Francia reforma sus pensiones: por qué los ciudadanos le siguen manteniendo el pulso a Macron
Tras dos meses de protestas y paros, la nueva ley llega a la Asamblea Nacional muy abierta y con un debate paralelo con sindicatos y patronal para mejorarla
Fue una de las primeras promesas del entonces desconocido liberal Emmanuel Macron: “Yo sí me atreveré a cambiar las pensiones”. El hoy presidente de Francia, a mitad casi de su mandato, afronta al fin la madre de todas las reformas, como la llama la prensa local, que busca establecer un sistema universal que acabe con la variedad de modelos existentes y con un nuevo cálculo de las partidas por puntos. El problema es que sus propuestas no han gustado nada y la calle arde desde hace dos meses.
El pasado lunes, la Asamblea Nacional comenzó el debate de los dos textos en los que se explicita la reforma, una discusión que se espera larga, por más que el Gobierno desee que finalice antes de las elecciones municipales de marzo -al menos en primera lectura- para no interferir en los comicios. Los cambios introducidos en los borradores no han acallado las protestas, revividas el pasado jueves, ni contentan a la oposición, que ha llegado a presentar 41.000 enmiendas. La crisis, la mayor de la legislatura de En Marche!, no es una china más en el zapato de Macron, sino un problema troncal que afecta a su gestión y a su credibilidad.
Como explica Astrid de Villaines, la jefa de política de LeHuffPost, nuestra edición francesa, esta reforma es importante por dos razones principales, una particular y otra colectiva: por un lado, “Macron ya prometió reformar el sistema de pensiones para que sea ‘más justo’ y ‘universal’ durante su campaña en 2017. Una vez elegido, repitió que era la principal reforma de su mandato en su empeño de “transformar” el país, una palabra clave de la primera parte de su mandato”. Y por otro, el sistema de pensiones “tendrá un déficit si no lo reformamos”, de 113.000 millones de euros entre 2018 y 2030, según la institución que regula el sistema de pensiones, el Conseil d’orientation des retraites (COR).
Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), Francia destina el 13,9% de su PIB a pensiones, el tercer país que más desembolso hace entre los desarrollados, tras Grecia e Italia. De seguir a este ritmo, el déficit será brutal y no se alcanzará un equilibrio en las cuentas hasta el 2042. Macron quiere acabar con él mucho antes, en 2025.
De dónde venimos
Francia cuenta actualmente con 42 regímenes especiales, más allá del general, y por eso el presidente quiero fusionarlos todos y acabar con lo que llama “privilegios” de algunos oficios, que se pueden jubilar antes o cotizar menos.
El sistema de pensiones francés actual para el sector privado fue creado en 1945. Está compuesto por un régimen de base, gestionado por la CNAV, la caja nacional del seguro de vejez, y por un régimen complementario que es obligatorio. A este régimen general están afiliados el 68% de las personas activas. El resto de trabajadores está sujeto al régimen de los funcionarios y a los regímenes especiales, que es donde encontramos más de 40 supuestos diferentes.
A estos regímenes especiales están afiliados los trabajadores de la empresa pública de metro y autobuses de la región de París (RATP), los de la empresa de trenes SNCF, los de la electricidad EDF o los del servicio de atención de cloacas. Casos en los que las condiciones son más favorables, porque se han tenido en cuenta factores como la dureza del trabajo, los malos horarios o la necesidad de fidelizar a trabajadores que dan un importante servicio a los demás.
También en esa categoría se incluyen oficios menos penosos, como los de los empleados de la Comedia francesa o el Banco de Francia, con privilegios de antaño que permiten a sus trabajadores jubilarse antes o con mejores condiciones que el resto de los franceses.
Eso, en cuanto a diversidad de modelos. Otra clave para entender el sistema actual de pensiones es la edad de jubilación, fijada en 62 años. Para tener una pensión completa es necesario haber trabajado 43 años, cuando hasta 1993 era solo de 37 años. La tasa de reemplazo es del 75% y en promedio la pensión de los franceses es de 1.389 euros brutos al mes. El monto de la jubilación se calcula haciendo una media de los 25 mejores años del empleado. En el caso de los funcionarios, ese cálculo se hace a partir de los últimos trimestres cotizados.
