos, pero no gobiernos, las opciones para acabar con este fenómeno pasan por abrir su caladero de votos a la derecha, o por ser capaz de representar todo el electorado de izquierdas. De esta forma, el sistema electoral pasaría a premiar la unidad de voto y darle la posibilidad de llegar a conseguir mayorías absolutas como en Extremadura o Castilla-La Mancha. El PSOE se ha beneficiado de lo que antes era el problema de la izquierda, la fragmentación del voto, que en estos comicios se ha dado en el bloque contrario.