Lo que ahora se propone
El gobierno francés plantea una “revisión radical” argumentando que se necesita un modelo más igualitario. Es todo lo que puede garantizar ahora mismo, porque las protestas sociales han obligado a replantear las propuestas y ahora mismo el debate es tan intenso y sobre tantos detalles que puede ser que el articulado final se parezca poco al inicialmente propuesto por El Elíseo.
En principio, se plantea crear una única caja y un sistema por puntos: si con el sistema actual se necesita trabajar hasta 171 trimestres para cobrar una pensión completa, y para que un trimestre cuente se tiene que haber cotizado al menos 150 horas, con la nueva reforma, se abandonará el trimestre y el salario como referencia y lo que contará para calcular la pensión serán los puntos.
El cálculo se hará a partir del valor del punto en el momento de la jubilación. El Gobierno está trabajando con la hipótesis de que el punto tenga un valor de 0,55 euros por 10 euros cotizados. Por ejemplo, si un asalariado ha cotizado 250.000 euros a lo largo de su carrera profesional, quiere decir que habrá acumulado 25.000 puntos, que multiplicados por 0,55 euros darán como resultado una pensión anual de 13.750 euros netos, esto es, 1.145 euros por mes. En cualquier caso, Macron se ha comprometido a garantizar una pensión mínima de 1.000 euros.
Otro factor esencial es la introducción de la “edad de equilibrio”, un nuevo concepto. Si la edad legal para jubilarse se mantiene en 62 años, se introduce otra, a los 64, para incitar a los empleados a trabajar por más tiempo, lo que estaría premiado con una compensación del 5% anual de la paga. Por el contrario, los que se jubilen antes tendrían una bajada en la pensión del 5%.
El Ejecutivo promete “justicia” al calcular el valor de estos puntos, que será fijado “de manera paritaria por representantes de los empleadores, de los asalariados del servicio público y privado y por los representantes de los trabajadores independientes”, añade. El punto no podrá saltarse “la regla de oro” de esta reforma que debe respetar el equilibrio financiero por un periodo de cinco años.
Por qué no gusta a los principales sindicatos
La propuesta no gusta a los principales sindicatos y organizaciones profesionales y estudiantiles. Se han convocado ya diez jornadas de paro total contra la reforma, convirtiendo este movimiento contestatario en el más sostenido y firme de la Era Macron, sobre todo con un enorme impacto en el transporte y las comunicaciones nacionales. Protestas y bloqueos que cuentan con un importante apoyo popular, de más del 70%, indican los sondeos de la prensa local.
“Tenemos que recordar la crisis de los gilets jaunes (chalecos amarillos) -explica De Villaines-. Muchas personas en Francia están enojadas con el Gobierno. Además, es muy difícil hacer reformas en este país, especialmente cuando hablamos de las pensiones. Muchas personas temen un recorte en la pensión de jubilación y están muy ansiosas. Además, muchos oficios están preocupados por la reforma y no han obtenido lo que querían, por eso se declararon en huelga y aún lo hacen”.
Para Philippe Martínez, secretario general del sindicato CGT en Francia, resume su queja en que “con esta propuesta, no sabemos cómo y cuándo nos jubilaremos en este país”, que está “enfrentando a unas profesiones con otras” y que se trata de subir la edad de jubilación “con acicates o castigos”. “Tiene como objetivo hacernos trabajar más tiempo, con una pensión aleatoria basada en un valor de punto fluctuante”, denuncia.
Y es ahí donde los sindicatos franceses se temen lo peor, en que el valor del famoso punto esté a la merced de las decisiones presupuestarias del Gobierno de turno, que millones de pensiones sean víctimas de los vaivenes del contexto económico (que no se espera demasiado bueno). Macron repite que el valor del punto nunca podrá bajar y que será revalorizado en función de la evolución de los salarios, no en función de la inflación, pero el sindicalista dice que no han recibido garantías serias al respecto.
A su entender, el “esquema de solidaridad entre generaciones” en que se basa el sistema actual quedaría anulado por el modelo propuesto por la presidencia y que, si hay que tocar el sistema, “no se pueden tocar esos cimientos”. “Esta reforma no afecta a la base del sistema de solidaridad intergeneracional. Las cotizaciones siguen siendo obligatorias y el principio de reparto no cambia: los trabajadores siguen cotizando para financiar las pensiones de los jubilados actuales”, replica Édouard Philippe, el primer ministro de Francia. “Que me lo explique y me lo demuestre”, reta Martínez.
“Hay una gran indefinición. Ahora dicen que van a mantener algunas condiciones de las pensiones del Ejército o la Policía, que no saben cuánto salario van a dejar como base y cuánto en bonos, algo común en el empleo público y clave para la cotización, y tampoco se aclaran con la edad de referencia. Así no se puede aprobar nada, si nos cuesta saber qué quieren. Nos tienen que escuchar”, concluye el sindicalista, en un discurso apoyado por ahora por la centrales CGT, FO, FSU, Solidaires y CFE-CGC, más organizaciones juveniles y estudiantiles.
El proceso
En paralelo al trabajo en la Asamblea, esta semana se han iniciado los trabajos de una conferencia entre la patronal y los sindicatos que debe aportar al Gobierno ideas para la reforma. Macron les ha pedido, sobre todo, que lo que pidan se ajuste a su plan de tener un déficit cero en 2027, porque es “esencial” para la “supervivencia” del sistema. La viabilidad financiera, por delante.
Los diputados tienen 15 días de trabajo por delante, salpicados de reuniones internas entre En Marche! y sus aliados del Movimiento Demócrata y de bilaterales con sindicatos y empresarios para ir conociendo el avance de los trabajos. Macron no quiere que le salpique el tema en plenas elecciones municipales del 15 de marzo y su plan ideal es tener la reforma lista antes del verano, cuando llegará a la mitad de su mandato y podrá dedicarse a temas menos polémicos que este, la reforma laboral o el acceso a la universidad.
Difícil, teniendo en cuenta que la oposición (de la ultraderechista Agrupación Nacional a la izquierdista Francia Insumisa, pasando por los socialistas y los republicanos) ha presentado más de 41.000 enmiendas al texto. Es el segundo proyecto legislativo con más reproches en la historia del parlamentarismo galo. Y más complicado aún porque el bloque opositor amenaza incluso con una moción de censura por la “incompetencia” del mandatario.
Ahí, pese al ruido, puede estar tranquilo. “No hay tal posibilidad porque En Marche! tiene la mayoría en la Asamblea Nacional (313 de 577 diputados, más 47 del MoDe). La oposición de izquierda utiliza este medio para alargar el debate y tener tiempo para hablar, pero no son suficientes diputados para derrocar al Gobierno”, afina De Villaines. Además, la moción a quien afectaría, en todo caso, es al primer ministro, Philippe.
“No le temen a nada, pero sí es verdad que cada vez más voces dicen que el tiempo (dos semanas) para votar una gran reforma como esa no es suficiente. Incluso lo ha dicho el líder de la principal organización empresarial, Geoffroy Roux de Bezieux, que generalmente apoya a Macron”, añade la periodista.
La amenaza de aprobar la modificación por decreto (algo contemplado en la Constitución pero que denota un espíritu poco dialogante) también planea sobre el debate, apremiado como está Macron por los tiempos. “Es una material altamente sensible. Si se atreven, estará la calle”, avisa Martínez.
En el caso de que saque la reforma adelante con cierto desahogo, estaríamos posiblemente ante el mayor éxito de esta administracion centrista, que se cargó el bipartidismo clásico del país vecino. “Definitivamente, se entenderá como una victoria. Porque es muy difícil hacer reformas, porque es una reforma muy ambiciosa y porque se verá al presidente como un reformador, lo que es importante para los votantes de derecha que Macron quiere seguir seduciendo”, concluye De Villaines.